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En un mundo que bombardea constantemente a las madres con normas rígidas y sus expectativas, es hora de defender el poder de la aceptación. Como madres, a menudo nos encontramos lidiando con inseguridades y remordimientos, agobiadas por el peso de la duda sobre nosotras mismas. Pero ¿y si, en lugar de luchar por una perfección inalcanzable, optáramos por la aceptación? La aceptación de nosotras mismas, de nuestros defectos y de nuestro camino como madres. Una aceptación que reconozca que lo hacemos lo mejor que podemos y que lo mejor que podemos es suficiente.

Dejar a mi hijo pequeño con mi familia cuando me fui a estudiar medicina fue una de las decisiones más difíciles que he tomado nunca. Cuando hice las maletas y me despedí, un torrente de preocupaciones inundó mi mente. ¿Se sentiría abandonado? ¿La separación dañaría nuestro vínculo? El miedo a separarme físicamente de él pesaba mucho en mi corazón, eclipsando la emoción de perseguir mis sueños profesionales. 

Sin embargo, en medio de la incertidumbre, me aferré a la creencia de que este sacrificio era necesario para nuestro futuro. Me aseguré de que mi familia le proporcionaría el amor y los cuidados que merecía en mi ausencia. Cada noche hablábamos por teléfono de encontrarnos en nuestros sueños y de todas las aventuras que viviríamos juntos en nuestros sueños. Aunque la separación fue desgarradora, también supuso una oportunidad de crecimiento, tanto para él como para mí. A través de la distancia, nuestro vínculo no hizo sino fortalecerse, alimentado por el amor, la dedicación y la esperanza compartida de un mañana más brillante.

Mi historia no es única. Para toda mujer, la maternidad es una historia llena de retos, incertidumbres y sacrificios. Sin embargo, en medio del clamor de la vida cotidiana, es muy importante que las madres dejemos de cuestionarnos y de permitir que las inseguridades y los remordimientos nos consuman. Tenemos que reconocer que cada decisión que tomamos, cada sacrificio que soportamos, está impulsado por un amor inquebrantable por nuestras familias. Ya se trate de hacer malabarismos con una carrera, gestionar un hogar o navegar por las complejidades de la crianza, todo lo que hacemos está arraigado en un profundo deseo de proporcionar la mejor vida posible a los que amamos. 

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La capacidad de aceptarnos como mujeres, como madres, nos libera de la asfixiante garra de la comparación y el juicio. En lugar de medirnos con estándares inalcanzables establecidos por la sociedad o las redes sociales, debemos aprender a abrazar nuestro viaje único y celebrar nuestras fortalezas individuales. No existe un enfoque único de la maternidad. Cada madre, cada familia, es única, y lo que funciona para una puede no funcionar para otra. Y eso está bien.

Dra. Nicole Saphier, Fox News colaboradora médica

La doctora Nicole Saphier colabora con FOX News Channel (FNC) desde 2018, desglosando las últimas noticias médicas en todas las plataformas.

Aceptar que la perfección no es real es el primer paso para encontrar la satisfacción. En un mundo que a menudo glorifica lo impecable, tenemos que reconocer que la perfección es un mito, un ideal inalcanzable que sólo sirve para generar insatisfacción y dudas. En mi nuevo libro,"Ama a mamá", comparto tres historias extraordinarias de madres centradas en la aceptación, con increíbles reflexiones sobre cómo fueron capaces de hacerlo. Creo que Jill Churchill lo dijo mejor cuando habló

No existe un enfoque único para la maternidad

"No hay forma de ser una madre perfecta y un millón de formas de ser una buena". 

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El verdadero crecimiento comienza cuando aceptamos la imperfección, comprendiendo que son nuestros defectos y errores los que nos hacen humanos. Al abandonar la búsqueda imposible de ser "perfectos" y los ideales de lo que la gente dice que deberíamos ser, nos abrimos a un viaje de autodescubrimiento y autoaceptación. Es a través de nuestras imperfecciones como aprendemos, evolucionamos y, en última instancia, nos convertimos en nuestro yo más auténtico. 

Tardé mucho tiempo en liberarme de los grilletes del perfeccionismo y abrazar la belleza de la imperfección; de hecho, tardé décadas en ser madre en desprenderme del estigma de haber sido madre adolescente. Cuando miraba a mi alrededor, no podía evitar sentirme abrumada por la belleza de mi vida: el amor de la familia y la abundancia de bendiciones que me rodeaban. 

Me di cuenta de que mi constante preocupación por ser mejor, por conseguir más, me estaba robando la sencilla alegría de vivir el momento presente. En mi búsqueda de la perfección, había perdido de vista la riqueza de la vida que se desplegaba ante mí. Fue una llamada de atención, una invitación a abandonar la incesante necesidad de demostrar a los detractores que estaban equivocados y, en su lugar, abrazar la vida del aquí y ahora.

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Al final, criar a los hijos no es cuestión de perfección, sino de amor, resistencia y satisfacción. Se trata de aceptar nuestras imperfecciones y vulnerabilidades y de celebrar nuestra autenticidad. Cuando empezamos a aceptar quiénes somos, encontramos el valor para ser nosotros mismos sin pedir disculpas.

Liberándonos de las expectativas y celebrando nuestro camino único de maternidad por lo que es -un hermoso tapiz de altibajos, triunfos y retos- nos liberamos de las cadenas de la duda. Al hacerlo, abrimos nuestros corazones a una sensación más profunda de alegría, gratitud y vida, lo que nos permite apreciar cada momento con nuestros hijos y saborear la belleza del imperfecto, aunque extraordinario, viaje de la maternidad.

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