Kay Coles James: El asesinato sin sentido de George Floyd: acabar con el racismo que aflige el alma de EEUU como un cáncer

El asesinato absurdo y totalmente injustificado de George Floyd -un hombre negro desarmado- a manos de un agente de policía blanco en Minneapolis el lunes, debería sacudir la conciencia de Estados Unidos.

Aunque comprendo la frustración y la rabia, no apruebo la violencia que se extiende por este país en respuesta al horrible asesinato de Floyd. Los disturbios que están destrozando Minneapolis y ciudades de costa a costa no conducirán a nada más que a más sufrimiento. Los que están cometiendo crímenes nos están distrayendo del grupo aún mayor de personas que se manifiestan pacíficamente.

Pero no podemos encogernos de hombros ante el asesinato de Floyd, junto con los asesinatos de tantos otros negros estadounidenses a lo largo de la historia de nuestra nación y hasta nuestros días.

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¿Cuántos negros más deben morir, y cuántas veces más tendrán que emitirse declaraciones de condolencia? ¿Cuántas veces tendrán que producirse protestas? ¿Cuántos comités más tendrán que formarse hasta que Estados Unidos admita que el racismo sigue siendo un problema en este país?

El racismo en Estados Unidos es una herida mortal. Cada vez que se produce otro incidente le ponemos una tirita, pero la tirita sigue cayéndose. Las tiritas no bastan para volver a coser este país.

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La detención el viernes del agente de policía despedido de Minneapolis Derek Chauvin, acusado de homicidio involuntario y asesinato en tercer grado, es un paso bienvenido, pero no es más que una tirita.

En el vídeo del teléfono móvil se ve a Chauvin arrodillándose sobre el cuello de Floyd mientras éste yacía en el pavimento esposado e indefenso. Otros agentes que estaban con Chauvin no hicieron nada mientras veían morir a Floyd, y deberían enfrentarse a la justicia por su inexcusable inacción.

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Durante mis 70 años en esta Tierra he vivido el movimiento por los derechos civiles, he visto los altibajos de este país, he visto la bondad de América y he visto su odio.

No hay otro país como el nuestro en el mundo, nada es comparable a su grandeza. Pero la cuestión del racismo es el talón de Aquiles de Estados Unidos. Lleva incrustado en nuestra cultura 400 años, desde que los primeros africanos fueron arrancados de sus hogares al otro lado del mundo y traídos a la América colonial encadenados y esclavizados.

El racismo que sufren los negros estadounidenses no es una cuestión política, y a cualquiera que intente utilizarlo como tal, ya sea de izquierdas o de derechas, le digo que se avergüence. Nuestras comunidades ya no deben ser piezas de una gran partida de ajedrez.

La promesa de la Declaración de Independencia de que todos somos creados iguales se aplica a las personas de todas las razas. No se trata de política, sino de moralidad.

Es hora de que Estados Unidos asuma su responsabilidad y amplíe el florecimiento humano a todos sus ciudadanos, no sólo a la mayoría de ellos. 

Los principios fundacionales de este país han creado un sistema para que las injusticias salgan a la luz. Están diseñados para permitir el florecimiento humano de todos los ciudadanos de Estados Unidos.

Utilicemos esos principios para guiarnos. Es hora de que Estados Unidos asuma su responsabilidad y amplíe el florecimiento humano a todos sus ciudadanos, no sólo a la mayoría de ellos.

Los estadounidenses deben alzar la voz y rechazar el racismo y la división en sus propias comunidades. Siempre ha habido un remanente fuera de la comunidad negra que lucha por la igualdad racial. Ya no puede ser sólo un remanente. La igualdad racial es algo por lo que cada uno de nosotros, independientemente del color de la piel, debe trabajar a diario.

Individualmente, podemos marcar la diferencia promoviendo la paz y la prosperidad para todas las personas, sabiendo que la vida es mejor para todos cuando los estadounidenses triunfamos juntos.

Hace falta valor para hablar, pero es la única forma de superar el racismo y los problemas que asolan nuestra nación.

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Actos sencillos como entablar un diálogo con un vecino o enseñar a tus hijos la diferencia entre el bien y el mal pueden tener un profundo impacto ahora y en las generaciones venideras.

Nada puede devolver la vida a George Floyd. Pero si su horrible e innecesaria muerte resulta ser un punto de inflexión para que los estadounidenses acaben por fin con el horrible racismo que mancha la historia de nuestra nación y nos aflige como un cáncer del alma, dejará tras de sí un legado que necesitamos urgentemente.

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