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"El emperador no tiene ropa". Éstas son las palabras que pasaron por mi mente la primera vez que mi cliente, Mozzy Clark, relató los malos tratos que sufrió a manos de un hombre con el que se vio obligada a compartir celda en el Centro Penitenciario para Mujeres de Washington. Washington, al igual que otros estados azules del país, creó políticas para permitir que los presos varones que se declaran transgénero sean alojados en cárceles de mujeres, en algunos casos basándose únicamente en la identidad de género autodeclarada de la persona. 

Según estas políticas, un hombre puede ser condenado por los delitos más atroces y violentos imaginables -violación, tortura, asesinato- y aun así se le permitirá cumplir su condena en una cárcel de mujeres. Sin cirugía. Sin hormonas transgénero. Sin ni siquiera una evaluación psicológica. 

Basta con recitar las palabras mágicas: "Me identifico como mujer", para que estos hombres tengan acceso a cientos de mujeres confinadas y vulnerables que no tienen elección ni voz en el asunto. Y lo más inexplicable es que todos los supuestos guardianes de nuestra sociedad -legisladores, jueces, funcionarios de prisiones y organizaciones de derechos civiles, como la ACLU- no sólo están de acuerdo con ello, sino que son cómplices activos en la elaboración y la imposición de estas políticas al público en general y a las mujeres más afectadas. 

RECLUSO DE WASHINGTON ACUSADO DE ABUSAR DE UNA COMPAÑERA DE CELDA TRAS CAMBIAR DE SEXO, TRASLADO A UNA CÁRCEL DE MUJERES

En la demanda que hemos presentado recientemente, en la que denunciamos la violación de los derechos civiles de Mozzy por parte del Estado de Washington y de empleados de la prisión, detallamos cómo encerraron a Mozzy en una jaula con un hombre de 1,80 m, totalmente intacto, que había sido condenado anteriormente por malos tratos en el ámbito familiar y abuso sexual de menores. 

Estar sola entre rejas, sin mi familia ni ningún sistema de apoyo, ya era suficiente castigo. Pero el trauma de verme obligada a entrar en una celda y ser agredida sexualmente por un hombre con un largo historial de abusos sexuales a menores y violencia extrema es un dolor que no le desearía a nadie. 

- Mozzy Clark

En la demanda se alega que, mientras estaban obligados a compartir celda, el hombre, Christopher Williams, se acariciaba delante de Mozzy, la miraba lascivamente en la ducha y los baños y, finalmente, la agredió sexualmente. Durante este tiempo, los funcionarios de prisiones ignoraron, desestimaron y se rieron de sus desesperadas peticiones de ayuda. 

Ex recluso Mozzy Clark

Mozzy Clark

Desde su puesta en libertad, Mozzy se ha impuesto la misión de garantizar que ninguna mujer sufra el mismo destino. Que la seguridad de ninguna mujer se vea tan atrozmente comprometida por el sistema encargado de protegerla. 

En palabras del propio Mozzy "Estar solo entre rejas, sin mi familia ni ningún sistema de apoyo, ya era suficiente castigo. Pero el trauma de ser obligada a entrar en una celda y ser agredida sexualmente por un hombre con un largo historial de abusos sexuales a menores y violencia extrema es un dolor que no le desearía a nadie. Y lo peor es que las personas de la prisión cuyo trabajo era mantenernos a salvo, parece como si nos hubieran ofrecido a este hombre como sacrificio para protegerse a sí mismos."

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Lo que nos lleva de nuevo al cuento de "El traje nuevo del emperador". La atemporalidad del cuento de Andersen puede atribuirse no sólo al poder de la metáfora, sino a la reacción visceral que la imagen invoca en el lector: Asco, incredulidad, revelación. Un hombre adulto, desfilando completamente desnudo ante una multitud de espectadores, conscientes de la obscenidad que observan y, al mismo tiempo, ignorándola, ya sea por miedo al ostracismo social o porque se han convertido en verdaderos creyentes de la ilusión de las masas. Por eso la historia de Andersen, más que cualquier otro cuento sobre ilusiones colectivas que surgen de la presión social, es la que seguimos contando hasta hoy. 

Google La imagen de Maps street view muestra el exterior del centro correccional para mujeres de washington

Una imagen de Google Maps Street View muestra el exterior del Centro Correccional para Mujeres de Washington en Gig Harbor, Washington. (Google Maps)

Y es este relato el que más tiene que enseñarnos sobre la ideología radical de género que se ha extendido como un reguero de pólvora por nuestra nación. En la actualidad, hay docenas de reclusos violentos alojados en prisiones de mujeres, la mayoría de ellos en California y Washington. Sin embargo, el número va a aumentar radicalmente como consecuencia de las nuevas leyes aprobadas por los legisladores de los estados azules y del precedente creado por los jueces de izquierdas que exige la asignación de presos en función de la "identidad de género." 

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Esta nueva realidad, que hace poco tiempo se habría considerado escandalosa y absurda, está siendo celebrada por los verdaderos creyentes en el delirio transgénero y convenientemente barrida bajo la alfombra por los progresistas, demasiado tímidos para hablar en contra de la ortodoxia de su religión. En particular, muchos de los hombres que solicitaron ser trasladados a prisiones de mujeres ya han cometido actos de violencia contra reclusas. 

Ahora mismo, Mozzy, en nombre de millones de mujeres vulnerables de todo el país -que intentan preservar los espacios femeninos en las escuelas, en los deportes e incluso en las cárceles- nos está diciendo que el emperador no tiene ropa. Si seguimos ignorándola, será por cuenta y riesgo de nuestra civilización.