El 11-S vi de cerca la maldad en estado puro mientras la gente saltaba a la muerte. También vi lo mejor de la humanidad

Mi vida cambió para siempre a las 8:46 de la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

Eran las 8:46 AM del 11 de septiembre de 2001, el momento que cambió mi vida para siempre. Fue el comienzo del día más mortífero de la historia de EEUU. Todo el mundo recuerda dónde estaba. Yo era una tejana de apenas 23 años que vivía en Nueva York. Me trasladé a Nueva York para experimentar la energía eléctrica y las oportunidades únicas que ofrecía la ciudad. 

Aquella mañana estaba trabajando en Merrill Lynch, en la última planta del World Financial Center, junto al World Trade Center, cuando oí la explosión más fuerte. 

Corrí hacia la ventana y vi lo insondable ante mis ojos. Me quedé atónito. Había un enorme agujero en la parte superior del 1 World Trade Center (Torre Norte). Humo oscuro y enormes llamas salían de la torre mientras trozos plateados de metal del revestimiento del edificio flotaban en el aire como confeti. Rollos de papel higiénico, innumerables hojas de papel de ordenador y otros escombros bañaban el cielo. 

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El terror maligno siguió desarrollándose cuando vimos un segundo avión estrellarse contra el 2 World Trade Center (Torre Sur). Estábamos siendo atacados. ¿Pero cómo estaba ocurriendo? Vivíamos en Estados Unidos. Aquí no ocurrían cosas así. Me sentía como si estuviera viendo una pesadilla terrorífica, excepto que todo era real. 

A medida que pasaba el tiempo, el espectáculo se volvía más espantoso, pues civiles inocentes saltaban desesperadamente a la muerte desde los pisos superiores del World Trade Center. La carnicería era espantosa. 

Ese día fui testigo de lo mejor y lo peor de la humanidad.   

Los guerreros angélicos estuvieron a la altura de las circunstancias. 

Se salvaron innumerables vidas gracias a los heroicos esfuerzos del FDNY, la policía de Nueva York y la policía de la Autoridad Portuaria. Mientras la mayoría huía para escapar de la muerte y el horror, ellos corrían hacia el peligro para rescatar vidas. 

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Varios neoyorquinos valientes y abnegados que estaban en las torres murieron porque se quedaron atrás asegurándose de que todos los demás salieran sanos y salvos primero. 

Un grupo de pasajeros a bordo del vuelo 93 de United se unieron valientemente para luchar contra los secuestradores en un intento de recuperar el control del avión. Los actos de valor fueron llevados a cabo por ciudadanos corrientes que sacrificaron sus propias vidas para salvar las de otros.  

En la Biblia, Juan 15:13 dice: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos". El 11 de septiembre de 2001, estos héroes no sólo dieron la vida por sus amigos, sino que la mayoría la dio por completos desconocidos. Se sacrificaron valientemente por su amor a la humanidad y a América. 

Los terroristas islamistas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones comerciales en un intento de destruir nuestro país y nuestras libertades. Pero no lo consiguieron. Estados Unidos triunfó con poderosa determinación y resistencia.  

Como consecuencia del 11 de septiembre de 2001, muchos se alistaron para servir en el ejército estadounidense. Desde los atentados, más de 7.000 militares han muerto en combate y, lamentablemente, más de 30.000 militares y veteranos han perdido la vida por suicidio.  

Muchos hombres y mujeres de servicio no sólo sufren lesiones físicas, como la pérdida de miembros, sino que también afrontan en silencio las lesiones mentales y emocionales menos visibles derivadas del trauma. Muchos han sido testigos de cómo mataban a sus hermanos y hermanas militares ante sus ojos.  

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Tenemos una deuda de gratitud con nuestros miembros del ejército y con los agentes del orden que mantienen a salvo nuestra nación cada día. Gracias a las familias de la Estrella Dorada que han sacrificado a sus seres queridos que lucharon para garantizar nuestra libertad. La libertad no es gratis, tiene un precio. 

En total 2.977 almas perecieron aquella trágica mañana y miles han muerto desde entonces a causa del 11-S-enfermedades relacionadas con el 11-S. 

Mientras huía de mi edificio, prometí en silencio a Dios que en adelante haría todo lo posible por ser testigo de Él y devolverle lo que me había dado. Recordé que la vida es un don frágil y que debía hacer que contara.  

Ocho años más tarde, decidí dejar el sector financiero y cumplir mi compromiso anterior de devolver a mi país sirviendo como agente especial en el FBI. Formé parte del FBI durante más de una docena de años.

A la mayoría de nosotros nunca se nos pedirá ni se esperará que hagamos el último sacrificio por otro o por nuestro país. Pero cada uno de nosotros puede hacer un pequeño sacrificio aliviando la carga de otro, aportando luz a una situación oscura, defendiendo la verdad, devolviendo la esperanza o ayudando de cualquier otra forma a los necesitados. 

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Que durante esta sagrada conmemoración dediquemos un momento a reflexionar sobre las víctimas y los héroes del 11 de septiembre y sobre quienes lo dieron todo después. Que cada uno de nosotros considere qué sacrificio puede hacer para devolver y servir a nuestra gran nación. 

Yo am bendecido y orgulloso de ser estadounidense. Unidos resistimos. Confiamos en Dios. Nunca debemos olvidar el 11 de septiembre de 2001.

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