Recordando la trágica muerte de John F. Kennedy cincuenta años después

Seis segundos y dos disparos después. Hoy hace cincuenta años se rompió el corazón de América.

Dealey Plaza se convirtió en la plaza pública más investigada de nuestra historia y en el lugar de nuestro horror nacional.

Hoy, 22 de noviembre, se convierte en un lugar de solemne recuerdo. La macabra X blanca pintada que una vez marcó el lugar del asesinato ha sido retirada por la ciudad de Dallas, como para exorcizar para siempre la inmerecida mancha de la culpa.

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Y así debe ser.

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JFK, el héroe del PT 109.

El perfilador del valor, humillado en la bahía de los cerdos y luego mirando fijamente a las armas nucleares rusas en Cuba.

El padre cariñoso, el marido complejo e infiel, saludó a la multitud por última vez.

La esperanza magnética. El apuesto joven.

Prometió, con cada amplia sonrisa en Elm Street aquel día, que presagiaba un nuevo futuro estadounidense más grande que el partido, el político o la plataforma.

Al parecer, el sueño murió aquí con fuerza cuando el rifle por correo de Lee Harvey Oswald conmocionó al alegre estruendo.

Mientras la comitiva se dirigía al Hospital Parkland, América lloró y el mundo pareció detenerse.

En las Islas Salomón, un nativo que había ayudado a rescatar al teniente Kennedy en la guerra se quedó mirando su foto y lloró.

Los espectadores de un teatro inglés se levantaron para cantar "The Star Spangled Banner". Y un estudio demostró que la mitad de los estadounidenses lloraban como si les hubieran arrebatado a un ser querido.

El tiempo ha demostrado que John F. Kennedy, bisnieto de un inmigrante católico irlandés, era un hombre con defectos que ganó unas elecciones reñidas e incluso discutibles.

Pero su impacto en América es indiscutible. A los líderes que mueren jóvenes se les suele asignar el papel de inspiradores. Y él fue el Inspirador en Jefe.

Estamos orgullosos de vivir sus principios de Excepcionalismo Americano como si los fundadores los hubieran pronunciado. Que como estadounidenses debemos "no preguntar". Que es nuestro deber "pagar cualquier precio y soportar cualquier carga". Que es nuestro derecho de nacimiento cambiar el mundo. Y su muerte lo hizo.

40.000 libros escritos sobre él. Quizá otras tantas instituciones con su nombre.

A pesar de la tragedia que se desencadenó aquí en Dallas, recordamos más la confianza ganadora de nuestro trágico héroe, que incluso en su encuentro con la muerte siempre nos inspirará para comprender que los mejores días de América aún están por llegar.