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El mundo vio por primera vez de lo que era capaz el vástago de Al Qaeda, ISIS, en 2014, cuando empezó a decapitar estadounidenses y a cometer genocidio contra cristianos y yazidíes en Irak. Hoy, el descendiente del grupo terrorista, ISIS-Khorasan (ISIS-K), está creciendo y reforzando su capacidad de matar a civiles inocentes en todo el mundo. 

Ante este peligro, el gobierno estadounidense debería trabajar día y noche para mantener nuestra seguridad nacional. En lugar de ello, las políticas de inmigración ilegal del presidente Biden están dando al ISIS-K un claro acceso a la patria, aumentando la amenaza de atentados terroristas en suelo estadounidense. No hay más que ver los recientes informes de prensa sobre afiliados al ISIS-K que cruzan la frontera sur. 

En febrero de 2022, la Patrulla de Aduanas y Fronteras (CBP ) detuvo a un inmigrante ilegal uzbeko llamado Jovokhir Attoev. Siguiendo los protocolos de Biden, la CBP liberó entonces a Attoev -un varón soltero de edad militar que había recorrido miles de kilómetros a través de varios países- para que entrara en el país. 

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Sin embargo, el pasado mes de mayo, el gobierno uzbeko publicó un aviso global de que Attoev era buscado por vínculos con el ISIS-K. El gobierno de Biden no lo localizó hasta el mes pasado, lo que significa que voló bajo el radar dentro de Estados Unidos durante dos años. 

Migrantes latinoamericanos participan en una caravana hacia la frontera con Estados Unidos, en Huehuetan, México, el 7 de junio de 2022. (Isaac Guzman/AFP vía Getty Images)

Migrantes latinoamericanos participan en una caravana hacia la frontera con Estados Unidos, en Huehuetan, México, el 7 de junio de 2022. (Isaac Guzman/AFP vía Getty Images)

La cosa no acaba ahí. Según la prensa, se sospechaba que el inmigrante ilegal afgano Mohammad Kharwin estaba en la lista de vigilancia terrorista de la Oficina Federal de Investigación (FBI) por ser miembro de Hezb-e-Islami, organización terrorista que ha asesinado a miembros del servicio estadounidense.

Pero cuando Kharwin cruzó ilegalmente la frontera en marzo de 2023, las autoridades no pudieron verificar su identidad, así que, una vez más, dejaron vagar libremente por la patria a un varón soltero de edad militar que había recorrido miles de kilómetros a través de múltiples países. Las fuerzas de seguridad tardaron 13 meses en confirmar su presencia en la lista de vigilancia del FBI y detenerlo.  

Estos ejemplos son suficientemente inquietantes, pero no son más que una gota en el mar comparados con la amenaza que suponen los terroristas que han entrado en Estados Unidos y siguen sin ser detectados.  

Desde que Biden asumió el cargo, la CBP ha registrado más de 9 millones de encuentros con personas que han entrado ilegalmente en Estados Unidos, prácticamente ninguna de las cuales ha sido detenida o expulsada, y de la inmensa mayoría no sabemos nada. 

Según el Departamento de Seguridad Nacional, más de 6.000 de estos inmigrantes ilegales proceden de Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán o Uzbekistán, en cada uno de los cuales el ISIS-K tiene una presencia activa de reclutamiento. No se sabe exactamente cuántos afiliados del ISIS-K u otros grupos terroristas viven ahora entre nosotros. 

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Las cosas parecen aún más sombrías si se tiene en cuenta la información pública de que contrabandistas extranjeros vinculados al ISIS han facilitado la inmigración ilegal en la frontera sur. En resumen, nuestro blando vientre está maduro para ser explotado por asesinos fanáticos. 

La respuesta a este problema es sencilla: asegurar la frontera y hacer cumplir las leyes de inmigración estadounidenses. Sin embargo, aparte de soltar indirectas sobre órdenes ejecutivas, Biden no ha hecho nada para invertir las políticas de fronteras abiertas por las que hizo campaña y que se ha pasado los últimos tres años promulgando.  

Esto es inaceptable y pone en peligro vidas estadounidenses. El ISIS-K ya no es una amenaza lejana que se esconde en Oriente Medio. Puede que ya esté aquí, esperando el momento adecuado para infligir destrucción masiva. 

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Recuerda que es el mismo grupo que mató a 13 militares en Kabul durante nuestra desastrosa retirada de Afganistán. Es el mismo grupo que alaba el 11 de septiembre de 2001. Y es el mismo grupo que nuestra comunidad de inteligencia considera abiertamente que planea ataques químicos, biológicos y radiactivos contra objetivos occidentales, además de las tácticas habituales de atentados suicidas y tiroteos masivos. 

Mientras tanto, Biden sigue facilitando el mayor y menos seguro acontecimiento migratorio de la historia moderna de EEUU. Estamos haciendo el juego a los terroristas que buscan nuestra destrucción. Espero y rezo por equivocarme, pero me temo que, con las políticas de esta administración, somos presa fácil. Ha llegado el momento de cambiar. 

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