Disney, una de las empresas de entretenimiento más emblemáticas del mundo, se ha visto recientemente envuelta en una controversia legal que ha puesto de relieve los peligros de las tácticas legales extralimitadas. El caso afecta a Jeffrey Piccolo, que ha demandado a Disney y a los operadores de un restaurante de Disney Springs por la muerte por negligencia de su esposa, la Dra. Kanokporn Tangsuan, tras una grave reacción alérgica.
En un giro sorprendente, Disney intentó inicialmente llevar el caso a arbitraje, citando una cláusula de los términos y condiciones de su servicio de streaming Disney+, al que Piccolo se había suscrito brevemente en 2019. Tras una reacción pública, Disney retiró su demanda, permitiendo que el caso siguiera adelante en los tribunales. Sin embargo, este episodio ilustra un peligro más amplio para Disney: el efecto Streisand.
El efecto Streisand se refiere a un fenómeno en el que los intentos de ocultar o suprimir información sólo conducen a una mayor atención pública. Tiene su origen en un incidente de 2003 en el que Barbra Streisand intentó evitar que se publicaran fotografías aéreas de su casa. Sus esfuerzos legales, en lugar de mantener las fotos en secreto, atrajeron la atención del público y de los medios de comunicación.
En el caso de Disney, el intento de trasladar la demanda a un arbitraje privado, lejos del escrutinio público, resultó contraproducente de forma similar. En lugar de evitar la publicidad negativa, la empresa se encontró en el centro de una creciente controversia, ya que el público reaccionó enérgicamente contra lo que parecía un intento de eludir la responsabilidad. La reacción del público subrayó los riesgos de las tácticas legales agresivas, sobre todo cuando entran en conflicto con la imagen pública cuidadosamente elaborada de una empresa."
Los expertos jurídicos no tardaron en criticar el planteamiento de Disney. La idea de que darse de alta en un servicio de streaming pudiera impedir a alguien interponer una demanda por homicidio culposo no sólo parecía poco convincente desde el punto de vista jurídico, sino también éticamente cuestionable. Se consideró que Disney estaba sobrepasando los límites del derecho contractual al argumentar que aceptar las condiciones de Disney+ significaba aceptar el arbitraje de cualquier litigio relacionado con la empresa, por muy ajeno que fuera. Esta maniobra legal olía a extralimitación empresarial y provocó una importante reacción pública.
Las protestas no se hicieron esperar, y muchos consideraron las acciones de Disney como un intento de impedir que un afligido marido tuviera su día en los tribunales. La percepción de que un gigante de los medios de comunicación intentaba protegerse de la responsabilidad explotando una cláusula de arbitraje no relacionada no sentó bien al público.
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En respuesta a la reacción, Josh D'Amaro, presidente de Parques, Experiencias y Productos Disney, emitió una declaración en la que reconocía la delicada naturaleza de la situación y anunciaba que Disney no seguiría adelante con el arbitraje. En su lugar, la empresa accedió a permitir que el caso siguiera adelante en los tribunales, con la esperanza de acelerar una resolución para la afligida familia.
Aunque puede que esta marcha atrás pretendiera frenar la publicidad negativa, el daño ya estaba hecho. El incidente no sólo generó mala prensa para Disney, sino que también suscitó preocupaciones más amplias sobre las prácticas de arbitraje de las empresas.
El caso puso de relieve la posibilidad de que las empresas hagan un uso indebido de las cláusulas de arbitraje que puede no servir a los intereses de los consumidores o, en este caso, de las víctimas de circunstancias trágicas. Al tratar de mantener el asunto fuera de la atención pública, Disney atrajo inadvertidamente aún más atención sobre él, subrayando los riesgos del efecto Streisand.
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Para Disney, cuya marca se basa en la integridad y los valores familiares, la óptica de esta maniobra legal fue especialmente perjudicial. La desconexión entre la imagen que proyecta Disney y la realidad de sus estrategias jurídicas podría tener consecuencias a largo plazo para su reputación. Este caso sirve de recordatorio de que en la era digital, donde la información se difunde rápidamente y la opinión pública puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, la línea que separa la protección de los intereses empresariales y el mantenimiento de una imagen pública positiva es cada vez más tenue.
Las lecciones de este incidente van más allá de Disney. Para cualquier empresa, el equilibrio entre la prudencia legal y la percepción pública es crucial. La presión inicial de Disney en favor del arbitraje se percibió como un intento de eludir la responsabilidad, más que como un auténtico esfuerzo por resolver el conflicto de forma justa. A medida que Disney avance, debe ser consciente de las implicaciones más amplias de sus estrategias jurídicas y adoptar un enfoque más transparente para mantener la confianza de su público.