Gary Shapiro: Trump debería hacer estas cosas para impulsar nuestra economía

Puede que el mayor reto del presidente Trump para la reelección no sea el eventual candidato demócrata, sino una economía con una expansión récord que empieza a ralentizarse.

Los dos últimos presidentes de un solo mandato, George H. W. Bush y Jimmy Carter, perdieron sus intentos de reelección durante periodos de recesión económica. El presidente Bush se enfrentó a una recesión económica que le obligó a subir los impuestos, y el presidente Carter asumió el cargo con la economía mundial en una espiral descendente.

Hoy, las señales apuntan a otra desaceleración económica. La industria automovilística se enfrenta a unas ventas estancadas, ya que los estadounidenses compraron aproximadamente el mismo número de coches el pasado mes de junio que en junio de 2018. Parte de esto puede deberse a los aranceles reales y amenazados del presidente sobre los automóviles y el acero, que no han ayudado a la atonía de las ventas. Los estadounidenses también son cada vez más morosos en el pago de sus automóviles, una posible señal temprana de una economía en dificultades, ya que la deuda total sigue aumentando.

EL PROMETIDO RENACIMIENTO DEL CINTURÓN DEL ÓXIDO SUPONE UN RIESGO PARA LA REELECCIÓN DE TRUMP

El mercado de valores es volátil, y casi la mitad de los directores financieros de Estados Unidos prevén una recesión en el primer semestre de 2020. Los aranceles del 25% impuestos por la administración Trump a las importaciones chinas, la amenaza de aranceles a las importaciones mexicanas, las nuevas amenazas arancelarias a Vietnam y las peleas con nuestros aliados tienen preocupados a los líderes empresariales estadounidenses. Nuestro propio gobierno está provocando costosos cambios en la cadena de suministro, mientras las empresas pierden el tiempo en gestión de crisis, planes de contingencia y abogados.

Además, el presidente sigue atacando a nuestras empresas de Internet, líderes mundiales, en lugar de atesorarlas y tratarlas como joyas de la corona de Estados Unidos. El tiempo y los recursos empleados en defenderse de los ataques de nuestro propio gobierno significan menos tiempo para innovar, crear valor y crear puestos de trabajo en Estados Unidos.

Muchos líderes empresariales temen expresar su preocupación por esta volatilidad, ya que temen las represalias directas e indirectas del presidente. A nadie se le escapa el ejemplo del ex embajador británico en Estados Unidos, al que el presidente degradó públicamente por hacer lo que exigía su trabajo y, en última instancia, dimitió de su cargo. Es cierto que varias políticas de la administración Trump, como la reforma de la legislación fiscal y la flexibilización de normas opresivas, han impulsado un enorme crecimiento económico, ganancias bursátiles y éxito empresarial.

Los presidentes suelen atribuirse el mérito -o desviar la culpa- de las oscilaciones económicas. Pero no hay duda de que la administración Trump merece el mérito de los dos últimos años de fuerte crecimiento. Por ejemplo, en sus ocho años como presidente, Barack Obama se ganó el mérito de un crecimiento modesto, impulsado sobre todo porque Estados Unidos se convirtió en líder de la producción de petróleo mediante la fracturación hidráulica y las exportaciones de gas natural.

Pero al igual que Trump merece crédito por el fuerte crecimiento económico, también se le puede culpar de la próxima recesión, dada su volatilidad en materia de aranceles y relaciones mundiales poco convencionales. La "Recesión Trump" puede formar parte del ciclo empresarial natural, pero las amenazas de aranceles y la volatilidad en las relaciones comerciales mundiales serán sin duda factores coadyuvantes.

Dada la intensa atención que Trump presta a la Reserva Federal, debe darse cuenta de que, parafraseando la campaña del candidato Bill Clinton, "Es la economía, estúpido". Uno de los últimos trucos que quedan para impulsar la economía es una bajada de los tipos de interés, que Trump desea claramente que se produzca antes de las próximas elecciones. Bajar el coste de la deuda no sólo apuntalará la economía a corto plazo, sino que, a medida que bajen los tipos de interés mundiales, el coste del servicio de la deuda de 22 billones de dólares disminuirá ligeramente.

Otra estrategia que Trump podría desplegar, por la que aboga el jefe de Americans for Tax Reform, Grover Norquist, es desbloquear el efectivo en el mercado y liberar los ingresos de los estadounidenses titulares de activos indexando las plusvalías a la inflación

En otras palabras, no se gravaría ninguna ganancia por las acciones, terrenos o activos mantenidos durante mucho tiempo, a menos que la ganancia por la compra supere la tasa de inflación durante el periodo de tenencia. Norquist presenta un argumento convincente a favor de este plan, señalando que el Departamento del Tesoro tiene autoridad normativa para añadir un ajuste por inflación al cálculo de los impuestos sobre las plusvalías. Además, esta estrategia no requiere el voto del Congreso ni la puntuación de la Oficina Presupuestaria del Congreso.

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Si el presidente adoptara la medida recomendada por Norquist, que ya cuenta con el apoyo de la administración, es probable que los accionistas actuaran con rapidez, ya que no tendrían la certeza de que un presidente demócrata deshiciera esta medida. Esto tendría un impacto fuerte, positivo e inmediato en la economía, que beneficiaría a millones de estadounidenses con dinero en activos. El mercado vería enormes transacciones, los estadounidenses recibirían ingresos invertibles o gastables y la economía tendría una infusión de efectivo desbloqueado.

El presidente tiene la oportunidad de impulsar la economía. Si acaba con los aranceles, consigue que la Reserva Federal elija e indexa las ganancias imponibles de los activos a la inflación, podrá estimular el crecimiento económico hasta 2020. De lo contrario, tendrá que enfrentarse a una economía en desaceleración y a un electorado cada vez más preocupado.

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