David Limbaugh: Salvar América - ¿Podemos trabajar juntos para preservar esta nación excepcional?

América está en crisis - su destino está en juego

América está en crisis. Su destino está en juego, y sólo sobrevivirá si seguimos amándola.

Se libra una batalla en las calles, en el mundo académico, en la cultura y en los corazones y mentes del pueblo estadounidense sobre si Estados Unidos fue y sigue siendo una nación buena y grande.

Siempre he creído que Estados Unidos es la nación más grande y benévola de la historia, que su Constitución es, en palabras del ex primer ministro británico William Gladstone, "La obra más maravillosa jamás realizada en un momento dado por el cerebro y el propósito del hombre".     

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Ello se debe principalmente a que la Constitución se elaboró para maximizar la libertad del hombre, no sólo mediante una florida alabanza del concepto en un pergamino sagrado, sino mediante la inclusión de limitaciones concretas al gobierno para garantizar su realización.

Con el tiempo, las fuerzas antilibertarias han ido minando la integridad del documento y sus libertades garantizadas. Hoy, esas fuerzas destructivas son ascendentes y están envalentonadas.

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Hace años, me invitaban a dar charlas sobre la Constitución. En una de ellas, una estudiante de derecho afroamericana, tras oír mi elogioso apoyo al documento, me preguntó cómo podía esperarse que venerara una carta gubernamental que aprobaba la esclavitud.

Admito haber dado una respuesta inadecuada a mi interlocutor de buena fe, pero desde entonces he reflexionado mucho sobre esta cuestión importante y cada vez más relevante.

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La inmoralidad de la esclavitud es indiscutible, pero las disposiciones constitucionales que tratan de ella son más complejas y merecen más que una breve columna. Por ahora, permítanme decir que los mejores ángeles del pueblo estadounidense libraron una devastadora Guerra Civil en gran parte por esta cuestión y trabajaron, especialmente en el último medio siglo, para garantizar la igualdad de oportunidades para todas las personas ante la ley.

De cara al futuro, debemos decidir si queremos sanar o persistir en un conflicto interminable y en la acritud racial. No podemos purgar legislativamente el mal de los corazones de los hombres, pero podemos y debemos rezar al Dios de toda la creación y de todos los preciosos seres humanos para que expulse de nuestras almas el conflicto racial y la desconfianza, y sane esta tierra.

Creo que hemos hecho enormes progresos en materia de racismo, y no permitamos que los detractores nos lo quiten.

Algunos piden continuamente una conversación nacional sobre la raza. Otros sostienen que llevamos décadas manteniendo esa conversación. La hemos tenido, en cierto sentido, pero ha sido más una pelea a gritos que un diálogo y ha estado plagada de siniestros motivos partidistas en lugar de anhelos armoniosos.

¿Queremos hacer avanzar una agenda que trate a todas las personas por igual y sea más adecuada para elevar a todos, o preferimos estar perpetuamente enfadados y paralizados por la culpa?    

Si vamos a conversar, permitamos que se expresen todos los puntos de vista en lugar de censurar determinadas opiniones con falsas acusaciones de intolerancia.

En el centro de este debate debería estar la cuestión de si creemos ahora -no en 1776 ni en 1791- que el sueño americano se aplica a todos los estadounidenses. Perderemos el tiempo si no seguimos creyendo que Estados Unidos es excepcional y que tiene el mejor sistema de gobierno jamás ideado por el hombre. ¿Seguimos abrazando el sueño americano?

Es decir, ¿podríamos estar todos de acuerdo en que la estructura federalista de EEUU, su esquema de controles y equilibrios, su separación de poderes, sus garantías expresas de los derechos otorgados por Dios son muy superiores a cualquier otro sistema de gobierno concebible, incluidas todas las cepas de socialismo, marxismo, totalitarismo y monarquía?

¿Debemos fomentar un espíritu de perdón entre todos los estadounidenses y todas las razas, o buscamos incitar al conflicto para obtener beneficios políticos? ¿Apoyamos políticas que mejoren la vida de todas las personas, incluidas las minorías, o preferimos seguir sumidos en el odio y la amargura?

¿Fomentaremos el daltonismo y el amarnos los unos a los otros como criaturas de Dios en una sociedad verdaderamente integrada, o cederemos ante quienes quieren volver a la conciencia del color y a la segregación? ¿Repudiaremos u honraremos el legado de Martin Luther King Jr.

Podemos debatir si los artífices construyeron la obsolescencia de la esclavitud en la Constitución o si la Guerra Civil y las leyes de derechos civiles fueron suficientes para expiar esta brutal institución, pero ¿no deberíamos ocuparnos de vivir en armonía y esforzarnos por garantizar que el sueño americano esté al alcance de todos?

¿Queremos hacer avanzar una agenda que trate a todas las personas por igual y sea más adecuada para elevar a todos, o preferimos estar perpetuamente enfadados y paralizados por la culpa?

Debemos deshacernos de la noción venenosa de que la mancha de la esclavitud mancha permanentemente nuestro sistema de gobierno, que sigue ofreciendo la última esperanza para que todos los estadounidenses sean libres, busquen la felicidad y tengan éxito. Debemos resistirnos fervientemente a la presión social para derribar todos los vestigios de nuestra historia, porque eliminar lo malo también eliminará lo bueno, y aumentará la probabilidad de que se repita lo malo.

No creas ni por un segundo que los anarquistas que han secuestrado las protestas pacíficas están en conflicto en este tema. Quieren derribar todo el sistema, que dicen que no se puede arreglar.

Comprende que si te tragas esa mentira, te estás uniendo a fuerzas que desarraigarán todo lo bueno y sabotearán el sistema a cambio del inevitable despliegue de un totalitarismo en el que sólo unos pocos serán libres y prosperarán. La historia demuestra ampliamente la locura corruptora del camino que estamos recorriendo.

Los conservadores deben enfrentarse a la perniciosa narrativa de que América es malvada y los patriotas que se proponen preservarla son racistas. Es precisamente lo contrario.

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Queremos lo mejor para todas las personas, y si carecemos del valor moral para luchar por nuestros principios, EEUU tal y como se fundó desaparecerá. Sólo si salvamos esta nación prosperarán las personas por las que las fuerzas destructivas dicen luchar.

Rezo para que Dios nos cure y nos una, y para que trabajemos juntos para preservar y revigorizar esta nación aún maravillosa.

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