La sabiduría de Sucot combate las redes sociales y nos ayuda a reconocer la fragilidad de la vida
La sabiduría ancestral de las vacaciones ofrece una "desconexión" espiritual que tantos necesitan desesperadamente
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La preocupación por los efectos negativos de las redes sociales ha llegado a un punto crítico. Los titulares advierten ahora de "cómo los móviles están matando a nuestros hijos" y de que los smartphones son un "bolsillo lleno de veneno".
La ansiedad y la depresión van en aumento. El cirujano general ha propuesto añadir etiquetas de advertencia a las aplicaciones de las redes sociales, y los estados están restringiendo e incluso prohibiendo algunas plataformas como TikTok.
La antigua fiesta judía de Sucot comenzó el miércoles por la noche y se celebra durante una semana. Ofrece un antídoto oportuno contra los problemas globales de soledad, depresión y materialismo.
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Algunas confesiones cristianas lo observan desde que Jesús, en John 7, lo celebró, y algunos creen que incluso inspiró el Día de Acción de Gracias, que hace hincapié en la gratitud por la época de la cosecha, la conexión con la naturaleza, lo divino y encontrar la alegría en los momentos sencillos y significativos de la vida.
El problema principal no es sólo que las redes sociales acorten nuestra capacidad de atención o nos distraigan de una conexión humana significativa. Está enviando el dañino mensaje de que las búsquedas superficiales -como la adquisición material y la proyección de la "vida perfecta"- conducen a la felicidad.
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Sucot enseña que la felicidad proviene de la conexión con la naturaleza, con Dios y de pasar tiempo al aire libre con la familia. La festividad se celebra construyendo y habitando una estructura temporal y sencilla llamada sucá, normalmente hecha con un techo de ramas de palmera o bambú tan escaso que las estrellas son visibles a través de él.
Durante Sucot se realizan varios rituales, como recitar bendiciones mientras se sostienen cuatro plantas específicas: una palmera, un sauce, un mirto y un cítrico llamado etrog. Estas plantas simbolizan distintas personalidades humanas, el ciclo de la cosecha, y las sukkot (cabañas) conmemoran los refugios que utilizaron los israelitas durante sus 40 años de vagabundeo por el desierto, alrededor del año 1300 a.C., antes de entrar en la Tierra Prometida.
LA GUERRA PARA SALVAR A NUESTROS ADOLESCENTES DE LAS REDES SOCIALES
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La Torá se refiere a Sucot únicamente como la "fiesta de la alegría". Ni siquiera Pésaj, que conmemora la liberación de la esclavitud, se llama "fiesta de la alegría", porque la libertad por sí sola no basta. Es lo que hacemos con nuestra libertad lo que determina nuestro sentido y nuestra felicidad.
La lección de Sucot es que las verdaderas alegrías de la vida proceden de cosas sencillas: pasar tiempo al aire libre, conectar con la naturaleza, rezar y estar con la familia y los amigos.
Este mensaje es lo contrario de lo que promueven las redes sociales. Sucot enseña que la verdadera alegría no proviene de lo que mostramos al mundo, sino de apreciar el momento presente, alimentar las relaciones reales y abrazar la frágil belleza de nuestros refugios temporales.
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Nos recuerda que la seguridad material es efímera, como hemos visto con la destrucción causada por los recientes huracanes Helene y Milton. Nuestros hogares permanentes pueden derrumbarse en un instante. El verdadero consuelo no proviene de resistirse al poder de la naturaleza, sino de aceptarlo.
Sucot nos despoja de la ilusión de control que fomentan las redes sociales. Al salir de nuestros cómodos hogares y entrar en cabañas temporales, reconocemos nuestra vulnerabilidad.
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Por si la sabiduría antigua no fuera suficientemente convincente, la ciencia moderna afirma que pasar tiempo al aire libre y desprenderse del materialismo es muy beneficioso para la salud mental y física. El tiempo en la naturaleza reduce significativamente el estrés y mejora el bienestar.
Mis recuerdos más queridos de la infancia giran en torno a Sucot. Recuerdo salir al exterior, cortar ramas de palmera para el tejado de nuestra sucá, pasar tiempo en la naturaleza y contemplar las estrellas. Me infundía una profunda sensación de asombro y maravilla.
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Mi padre ya ha fallecido, pero Sucot me recuerda que la verdadera seguridad y la alegría no proceden de la riqueza ni del estatus, sino de la fe, la familia, la naturaleza y la comunidad. Estábamos tan comprometidos a pasar tiempo en la sucá que mi padre -irónicamente- una vez llevó un televisor al interior para ver las Series Mundiales, e insistió en que durmiéramos allí toda la noche.
Cantábamos un himno yiddish sobre la resistencia simbólica de la pequeña sucá. Mientras que antiguos edificios como el Coliseo romano o el Panteón se erigen ahora como meras atracciones turísticas, la humilde sucá y el espíritu del pueblo judío perduran.
La alegría de un pueblo que ha sobrevivido a innumerables tormentas de persecución -incluido el reciente aumento del antisemitismo tras la mayor masacre de judíos desde el Holocausto- permanece intacta.
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Sucot, con su énfasis en la humildad y la vulnerabilidad, invita a todos -judíos o no- a reflexionar sobre cómo podemos vivir de forma más auténtica en un mundo que fomenta la autopromoción y la competencia digital.
La sabiduría ancestral de esta festividad se dirige directamente a nuestro agotamiento moderno, ofreciendo una "desconexión" espiritual que tantos necesitan desesperadamente.
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