Los hombres de América están en crisis y tiene su origen en una gran mentira

No todo va bien con los hombres en este país

De todas las cosas que necesita este país -fronteras más fuertes, empleos mejor pagados, algo de seguridad básica en nuestras calles-, sobre todo, Estados Unidos necesita hombres más fuertes. La izquierda lleva décadas menospreciando a los hombres, culpándoles de todo, desde el cambio climático hasta "el patriarcado". Se equivocan. Los hombres fuertes no son el problema. Para Estados Unidos, los hombres más fuertes y mejores son la solución. 

No todo va bien con los hombres en este país. Las cifras lo dicen. Los hombres están más solos que nunca. Están abandonando la población activa en mayor número que nunca. Tienen más problemas con las drogas y el alcohol. Renuncian cada vez más a la educación universitaria, incluso retrasan el matrimonio y la maternidad. 

Si cualquier otro grupo demográfico estuviera luchando hasta este punto, lo llamaríamos crisis nacional. Y lo es. 

Pero la izquierda no lo ve así. Culpan a los niños y a los hombres de los pecados del mundo. Dicen que toda masculinidad es "tóxica", que simplemente ser hombre es hacer del mundo un lugar peor. Proponen acabar por completo con la "masculinidad tradicional". 

La campaña de la izquierda para reeducar a los hombres empieza ya en preescolar, donde se castiga a demasiados niños por jugar de forma agresiva y, si no obedecen, se les medica para que dejen de ser niños. Cuando son jóvenes, se les niegan los trabajos de fabricación que permitieron a sus padres ganar buenos salarios -la clase gobernante hace tiempo que envió esos trabajos al extranjero- y se les deja a la deriva en campus universitarios llenos de activistas que los desprecian. Y la cultura popular golpea sin cesar este mismo tambor: cuando los hombres no son imbéciles, son activamente malvados.

En el fondo, esta crítica a los hombres se basa en una mentira: que los hombres no deben ser líderes, creadores y héroes, sino meros consumidores que miran por sí mismos. 

La verdad es justo la contraria. Necesitamos que los hombres den un paso adelante. 

ALDO: YO AM GEN Z. LOS HOMBRES DE MI GENERACIÓN NO TIENEN CITAS. ¿POR QUÉ DEBERÍAMOS?

Los hombres estadounidenses tienen el poder de transformar este país a mejor. ¿Quieres frenar la epidemia de pobreza infantil? Haz que un padre empiece a contribuir con su mujer y sus hijos. ¿Quieres abordar el cataclismo de la violencia juvenil? Pon a un padre a trabajar. Los hombres pueden ayudar a poner paz y orden en una nación sacudida por las crisis. Pueden cambiar el destino de sus familias y de barrios enteros. Su poder, una vez aprovechado, puede ser poderoso y transformar el mundo. 

Sin embargo, el poder por sí solo no basta. El poder sólo se convierte en verdadera fuerza, en una fuerza para el bien, cuando se utiliza de la forma adecuada, por los motivos adecuados. Lo que necesitamos es una guía, una hoja de ruta sobre lo que significa ser un buen hombre. 

Y para ello, debemos recurrir a la fe de nuestros padres

Al mismo tiempo que la izquierda ataca la hombría tradicional, ataca también la fe tradicional. No es casualidad. La fe y la hombría están vinculadas, porque durante siglos los hombres han mirado a la fe, a la Biblia, para comprender quiénes son y qué pueden ser. En esta época de agitación, nuestra antigua fe puede guiarnos de nuevo. 

La historia de la Biblia es algo más que una colección de cuentos familiares. Es una invitación a los hombres a encontrar su lugar en el cosmos, a asumir su papel en un gran drama que sobrecarga sus vidas de sentido.

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El senador Josh Hawley dijo a Fox News Digital que no ha anunciado un candidato presidencial al que apoyaría para 2024. (Jon Michael Raasch/Fox News Digital)

Comenzando con Adán en el Jardín del Edén, la Biblia dice que los hombres tienen la tarea de poner orden en el mundo, de transformar el caos en belleza, el desierto en un jardín. Para llevar a cabo esa noble tarea, todo hombre debe formar su carácter: debe moldear su alma. El camino hacia la virilidad es el camino hacia la virtud. 

Los hombres están llamados a formar el carácter de maridos y padres. Se les pide que se entreguen por los demás y acepten con humildad sus propios límites, igual que Abraham se entregó a su esposa Sara y confió en la promesa de Dios de que tendría un hijo.

Los hombres están llamados al carácter de guerreros y constructores. Deben luchar contra el mal y sacar belleza del caos, igual que Josué desafió a los monstruos de Canaán y David puso los cimientos del templo de Dios.

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Y los hombres están llamados al carácter de sacerdotes y reyes. Deben llevar la promesa de la eternidad allá donde vayan y utilizar su poder para preservar la verdad y la libertad. 

Durante años, los hombres estadounidenses sólo han oído una historia: que están anticuados y son opresores, que lo mejor que pueden hacer es mantenerse al margen y dejar que las élites de hoy dirijan las cosas. Es una historia predicada por nuestra cultura contemporánea desde la cuna hasta la tumba. Hazte a un lado. Sé pasivo. Sólo empeorarás las cosas.

Es hora de empezar a contar una historia mejor. Es hora de llamar a nuestros niños y hombres a liderar.

Así es como se transforma una nación.

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