La Navidad significa que Dios tiene un perro en nuestra lucha

Cada preocupación de la humanidad es también una preocupación personal de Dios

Los días previos a la Navidad -inclusoen medio de una pandemia- son un torbellino de actividad social y comercial. 

Pero lo cierto es que la Navidad no empieza hasta el día de Navidad. Prueba esto en tu reunión navideña: pregunta a la gente si los 12 días de Navidad son antes o después del 25 de diciembre. Gran parte de esto habla de la continua secularización de un día esencialmente religioso.

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NUEVA YORK - 24 DE DICIEMBRE: Los compradores de última hora compran durante las pocas horas que quedan de compras en Nochebuena, el 24 de diciembre de 2004, en Macy's, en Nueva York. Los minoristas que sufren con las decepcionantes ventas de temporada esperan obtener un aumento de las ventas debido a las compras navideñas de última hora. (Foto de Stephen Chernin/Getty Images) (Stephen Chernin/Getty Images))

Sin duda, la gente en los bancos escuchará, como muchos hacen cada año, sermones que condenan el "materialismo" de esta época. Y aunque esos homilistas parecen tener las intenciones morales correctas, hay algo que incluso los más devotos defensores de la Navidad pueden estar pasando por alto, que tiene que ver precisamente con la dimensión material de la Navidad.

La Navidad también se conoce como la Fiesta de la Encarnación, que literalmente significa la encarnación del que es "Dios con nosotros", Emanuel o Jesucristo. El significado teológico más profundo de esta celebración es la reiteración de la bondad del mundo material que surgió en la creación "de la nada" por mandato de Dios todopoderoso en primer lugar. Puede describirse como la reapropiación de este mundo físico por el Creador mediante la venida de su Hijo como uno de nosotros en todo menos en el pecado.

Una unidad de seguridad nacional palestina se despliega en la Plaza del Pesebre, junto a la Iglesia de la Natividad, tradicionalmente considerada por los cristianos el lugar de nacimiento de Jesucristo, antes de Navidad, en la ciudad cisjordana de Belén, miércoles 23 de diciembre de 2020. (AP Photo/Nasser Nasser)

Ese concepto puso en marcha una trayectoria significativa en la historia de las ideas. La religión que inició no es abstracta; es concreta. No es una gracia ofrecida "adiós, en el cielo". No es una versión mesiánica de E.T., que viene de otro planeta para salvar a un pueblo alienígena de sí mismo.

Por el contrario, es uno "que viene a los suyos", nacido de una hija de Eva - "bendita entre las mujeres"- que es ella misma un Arca de la Alianza pura e incontaminada, en la que está contenida la gloria misma de Dios. Es a través de su misma acción humana como Él se tabernacula entre nosotros, como nos dice el prólogo del Evangelio de San Juan. En esta acción, Dios reclama toda la actividad humana, de modo que cada preocupación de la humanidad es también su preocupación personal: Toda miseria, toda alegría, toda esperanza, toda empresa es suya. Incluso podría decirse que Dios tiene un perro en nuestra lucha.

Este abrazo total del mundo significa que todo lo relacionado con la historia humana -la cultura, la literatura, la música, la arquitectura, las finanzas o cualquier otro empeño- puede convertirse en la ocasión de un encuentro con Dios. El significado de la Encarnación es que Cristo no sólo se encuentra en un pesebre, sino en cada pantalla de ordenador, en los laboratorios, en los grandes almacenes, en las naves espaciales, en los parqués de las bolsas de valores e incluso -sorpresa, sorpresa- en el Congreso.

Todo ello explica la monumental contribución que el cristianismo ha hecho a la historia de las ideas, en la ciencia, en la asistencia médica, en la empresa, y mucho más. Esto, a su vez, impone una gran carga a quienes profesan el nombre de cristianos para que asuman su trabajo cotidiano no como una mera preocupación utilitaria, sino como una vocación trascendente. Si Cristo es realmente Emmanuel, entonces debe estar con nosotros en este tiempo y lugar, no sólo más allá del arco iris. Está con nosotros tanto en el coro cantando himnos como con una madre en la guardería cambiando los pañales a su bebé.

El problema del materialismo es que no reconoce los núcleos eternos incluso en los momentos más mundanos de la vida. Se conforma con lo material e ignora lo trascendente. Así pues, la Navidad no es comercial, aunque sea un intercambio del amor de Dios. Es eterna.

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Desde esta perspectiva, podemos transformar el acto aparentemente sencillo de dar y recibir regalos en actos de homenaje y adoración, como hicieron los Magos de antaño cuando buscaron al que vino a reflejarnos la eternidad escrita en nuestros corazones. Qué propio de Dios es revelar al hombre ante sí mismo, que es, al fin y al cabo, lo que hace la Navidad.

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Cuando te reúnas con tu familia en este tiempo santo, o incluso si te encuentras con que debes trabajar un turno más en el hospital o estás aislado de algún modo de los demás, debes saber que, porque Dios vio en ti algo de gran valor eterno, envió a su Hijo para hacer de ti -de cada uno de nosotros- un esplendor inmortal.

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