El dominó latinoamericano de Palestina

La inercia es engañosa. Mientras el proceso de paz israelo-palestino está estancado, gracias a que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se niega a retomar las conversaciones directas con el primer ministro Benjamin Netanyahu, en vías paralelas los dirigentes de la Autoridad Palestina están alineando a los países que apoyan públicamente un Estado palestino antes de que se cree realmente.

La A.P. está centrada en América Latina, a la que está decidida a sumar los votos garantizados de los Estados árabes y musulmanes que aseguran una mayoría en la Asamblea General de la ONU. Esta estrategia de no comprometer a Israel socava el proceso de paz y es una afrenta directa al presidente Obama, que fue el anfitrión del relanzamiento de las conversaciones directas en septiembre.

Sin embargo, Abbas no se dejará disuadir. Parece convencido de que ni Israel ni Estados Unidos son necesarios para lograr su objetivo. Al menos cinco gobiernos del proverbial patio trasero de EEUU están de acuerdo con este planteamiento, de que un Estado palestino con fronteras definidas puede imponerse mediante un mandato mundial.

Cómo puede fundarse de forma realista este nuevo Estado sin que la A.P. trate directamente con Israel es uno de los aspectos más turbios de la política palestina que muy pocos jefes de Estado se cuestionan siquiera.

Al mismo tiempo, también han consentido el revisionismo histórico palestino. Para reforzar su reivindicación territorial, Abbas ha reinterpretado la esencia de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras promueve el mito de las "fronteras de junio de 1967".

La Resolución 242, aprobada tras la guerra árabe-israelí de 1967, no exige la retirada israelí de "todos" los territorios capturados en lo que la ONU reconoció que fue una guerra defensiva. Por eso, a cambio de una paz duradera, los negociadores israelíes y palestinos han discutido durante más de una década el concepto de un intercambio territorial, por el que se intercambia un pequeño trozo de territorio israelí por una porción de Cisjordania, donde vive la inmensa mayoría de los colonos.

Además, las "fronteras" eran las líneas de armisticio tras la guerra árabe-israelí de 1948. Las fronteras permanentes se determinan, como en el caso de Egipto y Jordania, en conversaciones directas de paz. Estos hechos, esenciales para el éxito de la pacificación árabe-israelí, se han dejado de lado en la creciente campaña para reconocer un Estado palestino que aún no existe.

Brasil, seguido de Argentina, proclamó su apoyo a dicho Estado palestino dentro de las fronteras de junio de 1967. Uruguay intervino, indicando que el reconocimiento formal se producirá después de Año Nuevo.

Esta primera oleada, encabezada por la potencia regional Brasil y el país de la región con la mayor comunidad judía, Argentina, facilitó que otros países menos amigos de Israel, como Bolivia y Ecuador, respondieran afirmativamente a la llamada de la AP.

Bolivia había roto sus relaciones diplomáticas con Israel en enero de 2009, durante la operación contra Hamás en Gaza, y Ecuador hizo lo propio en junio, después de que las FDI impidieran que una flotilla repleta de islamistas llegara a Gaza. Ambos países están próximos a Venezuela, un aliado iraní hostil a Israel y a Estados Unidos.

Qué nación latinoamericana será la siguiente en anunciarlo está en el aire. Chile, que alberga la mayor comunidad palestina, unos 300.000, fuera de Oriente Medio, parece dispuesto a mover ficha.

Perdido en este frenesí diplomático está el hecho de que cuatro primeros ministros israelíes consecutivos respaldaron el principio de un acuerdo negociado de dos Estados y ofrecieron soluciones creativas. Aunque en respuesta los interlocutores de la A.P. se han alejado sistemáticamente, persiste la percepción de que, de algún modo, Israel no está comprometido a alcanzar acuerdos de paz permanentes con todos sus vecinos.

Mientras tanto, el primer ministro palestino, Salaam Fayyad, sigue centrado en construir la infraestructura institucional de un Estado para agosto de 2011. "Hicimos una declaración de Estado [en] 1988. Esta vez buscamos un Estado real sobre el terreno", dijo recientemente Fayyad a Christiane Amanpour en el programa "This Week" de la ABC.

Fayyad se refería a la Declaración de Independencia Palestina, adoptada por el Consejo Nacional Palestino en Argel. Hoy, Abbas se sienta en el Estado putativo como jefe de un gobierno palestino. Es el resultado de los Acuerdos de Oslo de 1993, producto de negociaciones directas entre israelíes y palestinos selladas en una ceremonia en la Casa Blanca.

Pero en lugar de enfrentarse directamente a Israel, Abbas se consuela sabiendo que casi 100 países reconocieron la declaración de 1988 y acogieron posteriormente a la representación diplomática palestina en sus capitales. Más recientemente, Francia, Noruega, España y otros países elevaron al rango de embajador a los representantes palestinos que acogen.

La A.P. puede considerar que establecer embajadas y embajadores para un estado potencial es un golpe diplomático. Pero tal maniobra política es una distracción, que perjudica más que ayuda a conseguir la paz.

Los gobiernos que creen de verdad en la paz israelo-palestina pueden contribuir mejor manteniendo en reserva el reconocimiento de Palestina e instando a Abbas a que retome ya las conversaciones directas con Israel. Un compromiso sólido por parte de los negociadores de resolver todas las cuestiones bilaterales para llegar al final del conflicto debería ser el único pago aceptable de antemano.

Kenneth Bandler es director de comunicaciones del Comité Judío Americano.

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