Adonis Hoffman: Presidente Biden, el petróleo y el gas dan energía a América. Ahora no es el momento de morder la mano de las Grandes Petroleras

Demonizar el petróleo, el gas y el carbón no restaura ni sustituye los empleos bien pagados que han sostenido a miles de estadounidenses durante décadas.

El Presidente Biden reconoció el 27 de enero que la industria del petróleo y el gas "ayudó a construir este país". Prometió en su séptimo día en el cargo que "nunca vamos a olvidar a los hombres y mujeres que excavaron el carbón y construyeron la nación. Vamos a hacer lo correcto por ellos, asegurarnos de que tengan oportunidades de seguir construyendo la nación en sus propias comunidades y de que se les pague bien por ello."

Y, sin embargo, una de sus primeras acciones oficiales fue detener en seco el oleoducto Keystone XL y firmar una Orden Ejecutiva que "detendrá indefinidamente los nuevos arrendamientos de petróleo y gas natural en terrenos públicos". Estos arrendamientos representan aproximadamente una cuarta parte de la producción anual de Estados Unidos y afectan sobre todo a varios estados del Oeste, concretamente Colorado, Utah, Wyoming, Dakota del Norte y Nuevo México.

Y para mostrar su determinación, el presidente también ordenó a la Oficina de Gestión y Presupuesto que "elimine las subvenciones a los combustibles fósiles de la solicitud presupuestaria para el año fiscal 2022 y siguientes".

Fue un mazazo para la industria energética, que ha sido la fuente de millones de empleos estadounidenses y la columna vertebral de la economía de EEUU durante la mayor parte del siglo pasado.

TUCKER CARLSON: LA GRAN CATÁSTROFE CLIMÁTICA DE TEXAS SE DIRIGE HACIA TI

Las acciones del presidente Biden forman parte de un cambio radical de la política energética estadounidense, que pretende reducir la dependencia del petróleo y el gas y concentrarse en alternativas limpias y ecológicas. Sin duda, objetivos notables.

Y justo cuando pensábamos que no podía ser peor, una gélida tormenta de mediados de febrero dejó sin electricidad a todo Texas, lo que provocó una de las mayores interrupciones de la producción de petróleo de la historia reciente.

Hoy en día no escasean los problemas políticos acuciantes en Estados Unidos. El petróleo y el gas no son uno de ellos.

La pandemia de COVID y la recuperación económica ocupan, con razón, un lugar destacado en la agenda del presidente Biden. Abordar el cambio climático mediante una demarcación abrupta de un proyecto rico en puestos de trabajo debería estar muy abajo en la lista de tareas pendientes de Biden, si es que lo está.

Una cosa es abrazar los principios del Nuevo Pacto Verde en medio de unas reñidas elecciones primarias. 

Otra cosa es permitir que el ala AOC del Partido Demócrata dirija la política energética estadounidense en un futuro previsible, especialmente a expensas de un valioso sector industrial.

Además de la conservación y los cambios en el consumo, Estados Unidos necesita entablar una conversación franca sobre el coste real y las consecuencias de eliminar los combustibles fósiles de nuestra vida cotidiana.

Podría decirse que no es la postura de la mayoría de los estadounidenses, incluidos los 80 millones que votaron a los demócratas, respecto a la política energética. Sólo en ese sentido, la decisión del presidente fue prematura, desacertada y podría ser una de sus peores.

Seamos sinceros. La transición de los combustibles fósiles a la energía limpia no será ni corta ni sencilla. Las aspiraciones del Presidente Biden de ser el mejor presidente estadounidense en materia de medio ambiente son loables y alcanzables. Pero reajustar la política energética estadounidense es un reto complejo que requerirá algo más que regulación. 

Además de la conservación y los cambios en el consumo, Estados Unidos necesita entablar una conversación franca sobre el coste real y las consecuencias de eliminar los combustibles fósiles de nuestra vida cotidiana.

La producción nacional de petróleo ha aumentado constantemente en los últimos diez años. En 2018, el crudo representó casi el 25% de la producción total de energía de EEUU. Y el gas natural representa más de un tercio de la producción total de energía. Estados Unidos bombeó más de 2.000 millones de barriles más de crudo en 2019 que en 2009.

