DR. NICOLE SAPHIER: El alarmante aumento de este cáncer en mujeres jóvenes requiere un enfoque sorprendente

El riesgo de cáncer aumenta en las mujeres jóvenes cuando retrasan la maternidad

Durante mucho tiempo se ha considerado que el cáncer de mama era una enfermedad que afectaba principalmente a las mujeres mayores, pero datos alarmantes revelan una prevalencia creciente entre las mujeres más jóvenes. Aunque los avances en el diagnóstico médico por imagen y la detección precoz han arrojado luz sobre este cambio, las tendencias sociales más profundas -en concreto, el descenso de las tasas de natalidad, el retraso de los embarazos y el menor énfasis en la lactancia materna- también desempeñan un papel importante. Estos cambios, a menudo vistos a través de la lente del progreso, merecen un examen más detenido cuando se considera su impacto en la salud de la mujer. 

Descenso de la natalidad y retraso del embarazo 

Uno de los cambios sociales más significativos de las últimas décadas ha sido el descenso de la natalidad. En Estados Unidos, la tasa de natalidad descendió de 118 nacimientos por cada 1.000 mujeres en 1960 a unos 58 en 2021, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).  

Las mujeres también esperan más tiempo para tener hijos, y la edad media de las madres primerizas ha aumentado de 21 años en 1970 a 30 en algunas zonas urbanas en la actualidad. Aunque este retraso permite a las mujeres dedicarse a sus carreras y a su crecimiento personal, también se correlaciona con un mayor riesgo de cáncer de mama. 

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Las investigaciones demuestran que tener hijos a una edad más temprana tiene un efecto protector contra el cáncer de mama. Los embarazos precoces reducen la exposición de la mujer a lo largo de su vida a los estrógenos, una hormona relacionada con ciertos cánceres de mama. Una exposición prolongada -debida a un menor número de embarazos o al retraso de la maternidad- puede elevar el riesgo. 

El cáncer de mama está aumentando entre las mujeres jóvenes. Y hay algunas formas tradicionales que pueden limitar el riesgo. (javi_indy)

De hecho, un estudio publicado en The Lancet Oncology puso de relieve este riesgo al informar de que las mujeres que tuvieron su primer hijo después de los 35 años se enfrentaban a un mayor riesgo de cáncer de mama en comparación con las que dieron a luz antes de los 25 años. 

Beneficios infravalorados de la lactancia materna 

La lactancia materna, a menudo eclipsada en los debates sobre salud pública, ofrece notables beneficios protectores contra el cáncer de mama. Las mujeres que amamantan experimentan niveles de estrógeno más bajos a lo largo de su vida, ya que la lactancia suprime la ovulación durante periodos prolongados. El Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer estima que la lactancia materna durante al menos 12 meses reduce el riesgo de cáncer de mama en aproximadamente un 4% por cada 12 meses de lactancia.  

El bajo riesgo de cáncer es sólo uno de los muchos beneficios de la lactancia materna para las madres y sus hijos. Sin embargo, las tasas de lactancia materna en muchos países siguen estando por debajo de los niveles óptimos, con barreras como las políticas en el lugar de trabajo, los estigmas culturales y la falta de apoyo que disuaden a las mujeres de amamantar durante más tiempo. Además, las mujeres simplemente deciden no dar el pecho por preferencias de estilo de vida. Es cierto, como madre que amamantó a tres hijos, dar el pecho es duro. 

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Sin embargo, la infravaloración social de la lactancia materna refleja un problema más amplio: el énfasis insuficiente en sus beneficios para la salud a largo plazo. Las campañas de salud pública suelen centrarse en las ventajas inmediatas para los lactantes, pero pasan por alto su importancia para reducir el riesgo de cáncer materno. 

Aunque ningún factor por sí solo explica el aumento del cáncer de mama entre las mujeres más jóvenes, el descenso de las tasas de natalidad, el retraso de los embarazos y la reducción de la lactancia materna contribuyen colectivamente a esta tendencia. 

Para hacer frente a la creciente prevalencia del cáncer de mama y promover la salud general de la mujer, necesitamos un cambio cultural que celebre la capacidad de la mujer para tener hijos y formar una familia, en lugar de enmarcarlo en el miedo y la ansiedad. La sociedad suele hacer hincapié en los retos de la paternidad -sacrificios de la carrera, tensión económica, exigencia física e incluso cambio climático- mientras infravalora los profundos beneficios para la salud y la sensación de plenitud que se derivan de la maternidad.  

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Empoderar a las mujeres para que acepten sus opciones reproductivas requiere remodelar la narrativa para destacar los puntos fuertes y las recompensas de la paternidad, al tiempo que se abordan las barreras sistémicas. Las familias deben tener acceso a alimentos asequibles y ricos en nutrientes, a una vivienda segura y a una asistencia sanitaria completa, garantizando que los embarazos sanos, la lactancia materna y el bienestar a largo plazo sean alcanzables para todos. Es hora de que creemos una cultura y una política que eleven a las mujeres en lugar de disuadirlas de tener hijos.  

A medida que la sociedad evoluciona, también lo hacen sus retos sanitarios. El aumento del cáncer de mama entre las mujeres jóvenes es un claro recordatorio de que nuestras decisiones -tanto individuales como colectivas- determinan la salud pública. Aunque nunca deben menoscabarse los avances en la capacitación de la mujer, es vital equilibrar estos avances con una comprensión informada de sus posibles contrapartidas para la salud. Sólo entonces podremos trabajar hacia un futuro en el que se dé prioridad a la salud de la mujer en todas las etapas de la vida. 

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