James Carafano: La nueva ley china de seguridad de Hong Kong: 4 preocupaciones que deberían inquietar a los estadounidenses

Al ir a por Hong Kong, Pekín está destrozando su credibilidad internacional.

Pues ESO no ha tardado mucho. Menos de un día después de que Pekín aprobara una amplia medida de "seguridad nacional" para reprimir las protestas en Hong Kong, la policía de la isla efectuó su primera detención en virtud de la nueva ley. ¿El "delito" del hombre? Se había atrevido a exhibir una bandera independentista.

Demasiado para la libertad. Demasiado para confiar en que China cumplirá sus acuerdos.

Cuando los británicos devolvieron la isla a China en 1997, el gobierno comunista aceptó una "Ley Básica" que respetaba las libertades políticas y económicas de que disfrutaba el pueblo de Hong Kong cuando formaba parte de la Commonwealth. El compromiso se denominó "un país, dos sistemas".

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Ese acuerdo duró décadas. Sin duda fue una bendición para la población de Hong Kong. Por ejemplo, durante más de dos décadas la isla ocupó el primer puesto en el Índice Global de Libertad Económica de la Fundación Heritage, un logro increíble.

En los últimos años, la agresiva política exterior de China ha ido acompañada de un decidido esfuerzo por extender su poder interno. Ello ha incluido desde el rebaño de cerca de un millón de uigures en campos de "reeducación" hasta la calificación del comportamiento de sus ciudadanos y el recorte de las libertades políticas de Hong Kong.

Si el resto del mundo no se compadece de la minoría uigur, al menos debería alarmarse por su desprecio de la "Ley Básica". Después de todo, no se puede confiar en que un régimen que abandona fácilmente sus compromisos con su propio pueblo cumpla sus promesas al resto del mundo.

La población de Hong Kong respondió a la derogación de la ley por parte de China con grandes protestas públicas. La respuesta de Pekín fue redoblar la represión. La nueva ley pretende claramente dar a Pekín la autoridad directa y las herramientas necesarias para erradicar la disidencia política y las manifestaciones públicas.

La ley plantea cuatro cuestiones muy preocupantes. En primer lugar, afirma que Pekín tiene potestad tanto para definir los delitos penales como para aplicarlos directamente. Esos delitos incluyen la subversión, el terrorismo y la connivencia con extranjeros. Se trata básicamente de un cheque en blanco para categorizar cualquier protesta como amenaza para la seguridad nacional.

En segundo lugar, la China continental creará una oficina de seguridad nacional en Hong Kong para ocuparse de los delitos contra la seguridad nacional. Esto proporcionará al Partido Comunista Chino una plataforma que le permitirá imponer directamente su voluntad al pueblo de Hong Kong si fuera necesario.

En tercer lugar, la ley autoriza el envío de sospechosos a la China continental para ser juzgados, algo sobre lo que los demócratas de Hong Kong llevan mucho tiempo advirtiendo. Ahora, todos los hongkoneses se van a la cama sin saber si serán detenidos en mitad de la noche y despertarán en una celda de hormigón en el continente, para no volver a ser vistos por sus familiares y amigos.

En cuarto lugar, el alcance de la ley se extiende a los extranjeros. Las personas de cualquier parte del mundo que ofendan de algún modo al régimen comunista deben tener cuidado de no poner un pie en Hong Kong. Si lo hacen, también pueden ser detenidos y enviados al continente.

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Lo que aún no está claro es cómo interactuará exactamente la oficina de seguridad nacional con la policía de Hong Kong. Podría haber, por ejemplo, cooperación operativa, con las autoridades continentales sumándose a las redadas y detenciones. Sin duda, habrá más intercambio de inteligencia y supervisión. Como mínimo, esto tendrá un profundo efecto amedrentador sobre los organizadores de la disidencia y la protesta. La libertad de expresión no tiene mucho futuro, ya que el miedo a la persecución y el castigo aumentará sin duda.

Sin duda, ese acto y la aplicación de la ley marcan el fin de un país, dos sistemas. Adiós a los compromisos internacionales de Pekín de mantener ese acuerdo.

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Sin duda, el pueblo de Hong Kong se levantará y seguirá exigiendo las libertades de las que disfruta desde hace mucho tiempo, las libertades que Pekín se comprometió a respetar. Los estadounidenses debemos ayudar a este pueblo amante de la libertad en lo que podamos y exigir responsabilidades a China por sus fechorías.

El gobierno estadounidense está trabajando, con razón, en las implicaciones jurídicas de la determinación del Secretario de Estado Pompeo de que Hong Kong ya no es autónoma de la China continental. Algunas de esas piezas ya están encajando. Por ejemplo, el día en que Pekín aprobó la ley, la administración Trump anunció que iba a añadir nuevas restricciones a la venta de material de defensa y determinados productos de alta tecnología a Hong Kong.

Las acciones de China afectarán prácticamente a todas las relaciones entre Estados Unidos y la isla. La cooperación policial, por ejemplo, será mucho más difícil. Ya no podemos dar por sentado que las peticiones de ayuda de las autoridades de Hong Kong son legítimas; podrían estar cumpliendo el mandato de Pekín de reprimir a los disidentes.

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Por desgracia, algunas de nuestras respuestas a la perfidia de China harán la vida más difícil a la población de Hong Kong. Deberíamos intentar evitarlo en ámbitos como la mayoría del comercio, donde Hong Kong seguirá funcionando de forma autónoma y donde las restricciones estadounidenses perjudicarán más a los hongkoneses que a los continentales. Pero a cierto nivel, ese tipo de daño involuntario no puede evitarse. En cuyo caso, es importante seguir centrados en quién es el responsable de esta situación: el imprudente y opresivo régimen de Pekín.

Al ir a por Hong Kong, Pekín está destrozando su credibilidad internacional. Estados Unidos puede ayudar al pueblo de Hong Kong poniendo en evidencia ante el mundo el deshonroso comportamiento del Partido Comunista Chino. Al final, la única esperanza de Hong Kong puede ser un mundo que despierte ante el peligro global que representa el régimen.

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