Un año después, el nombramiento de Gorsuch por Trump puede ser su legado más duradero

El juez Neil Gorsuch estrecha la mano del juez asociado del Tribunal Supremo Anthony Kennedy tras jurar su cargo como juez asociado del Tribunal Supremo, acompañado por Louise Gorsuch (C) y el presidente estadounidense Donald J. Trump en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en Washington, EE.UU., 10 de abril de 2017. REUTERS/Carlos Barria - RTX34YQB (REUTERS)

El 10 de abril se cumple un año desde que el juez Neil Gorsuch juró oficialmente su cargo como 101º juez asociado del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Ha sido un año de promesas cumplidas. Ahora sabemos que el presidente Trump cumplió quizá su promesa electoral más importante al nombrar a un sucesor del juez Scalia que continuaría su legado. Y para el propio juez Gorsuch, ha sido un año de cumplimiento de la promesa de sus audiencias de confirmación: que sería un juez comprometido con la imparcialidad y la independencia, que decidiría los casos basándose en la ley y la Constitución y no en la política o los sentimientos personales.

Una de las características más sorprendentes del primer año de Gorsuch en el Tribunal es su compromiso demostrado con los principios constitucionales que articuló durante sus audiencias de confirmación. Tanto en sus opiniones como en sus alegatos orales, el juez Gorsuch ha invocado repetidamente temas familiares.

Por ejemplo, el tema del compromiso con las leyes aprobadas por nuestros representantes electos impregnó las audiencias de confirmación de Gorsuch. Recordó decisiones difíciles como juez de circuito que le obligaban a aplicar leyes con las que no estaba de acuerdo. Cuando los senadores criticaron algunas de sus conclusiones jurídicas, explicó que corresponde al Congreso cambiar una ley, no a los tribunales. En opinión de Gorsuch, el trabajo de un juez consiste en "intentar comprender lo que significan las palabras de la página. No importar las palabras que vienen de nosotros. Sino aplicar lo que vosotros, los representantes del pueblo, los legisladores, habéis hecho".

El juez Gorsuch ya ha cumplido ese compromiso. En su primer día de alegatos orales, el juez junior recondujo el debate sobre una ley tan compleja y mal redactada que el juez Alito se preguntó en voz alta si la había escrito alguien "que disfruta arrancando las alas a las moscas". En lugar de sucumbir a la tentación de "arreglar" la ley reescribiéndola de hecho, Gorsuch desafió a ambas partes a seguir el texto llano de la ley. En su opinión discrepante en el caso, explicó que -en lugar de que los tribunales "retoquen" los estatutos para que funcionen con mayor eficacia- "la tarea de promulgar correcciones estatutarias corresponde al Congreso y no a este Tribunal".

En los alegatos orales de un caso de redistribución de distritos, Gorsuch sugirió en broma que los abogados aún no habían abordado "el arcano asunto, la Constitución", y citó varias enmiendas constitucionales que arrojaban luz sobre la discusión.

De forma similar, el juez Gorsuch ha devuelto al Tribunal a cuestiones constitucionales fundamentales cuando el análisis propuesto al Tribunal carecía de anclajes constitucionales. Esto se ilustró claramente en dos casos presentados el pasado octubre. En los alegatos orales de un caso de redistribución de distritos, Gorsuch sugirió en broma que los abogados aún no habían abordado "el arcano asunto, la Constitución", y citó varias enmiendas constitucionales que arrojaban luz sobre el debate. En un segundo caso en el que se examinaba si una ley de inmigración era inconstitucionalmente vaga, desafió a ambas partes a fundamentar sus propios argumentos en la propia Constitución, en lugar de en doctrinas o pruebas inventadas por los jueces.

Quizá el tema constitucional más repetido en la audiencia de confirmación de Gorsuch fue su preocupación por una línea de casos que obliga a los tribunales a conceder a las agencias administrativas una deferencia significativa en los pleitos. Ya en dos ocasiones, Gorsuch se ha opuesto a que el Tribunal decida no conocer casos que cuestionarían el papel exagerado de las agencias administrativas y reconsiderar la práctica de dar a las agencias un pulgar extra en la balanza.

Hace un año, mientras el país observaba para saber más sobre el hombre que había sido nominado para ser el próximo juez, vio a un juez articulado, reflexivo y de principios explicar su enfoque de la judicatura y del Derecho. Un año después, ha quedado claro que Neil Gorsuch es un juez tan excelente como esperábamos que fuera. 

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