Scott Gunn: Un sermón dominical en tiempos del coronavirus -- Nunca estamos solos

En el nombre de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Crecí en la zona rural de Iowa, así que pasé mucho tiempo rodeada de granjas y agricultores. Por ello, estaba bastante versado en el cultivo de maíz, judías y trigo. Sabía algo sobre vacas y cerdos. Pero en mi educación agraria no había ovejas ni pastores.

Siempre que leo en las Escrituras sobre ovejas y pastores, mi imagen mental instantánea se parece a una postal.

MAX LUCADO: ANSIEDAD Y MIEDO ANTE EL CORONAVIRUS - CÓMO INTERRUMPIR LA ESPIRAL DESCENDENTE

Hay ovejas blancas, esponjosas y relucientes, de pie sobre una hierba verde perfecta, con un cielo azul despejado como telón de fondo. Viendo esa imagen de postal, pensarías que ser pastor es un buen trabajo.

A la entrada de una atracción turística ambientada en una película en Rotorua, Nueva Zelanda, este rebaño de ovejas miraba con curiosidad a todo el que pasaba. A una distancia prudencial, miraban fijamente a la cámara, antes de que un coche las espantara.

Pero ser pastor en tiempos bíblicos distaba mucho de ser una ocupación deseable y de alto estatus. Probablemente cuidaban de las ovejas de otra persona, por lo que estaban en un aprieto si una oveja se perdía o moría.

Los pastores trabajaban al aire libre, incluso cuando el tiempo no era bueno. Tenían que enfrentarse a animales depredadores para mantener a salvo a su rebaño.

Las ovejas tampoco son conocidas por ser los animales más inteligentes de la granja. Hay que arrearlas por su propio bien. Y las ovejas no son como los peluches mullidos que vemos a veces. Están sucias y no huelen muy bien.

 

"El Señor es mi pastor; nada me falta". Es tan familiar que podríamos pasar por alto lo que dice. El comienzo del Salmo 23 es tan hermoso, tan lírico. Y, sin embargo, es un poco chocante.

Comparar a Dios Todopoderoso con un pastor equivale a decir que nuestro amoroso Creador se mete de lleno con nosotros. Dios se enfrenta al peligro con nosotros. Dios desafía la tormenta para estar con nosotros.

¿Y qué pasa con las ovejas? Compararnos con las ovejas es decir que necesitamos a Dios. Necesitamos que nos pastoreen y nos guíen. Necesitamos protección. Necesitamos que nos vigilen. No somos tan grandes.

En nuestro miedo y en nuestra confusión, Dios está con nosotros. Nunca estamos solos.

El Salmo 23 es el salmo asignado a muchas iglesias este fin de semana, y no podría estar más agradecido. Es justo lo que necesitamos oír en este momento de nuestra vida común.

Muchos de nosotros estamos aturdidos, intentando mantenernos al día con las noticias diarias sobre el coronavirus y los cambios necesarios en nuestras vidas.

Podríamos estar terriblemente asustados, tanto por nuestro propio bienestar como por la salud de nuestros seres queridos. Y aquí recibimos el recordatorio que necesitamos. "El Señor es mi pastor; nada me falta".

En nuestro miedo y en nuestra confusión, Dios está con nosotros. Nunca estamos solos.

Incluso cuando "caminemos por el valle de sombra de muerte", no debemos temer. No leo esto como si dijera que nunca nos ocurrirá nada malo. Más bien es la seguridad divina de que, en nuestras pruebas y tribulaciones, Dios está con nosotros. Nunca estamos solos.

 

Las primeras imágenes conocidas de Jesucristo, creadas unos 200 años después de su muerte y resurrección, lo representan como pastor. A menudo se ve a Jesús de pie entre ovejas con un cordero sobre los hombros.

Más de Opinión

Jesús no aparece en esas antiguas imágenes vistiendo túnicas relucientes, ni está sentado en un trono. En cambio, el salvador del mundo está de pie, humildemente, entre las ovejas, recogiendo y llevando literalmente a los más vulnerables de su rebaño.

Así es con nosotros. Mientras permanecemos en nuestros hogares, tal vez atenazados por el miedo, debemos saber que Jesucristo, que es el Buen Pastor, nos recogerá y nos llevará en nuestros momentos de mayor necesidad.

HAZ CLIC AQUÍ PARA RECIBIR EL BOLETÍN DE OPINIÓN

Sabemos que Dios no se queda de brazos cruzados viéndonos sufrir. "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito...". Jesucristo vivió entre nosotros, conociendo cada dolor y aguijón de la humanidad, incluso la propia muerte.

Nuestro Dios no es distante e indiferente, sino que se acerca para compartir nuestro dolor.

No está mal tener miedo. Es una respuesta sana a las amenazas a las que nos enfrentamos. Pero podemos, por la gracia de Dios, afrontar nuestros miedos para que nuestros corazones y nuestras vidas estén gobernados por la esperanza y el amor, no por el miedo.

Al tercer día de su muerte, Jesucristo resucitó de entre los muertos, mostrando el triunfo del amor de Dios. Como nos recuerda la Pascua, el amor de Dios es más fuerte que el odio, más fuerte que los ejércitos imperiales y más fuerte incluso que la muerte.

Puesto que Jesús ha destruido la muerte, podemos caminar por el valle de sombra de muerte -o enfrentarnos a la propagación del coronavirus- sabiendo que, al final, el amor de Dios es más fuerte que nuestros miedos y más fuerte que cualquier cosa a la que podamos enfrentarnos.

No está mal tener miedo. Es una respuesta sana a las amenazas a las que nos enfrentamos. Pero podemos, por la gracia de Dios, afrontar nuestros miedos para que nuestros corazones y nuestras vidas estén gobernados por la esperanza y el amor, no por el miedo.

Debemos procurar quedarnos en casa para frenar la propagación de la enfermedad, pues así es como podemos amar a nuestro prójimo. Pero en nuestros hogares debemos recordar dos lecciones que nos enseña el Buen Pastor.

HAZ CLIC AQUÍ PARA OBTENER LA APLICACIÓN FOX NEWS

El amor de Dios, al final, es más fuerte que cualquier cosa a la que nos enfrentemos.

Nunca estamos solos.

Amén.

HAZ CLIC AQUÍ PARA LEER MÁS DE SCOTT GUNN

Carga más..