Diputado Dan Crenshaw: La historia de una esposa Estrella de Oro

Echar profundamente de menos a alguien es preguntarse cómo sería la vida si todavía estuviera allí

Se despierta de un sueño agradable, por una vez. Normalmente, son pesadillas. Esta vez estaba en ella, como si no pasara nada y la vida fuera tal como era. Aburrida. Perfectamente aburrida. Estaban riéndose de algo, viendo juntos la tele como solían hacer. Durante una fracción de segundo, ella sigue en el sueño mientras extiende la mano por la cama para tocarle. Pero él no está allí.  

Ahora lo recuerda. Y al darse cuenta de ello llega la desgarradora oleada de dolor con la que está demasiado familiarizada. Se le llenan los ojos de lágrimas. Cierra los ojos y aprieta los puños con fuerza delante de la cara. Quiere gritar, pero sabe por experiencia que no sirve de nada, y asusta a su hijo, que aún es demasiado pequeño para entender lo que está pasando. Su padre murió en combate hace un año, cuando él sólo tenía 2 años. Se da cuenta de que le echa de menos, pero es evidente que aún no sabe procesar la muerte.  

A estas alturas, las llamadas y las visitas amistosas han cesado en su mayor parte. Al principio fue asombroso, cuando la comunidad se unió de la forma más increíble. Estaba agradecida. Realmente no tenía que preocuparse por nada, ni por la comida, ni por el trabajo, ni siquiera por el dinero. Lo que no le proporcionaba el ejército lo suplían sus compañeros SEAL y sus esposas.  

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Pero al final la gente sigue adelante. No olvidan, per se, pero vuelven a sus rutinas. Se acercan e intentan entablar conversación. A ella ya no se le da bien conversar, así que les dice que le va bien, aunque no sea así. Piensan que deben venir cada vez menos. Sólo un par siguen viniendo de vez en cuando. Ella solía estar muy unida a la familia de él, pero la pena hace cosas raras a la gente, y ya no hablan mucho, salvo para organizar visitas con el hijo de ella.  

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Echar profundamente de menos a alguien es preguntarse cómo sería la vida si siguiera ahí. Saber que cada momento sería mejor si volviera a estar entre tus brazos. Cada mañana sería normal, en lugar de un golpe demoledor para el alma. Todas las noches estarían llenas de risas, en lugar de... vacías. Incluso algunas discusiones conyugales serían bienvenidas. Lo que daría ella incluso por una pelea por la odiosa forma en que él cargaba el lavavajillas.  

A los que hemos perdido a nuestros hermanos en la guerra, nos duele. Los echamos de menos. Nunca olvidamos. Pero no estamos destrozados por ello. Sabemos que ésta es la vida que elegimos, estar en primera línea, servir de la forma más peligrosa. Puede que sea una locura, pero es cierto.  

Pero para la viuda de la Estrella Dorada, nunca persiguió la guerra. Su marido y su país le pidieron que se quedara y se mantuviera fuerte, a menudo sin saber si su alma gemela estaba o no en peligro. Aprendió a pasar las noches mientras él estaba desplegado imaginándose lo que él estaba haciendo, imaginándoselo aburrido y jugando al Call of Duty en vez de preparándose para una misión. Tenía práctica, ya que habían pasado por cuatro despliegues juntos.  

Éste es el verdadero Día de los Caídos. Es el día que nunca desaparece, sin principio ni fin reales.

Pero ahora, sus hermanos de armas han pasado al siguiente despliegue, y ella es la única que se despierta sola cada mañana. No consigue ningún respiro, ningún descanso del dolor. Es ella quien debe aguantar. 

Pasa otro año. Empieza a funcionar mejor y crea una fundación en nombre de su marido. Él era un apasionado de los caballos, pues creció en un rancho, así que ella recauda dinero para que los veteranos discapacitados y los niños con necesidades especiales aprendan a montar. Ayuda un poco y la mantiene ocupada. Le mantiene vivo, en cierto modo. Estar rodeada de caballos le recuerda a él de una forma agradable. Se encuentra a sí misma buscando en la mirada de los caballos algún tipo de señal de él, como si pudiera hablar a través de ellos de algún modo. Aún no ha limpiado su armario. Sólo le queda el olor de su ropa.  

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Pasan un par de años más y ella tiene algunas citas. Chicos majos, pero no saltan chispas. No como la primera vez que conoció a su marido. Al principio, piensa que debería tener citas completamente fuera del ejército. Parece lógico. Pero es imposible. Estos tipos no la entienden, a ningún nivel. Se sienten intimidados por ella, sin saber nunca qué decir. Perdiendo la esperanza, se reencuentra con un antiguo compañero de equipo de su marido para tomar unas copas, y por primera vez en mucho tiempo recuerda cómo se siente una conexión. Se convierte en algo más, y un año después hablan de matrimonio.  

Siempre será la mujer de su difunto marido, una realidad que sólo el compañero de equipo de éste puede comprender. Se casan, y ella empieza a recordar de nuevo lo que es la alegría. El dolor por fin se embota, pero nunca desaparece del todo.  

Éste es el verdadero Día de los Caídos. Es el día que nunca desaparece, sin principio ni fin reales. No es un día al año, sino un dolor constante en lo más profundo del alma de quienes comprenden lo que es el verdadero sacrificio. Para todos los demás es sólo una vez al año, un momento para recordar que esos sacrificios ocurrieron y que debemos recordarlos. Para demasiados, es sólo un día libre en el trabajo, un día para rebajar los precios, un día para hacer una fiesta.  

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Para las familias de la Estrella Dorada, es un día que observan con una mezcla de gratitud y temor: agradecidos de que el país les recuerde, agradecidos por la oportunidad de hablar abiertamente de su pérdida sin recibir una mirada incómoda, pero temerosos de la culminación de emociones que conlleva ese día.  

En este Día de los Caídos, esperemos que más estadounidenses recuerden y comprendan lo que este día significa para quienes nunca podrán olvidar.  

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