New York Post: Los fiscales acaban de escupir en la cara a los policías de Chicago en el caso de Jussie Smollett

La historia de Jussie Smollett es lo que el mojigato New York Times solía llamar "un epíteto de corral". Tú lo sabes y yo lo sé. El Departamento de Policía de Chicago lo sabe, y lo ha dicho. El alcalde de Chicago lo sabe, y lo ha dicho.

Desde el gran Asalto al Bocadillo de Subway del 29 de enero hasta la fábula del Día de San Valentín que Smollett contó a Robin Roberts en "Good Morning America", todo lo que decía Smollett era absurdo, y ni siquiera podía ceñirse a una cuenta falsa, tenía que seguir reescribiéndola. Al principio no dijo a la policía que sus agresores gritaron: "Este es el país de MAGA". Luego, cuando contó la historia a Roberts, era completamente distinta; ya no se le echaron encima dos tipos a la vez, sino que uno se le acercó sigilosamente por detrás mientras tenía las manos ocupadas con el primero. Ah, y esta vez se defendió valientemente, cosa que no había contado a la policía.

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En todas las versiones de la historia, los malvados matones le colgaron del cuello una soga que llevaban encima, pero la dejaron colgando como una corbata.

Smollett nunca explicó cómo dos tipos que le conocían de "Empire" sabían de algún modo dónde iba a estar a las 2 de la madrugada, a pesar de que él mismo había decidido momentos antes ir a la tienda Subway fuera de la cual acechaban, maquinando con su lejía y su cuerda.

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