Recordando a nuestros 13 héroes caídos un año después de la desastrosa retirada de Afganistán de la administración Biden

Los fracasos de la administración Biden en Afganistán costaron vidas y dañaron la credibilidad de Estados Unidos en todo el mundo

Sargento Johanny Rosario Pichardo (USMC).
Sargento Nicole L. Gee (USMC).
Sargento Darin T. Hoover (USMC).
Cabo Hunter López (USMC).
Cabo Daegan W. Page (USMC).
Cabo Humberto A. Sánchez (USMC).
Soldado de primera David L. Espinoza (USMC).
Soldado de primera Jared M. Schmitz (USMC).
Soldado de primera Rylee J. McCollum (USMC).
Soldado de primera Dylan R. Merola (USMC).
Soldado de primera Kareem M. Nikoui (USMC).
Cabo Maxton W. Soviak (USN).
Sargento Ryan C. Knauss (US Army). 

Estos son los nombres de los 13 valiosos militares que Estados Unidos perdió hace un año durante la chapucera retirada de Afganistán.

Los nombres de estos héroes estadounidenses nunca deben olvidarse. Comprometieron sus vidas para mantenernos a salvo e impedir que los malos siguieran haciendo daño a nuestro país. 

Un año después de la retirada de Afganistán, reflexiono sobre las vidas perdidas. Estos 13 militares, y las miles de vidas afganas que se perdieron, deberían servirnos a todos de recordatorio de a qué puede conducir un liderazgo fallido. 

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La administración Biden cometió tres errores estratégicos significativos que condujeron a esta catástrofe total. En primer lugar, se comprometieron a una retirada incondicional con una fecha concreta de salida. En segundo lugar, entregaron la base aérea de Bagram antes de retirarse y dejaron atrás armas que facultaron a los talibanes para controlar nuestras armas y recuperar prisioneros viciosos. En tercer lugar, no cedieron el control operativo al Departamento de Defensa cuando las cosas empezaron a torcerse con la retirada dirigida por el Departamento de Estado. En cierto momento, la dirección que tomó la retirada hizo que dejara de ser una operación diplomática para convertirse en una operación militar. La incapacidad de la administración Biden para reconocerlo con suficiente antelación condujo al derramamiento de sangre. 

En esta foto facilitada por las Fuerzas Aéreas de EE.UU., el interior de un C-17 Globemaster II, el 29 de agosto de 2021, está cubierto con banderas antes de un traslado digno en la Base Aérea de Dover, Delaware. Los miembros del servicio caídos murieron mientras apoyaban operaciones no bélicas en Kabul. (Foto de Jason Minto/Fuerza Aérea de EE.UU. vía Getty Images) (Jason Minto/Fuerza Aérea de EE.UU. vía Getty Images)

Esta retirada chapucera no sólo provocó la pérdida de vidas estadounidenses y afganas, sino que también dañó la credibilidad de nuestra nación en la escena mundial. La mala gestión de esta crisis autoinfligida por la administración Biden dañó la confianza que otras naciones tienen en la capacidad diplomática y militar de Estados Unidos.  

La confianza puede tardar décadas en construirse y sólo unos segundos en perderse. El fracaso de esta administración dañó las relaciones con aliados que habían resistido numerosas presidencias, guerras, crisis y conflictos. El daño no puede deshacerse fácilmente.  

A lo largo de mis casi 20 años en el ejército, he visto operaciones triunfar y operaciones fracasar. No hace falta ser un maestro de la táctica o la estrategia para saber que no debes contar tus planes al enemigo. Pero al anunciar públicamente nuestra dura fecha de retirada, eso es exactamente lo que hizo la administración Biden. El mundo entero fue testigo de los desastrosos resultados que siguieron a esa decisión desacertada y mal informada.  

Esta tragedia puso de manifiesto la amenaza que esta administración supone para nuestra seguridad nacional, al tiempo que mostró al mundo que, en tiempos de crisis, no se puede confiar en Estados Unidos bajo el liderazgo de la administración Biden. Esto es vergonzoso. Cuando prometemos protección y apoyo a nuestros aliados, errores como éste no sólo cuestan la vida a soldados estadounidenses, sino que ponen en peligro a nuestros aliados y cuestionan la lealtad de nuestra nación. 

Un año después, nuestro país sigue recuperándose de esta desgarradora tragedia. Esas 13 familias siguen llorando la pérdida de sus hijos e hijas, hermanos y hermanas, nietos y nietas. Y el país sigue sintiendo en el estómago la pérdida innecesaria de vidas. 

Como nación, podemos hacerlo mejor. Y debemos hacerlo mejor. Pero esto sólo puede ocurrir si conseguimos un liderazgo más firme desde 1600 Pennsylvania Avenue. Ser proactivos en los esfuerzos de disuasión y poner las operaciones militares en las manos adecuadas son la diferencia entre una retirada segura y una mortal. La administración Biden ha demostrado una y otra vez que es incapaz de dirigir operaciones seguras y eficaces. 

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Sin embargo, hubo ramalazos de esperanza y liderazgo en medio del caos de la crisis. Sólo en el Congreso, vimos a miembros interrumpir sus operaciones normales y crear centros de operaciones para ayudar a rescatar a estadounidenses y a nuestros aliados atrapados en Afganistán. Mi oficina pudo ayudar a 115 estadounidenses y aliados en su lucha por ponerse a salvo, y elogio especialmente a mi colega el representante republicano de Florida Michael Waltz, que desempeñó un papel destacado para ayudar a sacar con vida a estadounidenses y a nuestros aliados. Por desgracia, la Casa Blanca y los miembros del gabinete no ayudaron y sólo agravaron aún más el proceso para tantos que estaban desesperados por salir. 

Seguiré haciendo todo lo que esté en mi mano para evitar que vuelvan a ocurrir tragedias como la chapucera retirada de Afganistán. Debemos anteponer nuestro país, nuestro ejército y nuestros ciudadanos a la política partidista. Cuando se trata de los talibanes y de nuestros enemigos en el extranjero, no hay lugar para el error. 

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Hoy, y cada día en adelante, por favor, recuerda esos nombres. No olvidéis nunca su legado. Y que sirva de recordatorio de que las elecciones tienen consecuencias, y Estados Unidos debe dotar a nuestra nación de un liderazgo adecuado para garantizar que esto no vuelva a ocurrir. 

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