Hillary Clinton: Demasiado grande para encarcelarla

ARCHIVO -- 5 de julio de 2016: El presidente Obama y la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton bajan la escalerilla del Air Force One tras llegar a la Base de la Guardia Nacional Aérea de Carolina del Norte en Charlotte, Carolina del Norte. (AP Photo/Susan Walsh)

La recomendación del martes del director del FBI James Comey de que Hillary Clinton eluda el procesamiento federal por exponer nuestra infraestructura de seguridad nacional significa que la politización por parte de la administración Obama de todo el gobierno federal y del sistema de justicia es completa.

A pesar de la minuciosidad del guión de Comey, el resultado neto de la investigación del FBI es que Clinton incumplió su responsabilidad más básica de proteger los secretos de Estados Unidos, pero en lugar de recomendar su procesamiento, Comey eligió un camino cobarde al dar el visto bueno a la fiscal general Loretta Lynch para que no siguiera adelante con el caso.

Es inconcebible que el general David Petraeus pudiera ser procesado y condenado por difundir información clasificada debido a su mal manejo de la información clasificada al proporcionársela a su biógrafo, que tenía autorización para leer información clasificada. De algún modo, el mismo FBI y el Departamento de Justicia de Obama fueron capaces de procesar ese caso en el que la información nunca llegó a ser de dominio público, pero no pueden encontrar la voluntad política para procesar a Clinton, cuya imprudencia empequeñeció el error de Petraeus.

El FBI admitió que Hillary Clinton tenía un mínimo de cincuenta y dos cadenas de correos electrónicos clasificados pasando por su servidor no clasificado, una violación de proporciones masivas debida a su negligencia. Sin embargo, el FBI cree que Hillary es demasiado grande para enjuiciarla, quitándole efectivamente la venda de los ojos a la Dama de la Justicia, conduciéndola al sótano del edificio J. Edgar Hoover y ejecutándola.

Justo un día después de que nuestra nación celebrara su 240 cumpleaños, James Comey acabó con la noble noción de que nadie en Estados Unidos está por encima de la ley.

En 1973, el fiscal general Elliot Richardson y el fiscal general adjunto William Ruckelshaus dimitieron en lugar de despedir al fiscal especial del Watergate, Archibald Cox, lo que les valió elogios por su integridad. Sus dimisiones/despidos se conocieron como la "Masacre del Sábado por la Noche" y se han celebrado durante los últimos cuarenta y tres años como ejemplos de integridad política.

Justo un día después de que nuestra nación celebrara su 240 cumpleaños, James Comey puso fin a esta noble noción de que nadie en Estados Unidos está por encima de la ley.

La politización del proceso federal de investigación y enjuiciamiento no debería sorprender a nadie que haya sido testigo de cómo la administración Obama convertía el Servicio de Impuestos Internos en un escuadrón de asesinos políticos. No debería sorprender a quienes han sido testigos de la yihad virtual de la Agencia de Protección Medioambiental contra la industria del carbón. Y no debería sorprender a nadie que haya visto la decisión política del Departamento de Justicia de no cumplir las leyes de inmigración de nuestra nación.

El anuncio del martes de que Hillary Clinton violó la ley pero no debe ser procesada es el último clavo en el ataúd del Estado de Derecho bajo la administración Obama.

Y el referéndum del pueblo sobre si debe resucitarse y restaurarse una Dama Justicia con los ojos vendados, se celebrará en noviembre, cuando Hillary Clinton se erija como el símbolo mismo de las nuevas élites políticas que ahora están por encima de la ley.

Puede que James Comey le haya dado un pase a Hillary el martes, pero en última instancia el pueblo decidirá su destino, y en cierto modo esa será la prueba definitiva de si la transformación del presidente Obama durará o no.

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