Jeanne Mancini, Presidenta de la Marcha por la Vida: Las mujeres conquistaron el derecho al voto, ahora debemos conquistar el derecho a la vida

Este año, el centenario de la 19ª Enmienda, que otorgó a las mujeres el derecho al voto, llega en medio de un ciclo electoral polémico. En algunos aspectos, las mujeres han recorrido un largo camino en los últimos 100 años. Hace sólo cuatro años, Hillary Clinton, vestida de blanco sufragista, se alzó con la candidatura demócrata al cargo político más alto del país. En su discurso, Clinton hizo referencia a la Convención de Seneca Falls -la primera convención sobre los derechos de la mujer en nuestro país- y a los logros de las sufragistas, alabando su opinión de que las mujeres merecen ser tratadas con igualdad.

Pero la conmemoración de este importante centenario nos brinda la oportunidad de plantear serias cuestiones sobre lo que realmente hace avanzar los derechos de la mujer, y de poner de relieve el hecho de que muchos de los que afirman hacer avanzar el movimiento feminista en realidad están haciendo un flaco favor a las mujeres. Hay formas en las que el movimiento feminista actual se ha alejado mucho de los valores que encarnaban las primeras sufragistas, e incluso ha ido en contra de ellos.

Lamentablemente, muchos de los que ahora dicen defender la igualdad de la mujer identifican la igualdad de derechos de la mujer con el derecho al aborto. Hay campañas para normalizar el aborto, como "Grita tu aborto" y "Una de cada cuatro", que ponen de relieve lo frecuente que se ha vuelto la tragedia del aborto. Algunos han llegado incluso a dar glamour al procedimiento. Pensemos, por ejemplo, en la burda rutina de una cómica llamada "Saludo al aborto", en la que se burla del aborto y niega la violencia que el procedimiento inflige a las mujeres y a los niños antes de nacer.

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Las sufragistas originales que consiguieron el derecho de voto para las mujeres lucharon para que éstas tuvieran voz en el gobierno, lo que creían que mejoraría sus propias vidas y las de sus familias. Abriría la puerta a la plena participación política, económica y social en la vida cívica. Se basaba en el principio de que las mujeres son iguales en dignidad y valor -aunque no iguales- a los hombres.

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Pero el aborto no mejora la vida de las mujeres y, a diferencia de muchos que hoy dicen formar parte del movimiento feminista, las sufragistas no querían formar parte de él. Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony se refirieron al aborto como "infanticidio" y "asesinato de niños". Alice Paul llamó célebremente al aborto la "máxima explotación de la mujer".

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El aborto no sólo destruye la descendencia de la mujer, sino que también puede causar daños físicos duraderos y traumas psicológicos. Es un violento retroceso que afecta desproporcionadamente a las mujeres. "El aborto es profundamente anti-mujer", señaló la Madre Teresa de Calcuta. "Tres cuartas partes de sus víctimas son mujeres: la mitad de los bebés y todas las madres".

Más allá de perjudicar a las mujeres, el aborto va en contra del principio de igualdad que las sufragistas utilizaron para establecer sus propios derechos. Afirmaron en la Declaración de Sentimientos firmada en la Convención de Seneca Falls: "Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas; que todos los hombres y mujeres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad."

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El aborto crea un grupo de personas de segunda clase, los no nacidos, a los que se niegan los mismos derechos que a los demás. Se les niega el derecho a la vida. Es lógico que las sufragistas se opusieran, en principio, al aborto.

Han pasado 100 años desde que las sufragistas consiguieron el derecho de voto para las mujeres. Lo consiguieron a lo largo del tiempo con un único objetivo y perseverancia y, al final, dieron voz a sus hermanas sin voz. No debemos dar por sentado el progreso que consiguieron. Este noviembre, debemos aprovechar su victoria para dar voz a los no nacidos sin voz. Ellos también merecen igualdad de derechos y protección ante la ley.

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