James Carafano: ¿Caerá el gobierno de Irán?

Está bien que los astrólogos y los corredores de apuestas hagan predicciones, pero no hay certeza absoluta sobre lo que depara el futuro. Eso es cierto en cuestiones de seguridad nacional, y ahí lo que está en juego es realmente importante.

Pensemos en Irán. No hay empresa más arriesgada que predecir cuándo se derrumbará un régimen autoritario bajo el peso de su propia putrefacción. Natan Sharansky tiene una excelente explicación de este fenómeno en su libro "The Case for Democracy" (2004).

Por su naturaleza, señala, estos regímenes son opacos. Sus dirigentes ocultan la verdad al mundo exterior, a su propio pueblo e incluso entre ellos mismos.

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Al mismo tiempo, controlan todos los elementos de la gobernanza, la sociedad civil, la economía, el ejército y los medios de comunicación. Esto hace que sea muy difícil ver las grietas que finalmente conducen al fracaso y al colapso.

Además, no existen mecanismos de alivio que permitan la acomodación, la disidencia y el cambio. Cuando se ven asaltados desde fuera y desde dentro, estos regímenes pueden hervir con furia hasta que explota la olla a presión, un fracaso catastrófico que coge a muchos por sorpresa.

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Cuán cerca está el régimen de Teherán de la condición roja es una incógnita. Hoy se enfrenta a la peor pesadilla de un autoritario: la intensa presión del exterior y del interior.

Los regímenes matones destacan en el manejo de uno u otro. Cuando se les presiona desde fuera, reúnen al pueblo e incluso utilizan la amenaza exterior como pretexto para reprimir la disidencia con mayor dureza. Cuando se ven amenazados desde dentro, reprimen sin piedad las voces de la oposición. Pero cuando estos regímenes son golpeados desde ambas direcciones simultáneamente, luchan.

Hoy, Teherán está siendo martilleado, y no sólo por la administración Trump. Los ministerios de Asuntos Exteriores de Alemania, Reino Unido y Francia se han unido para llamar la atención al régimen por el incumplimiento del acuerdo nuclear iraní y denunciar sus acciones como inaceptables. Irán se encamina hacia más sanciones paralizantes de "retirada brusca".

Mientras tanto, dentro de Irán, los nativos están más que inquietos. Tal vez, la pista más asombrosa de cómo han cambiado los tiempos desde la revolución de 1979 sea el impresionante vídeo de estudiantes iraníes corriendo por la calle, negándose deliberadamente a pasar por encima de las imágenes de las banderas estadounidense e israelí en la acera. ¿Quién iba a pensar que veríamos algo así en nuestra vida? Puede que no sea tan sorprendente como dar un mazazo al Muro de Berlín, pero no deja de ser asombroso.

Los manifestantes no son los únicos desafíos a los que se enfrenta el régimen. La economía iraní está tocando fondo. Sus fuerzas militares sustitutas, que llevan la muerte y la inestabilidad de Siria a Yemen, Irak y otros lugares, están siendo atacadas en todo Oriente Próximo. Y su Líder Supremo, Alí Jamenei, no es ninguna gallina de los huevos de oro. Nadie espera que el octogenario ayatolá aguante mucho más tiempo, y los expertos dicen que tras su muerte se producirá una lucha por el liderazgo.

Pero esto no quiere decir que la libertad esté a la vuelta de la esquina en Irán.

Se trata de un duro grupo de mulás. Han mantenido la revolución durante casi medio siglo y no muestran signos de cejar en su empeño ni de perder el control. Han redoblado la represión de la disidencia interna y se muestran tan recalcitrantes como siempre en su enfrentamiento con Trump.

Lo más probable es que el gobierno no se derrumbe sin más, ni que Irán se convierta de la noche a la mañana en una nación "normal" como Noruega, como anhela el secretario de Estado estadounidense Pompeo. El escenario más probable es que el régimen se vuelva un poco reacio al riesgo, dosificando su aventurerismo exterior para poder centrarse en estabilizar su seguridad interna. Eso es lo que el régimen ha hecho en el pasado cuando la revolución se ha sentido presionada.

Aun así, no se sabe qué pasos o pasos en falso puede dar Irán, y Estados Unidos no debería tratar de adivinarlo. Las consecuencias de equivocarse podrían ser muy graves.

Lo mejor ahora es que Trump se atenga a su estrategia actual, por la sencilla razón de que es la mejor calculada para salvaguardar los intereses estadounidenses. Estados Unidos no debe presionar para que se produzca un cambio de régimen. Por un lado, no está claro que sea un objetivo alcanzable. Por otro, no está nada claro qué vendría después. Probablemente habría toda una serie de nuevos retos.

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Si el pueblo iraní opta por un cambio de régimen (¿y quién podría culparle?), es asunto suyo. El pueblo de Irán tiene perfecto derecho a gritar "libertad". Si echan a los mulás, nosotros y el resto del mundo sólo tendremos que ocuparnos de las secuelas.

Si el régimen aguanta, los mulás tendrán que aprender a vivir siendo un Estado paria, o tendrán que tomar la audaz decisión de seguir el consejo de Pompeo y unirse a la familia de naciones responsables.

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