LA TORMENTA DE HIELO EN TEXAS DAÑA LOS ÁRBOLES Y DEJA SIN ELECTRICIDAD A MÁS DE 58.000 PERSONAS

En la actualidad, Estados Unidos satisface casi todas sus necesidades energéticas mediante la producción nacional. Las importaciones netas, principalmente de petróleo, representaron menos del 4% del suministro total de energía estadounidense en 2018, frente al 26% de una década antes.

Más de Opinión

Las nuevas tecnologías, concretamente el fracking y la perforación horizontal, han permitido explotar reservas que antes eran inaccesibles. El aumento del año pasado en Estados Unidos fue uno de los mayores incrementos absolutos de la producción de petróleo y gas natural de un solo país en toda la historia.

Estados Unidos se ha convertido en el mayor productor mundial de petróleo y gas, por delante de Arabia Saudí en 2018 y de Rusia en 2011. Pero 2020 causó estragos en la industria del petróleo y el gas.

La pandemia de COVID costó a Exxon Mobil más de 22.000 millones de dólares, a BP casi 6.000 millones y a Chevron 5.500 millones en beneficios perdidos, según informes de las empresas. Con la mayoría de nosotros en bloqueo de viajes, la demanda de todos los tipos de combustible cayó a mínimos históricos.

La industria petrolera, gasística y química estadounidense eliminó más de 107.000 puestos de trabajo, tres cuartas partes de ellos sólo en 2020. Y ahora, la llegada de normativas más estrictas amenaza con deprimir aún más los beneficios.

Si queremos lograr la independencia energética, será necesaria la capacidad, complicidad y cooperación de las empresas energéticas heredadas.

Demonizar el petróleo, el gas y el carbón no restablece ni sustituye los empleos bien pagados que han sostenido a miles de estadounidenses durante décadas. Los demócratas deben tener cuidado con ese camino que les lleva a través de los centros de las ciudades diezmadas de las zonas rurales de Luisiana, Texas, Oklahoma, Pensilvania y Virginia Occidental. Todos estados rojos menos uno.

HAZ CLIC AQUÍ PARA RECIBIR EL BOLETÍN DE OPINIÓN

Desplazar el péndulo de la política energética hacia la izquierda tendrá graves consecuencias para Biden, los demócratas y el país, quizá no hoy, pero sin duda en un futuro próximo. Como señaló el director general de Chevron, Michael Wirth "El petróleo es una parte enorme de la economía energética actual y lo será durante mucho tiempo".

Recuerda que la segunda parte de la promesa del presidente, tras derrotar a los combustibles fósiles, es conseguir millones de "empleos bien pagados". 

Es una tarea más fácil de decir que de hacer. En el mejor de los casos -en una economía post-COVID-, crear el volumen de puestos de trabajo que menciona el Sr. Biden depende de un alto grado de cooperación de condados, ciudades y estados. Mientras que las empresas y los inversores del sector privado pueden ser ágiles, las burocracias gubernamentales no suelen moverse tan deprisa.

Más que nadie, el Presidente Biden conoce el valor del bipartidismo y el compromiso. La política energética puede ser una de las pocas áreas en las que puede lograrse esa cortesía trabajando con los gobernadores y senadores de los Estados Rojos.

Parecería que una estrategia prudente para nuestras aspiraciones energéticas sostenibles es la que abraza, no la que excoria, a las grandes petroleras y gasistas. Un camino que busque asociarse con empresas que han invertido miles de millones en infraestructuras e innovación durante décadas.

Sin duda, las empresas de combustibles fósiles deberían ser reprendidas por su legado de expolio medioambiental y racismo. Y sus manos son cualquier cosa menos limpias cuando se trata de explotar a los pobres, a las minorías y a los pueblos indígenas del mundo en desarrollo, especialmente de África.

HAZ CLIC AQUÍ PARA ACCEDER A LA APLICACIÓN FOX NEWS

El imperialismo del petróleo y del gas sustituyó en su momento a las antiguas estructuras coloniales de una época pasada. Pero la campaña de los activistas contra el Gran Petróleo para extirparlo o expulsarlo de la economía estadounidense o mundial, si es que es posible, es temeraria y el presidente no debería guiarse por semejante insensatez.

Así pues, el presidente Biden, aficionado a la sabiduría casera de sus duros días en Scranton, debería seguir algunos sabios consejos: No hay que dar una patada a un hombre cuando está en el suelo y, desde luego, no hay que morder la mano que te da de comer.

HAZ CLIC AQUÍ PARA LEER MÁS DE ADONIS HOFFMAN

Carga más..