Christian Whiton: La dura acción de Trump contra China llega con retraso: Pekín debe pagar por su mala conducta

El presidente Trump habló el viernes con más claridad sobre China que ningún otro presidente anterior, refiriéndose a la "prevaricación" del gobierno chino y a su escandaloso "encubrimiento del virus de Wuhan" al anunciar su última medida de mano dura contra el régimen comunista.

Trump habló tras el progresivo asalto de Pekín a la libertad en Hong Kong, y mientras China seguía negándose a confesar la pandemia de coronavirus que inició.

Invocando derechos humanos que a menudo damos por sentados en Estados Unidos, Trump citó la negativa del Partido Comunista Chino a ver los beneficios de la libertad y los derechos humanos que existían en Hong Kong y que China prometió solemnemente preservar cuando Gran Bretaña devolvió la colonia en 1997. Ahora vemos que la promesa de China es una más de su larga lista de promesas incumplidas.

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A diferencia de sus predecesores en la Casa Blanca, el viernes Trump pasó de las palabras a los hechos. Puso fin a la pertenencia de Estados Unidos a la corrupta y prochina Organización Mundial de la Salud. Éste es otro golpe bienvenido a las burocracias globalistas que sirven principalmente a los propósitos de los malos del mundo.

Trump puso fin a los visados para estudiantes de posgrado vinculados al Ejército Popular de Liberación de China. Este paso tiene una importancia fundamental. El robo descarado de tecnología del mundo libre por parte de China impide que la cleptocracia de ese país se quede demasiado atrás.

Pero el verdadero sueño de China es vencer a Estados Unidos y a sus aliados, y eso significa hacer que los estudiantes de doctorado y posdoctorado en ciencia y tecnología aprendan de los maestros en Estados Unidos y luego lleven su forma de pensar de vuelta a China.

En última instancia, deberíamos detener todos los visados de estudiante para ciudadanos chinos, que desplazan a los estudiantes estadounidenses y perjudican especialmente a los asiático-americanos, dado que muchas instituciones tienen cuotas tácitas que limitan a los estudiantes asiáticos.

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Las universidades pondrían el grito en el cielo por la pérdida de revistas de la China comunista, pero francamente, esas instituciones se lo merecen dada su falta de patriotismo y su desplume de los estadounidenses a cambio de títulos de utilidad decreciente.

Trump también se acercó a la exclusión de la lista de acciones chinas de las bolsas estadounidenses, donde suponen un riesgo sistémico dada la afición de las empresas chinas a la corrupción y la opacidad. El hecho de que se permitiera a las empresas chinas cotizar en las bolsas estadounidenses es un testimonio de la falta de conocimiento de Wall Street sobre la amenaza de China.

Por último, Trump amenazó con imponer sanciones selectivas a los funcionarios chinos implicados en el menoscabo de la libertad en Hong Kong, en violación de las promesas explícitas de China. También prometió ajustar el estatus de Hong Kong como entidad comercial separada de China continental que disfruta de un comercio con aranceles bajos con Estados Unidos. Al no revocar totalmente este estatus, Trump mantuvo su influencia sobre China para utilizarla en el futuro.

En general, Trump dio un paso firme para empezar a hacer pagar a China por su mala conducta. Sin embargo, Trump aún no ha expuesto una visión general clara sobre cómo vencer a China. Seguimos quedándonos principalmente con tácticas y sentimientos, en lugar de con una estrategia que todo nuestro gobierno y el pueblo estadounidense puedan respaldar.

Trump y sus ayudantes deberían volver la vista a las administraciones de Ronald Reagan y Harry Truman, que entendieron cómo construir un plan coherente para librar la guerra fría y cómo comunicarlo al público.

Truman promulgó el "NSC 68", una referencia a la política recopilada por su Consejo de Seguridad Nacional, que era un proyecto para resistir al expansionismo soviético por medios militares y de otro tipo.

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Reagan emitió la Directiva de Decisión de Seguridad Nacional 75, titulada "Relaciones de EEUU con la URSS", a los dos años de su gobierno. En una sola página, esbozaba una triple estrategia que ayudó a minar la amenaza soviética y que provocó la desaparición de la propia Unión Soviética: contener el expansionismo soviético con disuasión militar; promover el cambio político dentro de la Unión Soviética; y entablar negociaciones sin un doble rasero que favoreciera a la oposición.

Aunque los documentos fueron clasificados en su momento, las declaraciones públicas de cada administración se derivaron de estas políticas claras.

Hoy en día, la idea de presionar políticamente al Partido Comunista Chino sigue siendo anatema para algunos. De hecho, un informe que la administración Trump envió al Congreso la semana pasada decía: "Las políticas de Estados Unidos no se basan en un intento de cambiar el modelo de gobierno interno [de China]". De hecho, eso es precisamente lo que debemos hacer, porque cuando el Partido Comunista Chino se vea obligado a jugar a la defensiva en casa, tendrá menos ancho de banda y capacidad para ser agresivo con Estados Unidos y el mundo libre.

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Quizá algún día la administración Trump pueda dar marcha atrás en una estrategia a partir de las diversas tácticas que ha empleado. Combatir a China por medios no violentos es una de las pocas cuestiones para las que existe apoyo bipartidista en Washington y en todo el país.

No obstante, Trump ha dejado claro que Estados Unidos luchará contra China utilizando el momento y las tácticas que elijamos. Los fanáticos que dirigen el gobierno chino están sobre aviso.

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