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El 13 de diciembre, el Tribunal Supremo de EE.UU. anunció que escucharía un caso para impugnar las acciones de la FDA para eliminar las salvaguardias de sentido común para las mujeres y niñas que toman los fármacos abortivos químicos mifepristona y misoprostol. Fue presentado por mi organización, otras tres y cuatro médicos a través de nuestros abogados de Alliance Defending Freedom.

El 13 de diciembre, el Tribunal Supremo de EE.UU. anunció que conocería de un caso presentado por mi organización, otras tres y cuatro médicos a través de nuestros abogados de Alliance Defending Freedom para impugnar las medidas de la FDA de eliminar las salvaguardias de sentido común para las mujeres y niñas que toman los fármacos abortivos químicos mifepristona y misoprostol. La decisión del tribunal podría ser un paso importante para proteger a las mujeres y niñas de todo el país de los peligros extremos de estos fármacos, algo que la FDA no ha hecho en las dos últimas décadas.

Como ejemplo del daño que ya se ha producido, un amigo y colega ginecólogo obstetra hospitalista compartió recientemente la trágica experiencia de una paciente a la que trató hace unos meses. Giselle, llamémosla así, se quedó embarazada y optó por someterse a un aborto químico con mifepristona y misoprostol. Su clínica le dijo que esperara un par de días de calambres, hemorragias y expulsión del contenido del útero en coágulos, nada más. 

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Poco después de comenzar el aborto, un dolor agudo se apoderó de su abdomen, pero sin hemorragia ni coágulos. Tras varios días en los que sólo empeoraba el dolor, Giselle llamó repetidamente a la clínica. Pero el personal se limitó a decirle que sus síntomas eran normales y, en un atroz acto de negligencia, le negó un examen de seguimiento. 

Píldoras abortivas

ARCHIVO: Cajas del medicamento mifepristona en una estantería del Centro de la Mujer de West Alabama en Tuscaloosa, Alabama, el 16 de marzo de 2022. (AP Photo/Allen G. Breed, Archivo)

Giselle siguió agonizando durante dos semanas, hasta que su tensión arterial descendió a niveles peligrosos y la llevaron de urgencia al hospital. Durante la operación abdominal de urgencia, mi amiga descubrió el origen del dolor de Giselle: la rotura de un embarazo ectópico. Le había dañado gravemente la pelvis, que estaba llena de pus y tejido cicatricial. Necesitó dos hospitalizaciones de una semana y tardó mucho más en recuperarse emocionalmente.

Dado que la rotura ectópica es una emergencia potencialmente mortal y algo que todo obstetra bien formado sabe reconocer, es desconcertante que el abortista de Giselle no hiciera más para evitar esta complicación casi mortal. Por desgracia, resultados como el suyo son previsibles.

Las salvaguardias en torno a los fármacos abortivos químicos eran mínimas para empezar, pero ahora son casi inexistentes. Por ejemplo, la FDA nunca ha exigido a los abortistas que realicen una ecografía antes de iniciar el aborto químico de una paciente. Hoy en día, permite que estos fármacos se obtengan por Internet y se entreguen por correo, sin que la mujer ni siquiera interactúe en persona con un profesional médico.

La ecografía es la única forma de confirmar la edad gestacional y descartar definitivamente un embarazo ectópico, que se produce en uno de cada 50 embarazos y que los fármacos abortivos no pueden tratar. Una paciente con un embarazo ectópico no diagnosticado creerá que sus síntomas son efectos secundarios normales de su aborto químico y será menos probable que busque ayuda rápidamente. Ése es el escenario en el que se encontró Giselle, uno que ya ha matado a mujeres antes. 

Sin embargo, la FDA está empeñada en erosionar las salvaguardias que podrían evitar muchas complicaciones como ésta. Durante una vista celebrada en mayo sobre la demanda que ahora se encuentra ante el Tribunal Supremo, se preguntó a la asesora jurídica de la FDA cómo se examinaba a las mujeres para detectar un embarazo ectópico cuando obtenían estos fármacos por Internet. Respondió que a las mujeres se les hacen preguntas, como "si tienen dolor en el hombro".  

Como médico que ha atendido a cientos de mujeres con embarazos ectópicos, me sorprendió esta respuesta. El dolor de hombro en una mujer con un embarazo ectópico significa que tiene el abdomen tan lleno de sangre que le irrita el diafragma y le produce dolor en el hombro. En ese momento, estaría a punto de morir. Las mujeres de este país -mis pacientes, tus hijas- se merecen mucho más que esta atención de mala calidad. 

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Identificar erróneamente una rotura ectópica no es la única complicación posible del aborto químico. Una de cada cinco mujeres que se someten a un aborto químico sufrirá complicaciones como hemorragias e infecciones, una cifra nada despreciable si se tiene en cuenta que, hoy en día, más del 50% de los casi 900.000 abortos que se producen cada año en Estados Unidos se realizan mediante estos fármacos.

La supresión de las visitas en persona de las mujeres antes y después de tomar fármacos abortivos químicos es una mala praxis, y los médicos de urgencias están viendo las consecuencias.  

Dado que la rotura ectópica es una emergencia potencialmente mortal y algo que todo obstetra bien formado sabe reconocer, es desconcertante que el abortista de Giselle no hiciera más para prevenir esta complicación casi mortal. Por desgracia, resultados como el suyo son previsibles. 

El médico de Giselle, que atiende a menos del 10% del volumen total de mujeres del servicio de urgencias de su hospital, cuenta que sólo el año pasado atendió a no menos de 11 mujeres que sufrieron complicaciones importantes tras un aborto químico, mujeres que quedaron traumatizadas e incluso quedaron estériles por estos fármacos. Mis colegas y yo hemos atendido a pacientes que sufrían sepsis, hemorragias, lesiones renales agudas y mucho más. 

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Estas terribles experiencias ponen de relieve la urgente necesidad de proteger a las mujeres y niñas de estos peligrosos fármacos, ofreciendo cierto consuelo a mujeres como Giselle al garantizar que nadie más tenga que soportar lo que ellas sufrieron.

Mientras esperamos la vista del Tribunal Supremo y su posterior fallo sobre este caso, es hora de abogar por un sistema sanitario que anteponga la seguridad del paciente a las agendas ideológicas. Las historias de quienes han sufrido subrayan la necesidad de un enfoque compasivo e integral de la asistencia sanitaria a las mujeres, que garantice que sus vidas se valoran y protegen. Mis pacientes no merecen menos.