Todos los años, el 20 de julio, nuestra familia celebra el día en que mi madre y yo llegamos a América. Contamos las historias de nuestra llegada, de nuestra asimilación y nos maravillamos de la increíble suerte que tenemos de ser estadounidenses. Me siento bendecida cada día. Miro a mis hijos estadounidenses y sé lo afortunada que soy am.
Hay días en los que es difícil ser optimista sobre Estados Unidos. Hemos tenido otro año difícil. Todo el tiempo oigo a personas que tienen dificultades en su vida cotidiana y les cuesta mantener la esperanza en el futuro de su país.
No es que Estados Unidos no haya pasado antes por tiempos difíciles. Nuestra familia llegó a este país a finales de la década de 1970. Había inflación, todo el mundo lo admitía. Había delincuencia, nadie lo negaba. Había inmigración, era a través de un proceso. Había rehenes americanos en Irán; salían a menudo en las noticias.
La diferencia ahora es que hay una avalancha de pretensiones que se supone que todos debemos aceptar. Se nos miente sobre nuestros problemas. Hace que la cohesión nacional sea increíblemente difícil cuando no podemos identificar o admitir la existencia de los problemas que necesitan solución.
La gente tiene dificultades para alimentar a sus familias. Casi el 80% de los estadounidenses consideran ahora la comida rápida un "lujo". Sin embargo, economistas como Paul Krugman del New York Times fingen que no hay inflación. Publica gráficos que muestran que, si entrecierras un poco los ojos y excluyes necesidades como la comida, la energía, la vivienda y los coches, nos va estupendamente.
No se ríen de él. Su lado político espera en silencio que la gente crea sus mentiras, y permanecen callados mientras las profiere. Saben que la gente está dolida, pero decirlo significaría reconocer una verdad que podría afectarles políticamente. Deberían hacerlo de todos modos.
En cuanto a la delincuencia, se supone que no debemos darnos cuenta de lo mal que se han puesto nuestras ciudades. George Soros financia con orgullo a fiscales que se niegan a perseguir el delito. Como escribió en 2022: "He participado en esfuerzos para reformar el sistema de justicia penal durante los más de 30 años que llevo siendo filántropo".
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Ha conseguido reformar el sistema de justicia penal, y todos estamos menos seguros por ello. Sus malas ideas se manifiestan en nuestras calles. Antes entendíamos que cometer un delito tenía repercusiones. Ahora ya no. El cambio ha sido catastrófico.
La frontera sigue abierta de par en par y cualquier solución para detener el flujo de personas que entran ilegalmente es tachada de cruel. Cuando salimos de la Unión Soviética, se nos concedió el paso por Italia. Éramos refugiados y aun así no pudimos tomar un vuelo al país que quisiéramos.
Llegamos a Roma y una organización de reasentamiento de refugiados nos dio un pequeño estipendio para el alquiler y la comida. Alquilamos un apartamento en Ladispoli, una pequeña ciudad costera a las afueras de Roma, mientras solicitábamos la entrada en varios países. No recibimos dinero de los gobiernos de Italia ni de Estados Unidos, nuestro futuro hogar. Alguien tenía que apadrinar a nuestra familia y prometer que no seríamos una carga para la sociedad y recaudar fondos públicos. Qué pintoresco parece ahora el sistema.
Y cinco rehenes estadounidenses están retenidos ahora mismo en Gaza. El presidente rara vez los menciona. Fueron secuestrados el 7 de octubre en Israel. En los 290 días transcurridos desde entonces, los estadounidenses de todo el mundo han comprendido que, si les ocurriera algo, su gobierno no hablaría en su defensa. El pasaporte azul significaba seguridad. Significaba que la gente mala se lo pensaría dos veces antes de hacerte daño. Ahora ya no significa eso.
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La gente tiene dificultades para alimentar a sus familias. Casi el 80% de los estadounidenses consideran ahora la comida rápida un "lujo". Sin embargo, economistas como Paul Krugman del New York Times fingen que no hay inflación. Publica gráficos que muestran que, si entrecierras un poco los ojos y excluyes necesidades como la comida, la energía, la vivienda y los coches, nos va estupendamente.
EEUU sigue siendo el mejor país que jamás haya existido, pero es difícil no darse cuenta de nuestro actual bajón. Cuando llegamos a este país, la palabra utilizada era "malestar". Pero la palabra para nuestro estado actual es "negación". Somos un país en negación.
Nuestros problemas no son imposibles de resolver, y el declive no es inevitable, pero implica afrontar la realidad de nuestras dificultades. Ya hemos pasado antes por tiempos turbulentos, y hemos salido por el otro extremo. Somos un país que merece la pena salvar, un país que merece la pena preservar. Tenemos mucha suerte de ser estadounidenses. Es hora de actuar como tal y defender lo que tenemos.