La forma de acabar con esta epidemia violenta que causa estragos en las ciudades de EE.UU.

Cinco miembros de una banda fueron condenados por asesinar a una niña de 10 años, mientras continúa la crisis de delitos violentos

Como antiguo fiscal de los Estados Unidos y fiscal general en funciones dedicado a defender los principios de la justicia y a garantizar la seguridad pública, am me veo obligado a abordar un asunto profundamente preocupante que ha asolado nuestras comunidades: la creciente ola de violencia de las bandas. Con profunda preocupación, condeno el reciente aumento de las actividades delictivas, que amenaza el tejido mismo de nuestra sociedad y la seguridad de nuestros ciudadanos.   

La reciente condena de cinco miembros de una banda de Washington D.C. por el brutal asesinato en 2018 de una niña de 10 años, que no hacía más que comer helado frente a su casa, nos recuerda la depravación que subyace en el comportamiento de las bandas de nuestra sociedad.  

Asimismo, el reciente asesinato sin sentido en Washington D.C. de un inmigrante afgano que sirvió junto a nuestros operadores especiales en Afganistán, conmovió el corazón de muchos estadounidenses. Nasrat Ahmad Yar, de 31 años y padre de cuatro hijos, viajaba en el último vuelo estadounidense que salía de Afganistán tras haber trabajado 10 años como intérprete con las Fuerzas Especiales del Ejército.   

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Sobrevivió a los talibanes sólo para ser tiroteado y asesinado en la capital del país. Es insondable y esta lacra de violencia sin sentido debe terminar.  

Nasrat Ahmad Yar, de 31 años, de Alexandria (Virginia), conducía un Lyft en Washington D.C. el lunes cuando le dispararon y murió. (Foto vía FOX 5 Washington DC y GoFundMe)

La violencia de las bandas ha alcanzado proporciones alarmantes, causando estragos en nuestros barrios, provocando miedo e inestabilidad entre los ciudadanos respetuosos de la ley. El FBI calcula que en Estados Unidos operan unas 33.000 bandas callejeras criminales violentas, y con el aumento de la delincuencia violenta en los últimos años se ha convertido en una epidemia.  

Las consecuencias de esta violencia son devastadoras, y se traducen en la pérdida de vidas inocentes, familias destrozadas y un ambiente generalizado de inseguridad comunitaria. No podemos hacer la vista gorda ante esta amenaza creciente; debemos afrontarla de frente, unidos en nuestro compromiso de restaurar la ley y el orden en nuestras calles. 

Como sociedad fundada en el Estado de derecho, debemos reconocer que la violencia perpetrada por las bandas es una afrenta a nuestros valores y a los principios fundamentales que sustentan nuestra nación. Las actividades de las bandas socavan la esencia misma de la comunidad, erosionan la confianza e impiden el desarrollo de barrios prósperos y vibrantes. El Estado de derecho debe prevalecer sobre la anarquía, garantizando la protección de los derechos y la seguridad de todos los ciudadanos. 

Para combatir eficazmente la violencia de las bandas, debemos emplear un enfoque polifacético. En primer lugar, los organismos encargados de hacer cumplir la ley a todos los niveles deben disponer de los recursos y el apoyo necesarios para desarticular y desmantelar estas organizaciones delictivas. La mejora de la recopilación de información, las investigaciones selectivas y los esfuerzos proactivos de la policía de proximidad son vitales para identificar y detener a los miembros de las bandas. 

La colaboración entre las autoridades federales, estatales y locales es primordial para procesar con éxito los delitos relacionados con bandas y garantizar que se haga justicia. Como fiscal federal, vi de primera mano lo fundamental que era la colaboración para garantizar que el sistema de justicia penal pudiera desarrollar los casos más completos contra algunos de los individuos más peligrosos de la sociedad.  

Además, las estrategias de prevención e intervención son cruciales para romper el ciclo de la violencia. Debemos invertir en programas que capaciten a los jóvenes en situación de riesgo, ofreciéndoles alternativas al atractivo de las bandas. La educación, la tutoría y el acceso a oportunidades laborales pueden proporcionar esperanza y un camino hacia un futuro mejor.  

Las organizaciones comunitarias, las iniciativas religiosas y las asociaciones para el cumplimiento de la ley pueden desempeñar un papel fundamental para guiar a las personas vulnerables lejos de las garras de las bandas y hacia un camino de productividad y éxito. 

Además, debemos abordar los factores que contribuyen al crecimiento de la violencia de las bandas. Las disparidades socioeconómicas, las escasas oportunidades educativas y la falta de recursos comunitarios suelen exacerbar las condiciones que hacen que las comunidades sean susceptibles a la influencia de las bandas.  

Las actividades de las bandas socavan la esencia misma de la comunidad, erosionan la confianza e impiden el desarrollo de barrios prósperos y vibrantes. El Estado de derecho debe prevalecer sobre la anarquía, garantizando la protección de los derechos y la seguridad de todos los ciudadanos. 

Abordando estos problemas subyacentes mediante inversiones específicas, podemos hacer frente a estos retos y crear un entorno en el que las bandas tengan dificultades para afianzarse. 

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Por último, como sociedad, debemos cultivar una cultura de intolerancia hacia la violencia de las bandas. Las comunidades deben permanecer unidas, denunciando y rechazando la presencia de bandas en nuestros barrios. La participación activa de los ciudadanos, la cooperación con las fuerzas del orden y el fomento de la confianza entre las comunidades y la policía son esenciales para construir entornos más seguros para todos. 

Pero debemos recordar que, ya sea en Washington D.C. o en cualquier otra gran ciudad de este gran país, los alcaldes electos y los ayuntamientos DEBEN apoyar a los hombres y mujeres de las fuerzas del orden. No debe permitirse que proliferen los fiscales corruptos y otros funcionarios electos que se niegan a procesar a los delincuentes e insisten en aplicar políticas que socavan la seguridad pública y merman la moral de las fuerzas del orden.  

Restablecer el tono público en Estados Unidos de respaldar a los agentes de policía y a los ayudantes del sheriff, así como insistir en que los delincuentes rindan cuentas, debe estar a la vanguardia de los mensajes políticos. También debe estar a la vanguardia de los presupuestos de ciudades y condados. 

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El aumento de la violencia de las bandas representa un peligro claro y presente para nuestras comunidades y para el Estado de derecho. Movilizando los esfuerzos de las fuerzas de seguridad, aplicando estrategias de prevención e intervención, abordando los factores subyacentes y fomentando una cultura de intolerancia hacia la violencia de las bandas, podemos recuperar nuestros barrios y restablecer la paz y la seguridad en nuestra nación.  

Unamos nuestras manos, decididos a proteger nuestras comunidades y a garantizar que todos los ciudadanos y quienes, como Nasrat Ahmad Yar, buscan una vida mejor, puedan vivir el Sueño Americano sin temor a la lacra de una violencia sin sentido. 

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