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La breve vida del Fantasma de las Navidades Presentes pasó al filo de la medianoche del miércoles, y los niños iniciaron la cuenta atrás para la aparición de su hermano, dentro de un año.  

Estas Navidades, como cada Navidad, leí "Cuento de Navidad" de Dickens. Hay una escena, justo después de la partida del fantasma de Marley, en la que Scrooge ve espíritus incorpóreos, condenados a vagar por la tierra. Estos espíritus ruegan y suplican, sin ser vistos ni oídos, a los pobres, los sin techo y los desamparados. Lo que lamentan es su incapacidad para ayudar, una trágica ironía, ya que tuvieron la oportunidad de actuar mientras estaban vivos pero, ahora sin cuerpo físico, no pueden hacer nada. 

Esto me hizo pensar en las personas sin hogar. ¿Es lo mismo? Como alcalde de El Cajón, California, he criticado abiertamente la forma en que el estado ha gestionado la crisis de los sin techo. Me pregunté: "¿Es posible que, como Scrooge, haya estado forjando mi propia cadena pesada cada vez que critico los programas de vales, la anarquía y las políticas de "housing first"?". Me pregunté: si me hicieran el mismo regalo que recibió Scrooge, ¿qué revelaciones podrían revelar mis fantasmas? 

DR. PHIL PRESENCIA UN TENSO ALTERCADO ENTRE INDIGENTES MIENTRAS RECORRE EL METRO CON EL ALCALDE ADAMS

El Fantasma de las Navidades Pasadas, que me trae a la memoria la década de 1970, me mostraría una California en gran medida desprovista de vagabundos. Por aquel entonces, California era un paraíso relativo, marcado por una sensación de ley y orden.  

Campamentos de personas sin hogar

CaliforniaEl futuro de los sin techo sólo empeorará si no cambiamos las políticas. ARCHIVO: La ciudad de Berkeley, California , ha sido demandada por varias empresas por no retirar los campamentos de personas sin hogar. (TRIBUNAL SUPERIOR DEL ESTADO DE CALIFORNIA CONDADO DE ALAMEDA)

Pero, ¿no dijo Cristo: "Los pobres estarán siempre con nosotros"? Sé que los años 70 estaban llenos de pobres: yo era uno de ellos. Casi todos los que conocía eran pobres. Sin embargo, podíamos pasear por el centro de la ciudad sin toparnos con indigentes. Existía la delincuencia, pero la policía estaba facultada para proteger a las comunidades. Las playas eran lugares de belleza, no campamentos llenos de suciedad y desesperación. 

¿Por qué? ¿Qué cambió? En mi opinión, fue una decisión consciente de hacer del sinhogarismo una opción viable, subvencionando económicamente el estilo de vida de los sin techo, eliminando leyes que mantenían las comunidades seguras y limpias, normalizando la adicción y desestigmatizando la vagancia (utilizando el lenguaje contundente de los años 70). En mi imaginación, el fantasma no emitiría ningún juicio, sino que me dejaría sacar mis propias conclusiones. 

¿Me mostraría el Fantasma de las Navidades Presentes los campamentos oscuros y peligrosos, plagados de violaciones, violencia y desesperanza? Creo que sí. ¿Pero culparía a los que están atrapados en este infierno, o a los políticos? ¿Me mostraría los acuerdos entre bastidores y los contratos de desarrollo que sostienen el complejo industrial de los sin techo, un sistema en el que unos pocos elegidos se benefician de 25.000 millones de dólares de fondos malgastados mientras el problema no hace más que empeorar, dejando a las ONG pidiendo más?  

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¿Miraría el Espíritu a los desdichados y diría: "No me culpes de esta miseria. Es obra del hombre"? ¿Señalaría a la gente que agoniza en las aceras y diría: "Veo una tienda vacía. Si estas políticas no cambian, éste será su destino"? ¿Me mostraría las mesas de las cenas de Navidad en las que la gente ríe, sacude la cabeza y lamenta la autodestrucción de California? 

El fantasma final, como el de Scrooge, sería el que más temería. Me mostraría un California en el que las ciudades son inhabitables y los residentes se dispersan por la nación como refugiados. Revelaría una anarquía sin ley en las calles, donde las agresiones sexuales y las muertes por sobredosis son resultados predecibles y aceptados. Mostraría tiendas cerradas, hospitales invadidos y espacios públicos inseguros. Me llevaría a las ruinas del hogar donde nací. Y, con su mano esquelética, señalaría en silencio lugares como Haití, previniéndome de lo que nos espera. 

Mi deseo de Navidad es que los verdaderos destinatarios de tales embrujos sean los responsables políticos de esta crisis. Que se despierten la mañana de Navidad con una nueva visión y vitalidad, que dé prioridad al bienestar de todos los californianos por encima de la codicia y las ideologías fracasadas.  

Si yo fuera Dickens, escribiría un final en el que el complejo industrial de los sin techo fuera desmantelado y sustituido por soluciones eficaces. Y lo que es más importante, escribiría un final feliz para las personas atrapadas por la falta de vivienda y la adicción, no permitiéndolas, sino aplicando leyes que impidan vivir en la calle al tiempo que proporcionan, y a veces exigen, un tratamiento adecuado. Vería cómo los municipios recuperan las herramientas para limpiar sus ciudades e invertir las políticas que han hecho que California sea cada vez más inhabitable. 

¿Por qué? ¿Qué cambió? En mi opinión, fue una decisión consciente de hacer de los sin techo una opción viable, subvencionando económicamente el estilo de vida de los sin techo, eliminando leyes que mantenían las comunidades seguras y limpias, normalizando la adicción y desestigmatizando la vagancia (utilizando el lenguaje contundente de los años 70). 

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Al reflexionar sobre esto, veo una desconexión entre los pobres y los sin techo de la Inglaterra victoriana y la crisis a la que nos enfrentamos hoy. En 1843, no había red de seguridad y las opciones eran escasas. Creo que los pobres de Dickens habrían aceptado los refugios modernos, las oportunidades de trabajo y los programas de rehabilitación, no porque fueran mejores personas, sino porque las duras condiciones lo exigían. "¿No hay pobres? ¿No hay casas de trabajo? Muchos preferirían morir antes que ir allí", decían. Ésta era su cruda realidad. 

Hoy, sin embargo, nuestra obligación para con los pobres y los sin techo debe ir acompañada de su obligación de participar en su propia recuperación. El verdadero Scrooge de esta historia es la clase política que ha impuesto a los californianos un experimento social fracasado, un fracaso se mire por donde se mire. Que todos veamos la verdad para que podamos proclamar: "Que Dios nos bendiga a todos".