Los estadounidenses siempre han tenido diferencias políticas, pero en los últimos años esos desacuerdos han derivado en ataques personales vitriólicos e incluso en violencia. La orgullosa tradición del debate abierto y animado -piedra angular de nuestra democracia- se está convirtiendo en una fuerza destructiva.
Las elecciones de 2024 han amplificado esta tendencia, ya que los candidatos de todos los niveles prefieren el enfrentamiento al intercambio de ideas. Sus mensajes son pregonados por las organizaciones de noticias, los algoritmos de las redes sociales y las cámaras de eco partidistas.
Aunque podamos esperar que los funcionarios y las instituciones recién elegidos pasen página, es poco probable. Hay demasiado en juego para que abandonen su estrategia de apelar exactamente a lo contrario de lo que el presidente Abraham Lincoln llamó "los mejores ángeles de nuestra naturaleza".
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Por muy tentador que sea enterrar la cabeza en la arena, no podemos desentendernos; ese enfoque es tan fatal para la democracia como los ataques venenosos. La verdadera solución reside en centrarnos en lo que podemos cambiar: nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene un poder único: la capacidad de conectar con los demás y fomentar relaciones significativas y profundas. Si ejercemos este poder, podemos curar las divisiones de nuestro país, ciudadano a ciudadano.
Un problema arraigado en la soledad
Para entender cómo el fomento de las relaciones puede sacarnos del pozo negro del discurso político, tenemos que ver cómo hemos llegado a este lugar. Comienza con la epidemia de soledad que actualmente recorre el país.
Las investigaciones muestran que más de uno de cada tres adultos a partir de 45 años afirma sentirse solo con regularidad, mientras que un alarmante 60% de los más jóvenes dice sentirse crónicamente solo. El Cirujano General de EE.UU., Vivek Murthy, advierte de que la soledad aumenta el riesgo de enfermedades cardiacas, ictus y demencia. También influye negativamente en nuestro discurso cívico.
No es sorprendente que nos encontremos aquí. Gran parte de la infraestructura social en la que solíamos confiar para encontrar amigos está disminuyendo. Los clubes sociales, las ligas recreativas y los grupos de aficiones son mucho menos comunes, y la asistencia a la iglesia ha disminuido significativamente.
Estas instituciones han sido sustituidas por una tecnología que prometía conexión, pero que nos ha dejado aún más desconectados y enfadados. Mirando fijamente a las pantallas, nos congregamos en espacios digitales repletos de usuarios anónimos y comisariados por algoritmos que dan prioridad a la indignación y la queja sobre la conexión auténtica.
El resultado es un círculo vicioso de vitriolo y soledad.
Romper el ciclo
Dado que es poco probable que los políticos, los medios de comunicación o cualquier institución externa moderen la retórica, nosotros -como individuos- debemos asumir la responsabilidad. La buena noticia es que no es una tarea difícil. Sólo tenemos que dedicar tiempo a encontrar amigos y cultivar esas relaciones.
Es decir, tenemos que utilizar nuestro poder, esa capacidad especial e innata que todos tenemos para conectar con otras personas de forma significativa.
El proceso comienza colgando los teléfonos y saliendo al hermoso mundo analógico. Asiste a actos locales, hazte voluntario y conoce a tus vecinos. Estas sencillas interacciones abrirán la puerta a nuevas oportunidades de amistad.
En lugar de buscar en qué te diferencias de otra persona, busca lo que tenéis en común. Puede ser tener hijos en el mismo curso, retos laborales, historias divertidas o incluso el tiempo que hace.
Te encontrarás con personas con las que no estés de acuerdo políticamente. Cuando lo hagas, practica un poco de empatía. Ponte en el lugar de la otra persona e intenta comprender su postura. Escucha para comprender, no sólo para pensar tu respuesta.
Reconoce también que nadie tiene todas las respuestas. Sé curioso, haz preguntas e indaga en las razones de las opiniones divergentes. Pregúntale a cualquier niño en edad escolar: Un poco de humildad hace mucho por forjar relaciones y aprender.
Invertir en relaciones
Una vez que te han presentado a gente nueva, debes trabajar para mantener y desarrollar esa amistad. No sucederá por sí sola.
Recuerda: La negligencia es venenosa para las amistades. Y he visto que la mayoría de las amistades se marchitan simplemente porque la gente estaba demasiado ocupada para mantenerse en contacto. He resuelto este problema llevando un calendario con una lista de todas las personas con las que quiero ponerme en contacto en un día concreto.
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Mi calendario de conexiones incluye todas las citas para comer y cenar que cabría esperar. Pero va más allá. Planifico interacciones tan sencillas como enviar un mensaje de texto o un correo electrónico para saber cómo están mis amigos. Un simple "sólo pensaba en ti" y "¿cómo te va?" es suficiente para mantener vivas las relaciones.
Los pequeños actos de amabilidad también ayudan. Ofrécete a escuchar o a llorar en un momento de necesidad. Sorprende a tus amigos con gestos inesperados de gratitud y apoyo.
Podemos reconstruir nuestra vida cívica, amistad a amistad.
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Tomando prestado de nuevo a Lincoln, nuestros vecinos son nuestros amigos, no nuestros enemigos. Debemos ser amigos. Nuestra democracia depende de nuestra capacidad para respetar y coexistir con quienes tienen opiniones diferentes. Esto no significa abandonar nuestros valores; más bien, significa aferrarnos a ellos al tiempo que adoptamos los principios básicos del respeto, la empatía y la amabilidad.
Las divisiones de nuestro país no se curarán de la noche a la mañana. Hará falta mucho trabajo para devolver el civismo a la vida cívica, y es nuestro trabajo como individuos utilizar nuestro poder y llevar al país por el buen camino.