TrumpLa agenda energética de la UE puede hacer que América vuelva a ser asequible
Estados Unidos tiene la energía para volver a ser grande, pero tenemos que acabar con el asalto del gobierno a la industria
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Un reciente titular de Bloomberg declara que el presidente electo Trump está a punto de desmantelar el dominio de la administración Biden-Harris sobre la energía estadounidense. Millones de estadounidenses que luchan bajo el peso de la "Bidenomía" pueden por fin respirar aliviados. Restaurar la independencia energética no es sólo cuestión de asequibilidad, sino también de salvaguardar nuestra nación y reforzar nuestra posición en el mundo.
No hay nada que ocultar: La administración del presidente Joe Biden ha emprendido una guerra sin cuartel contra la energía fiable y asequible. Desde el primer día, la agenda de Bidenha dado prioridad a las señales de virtud frente a las soluciones reales. Uno de sus primeros actos fue cancelar el oleoducto Keystone XL, destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo y socavando nuestro suministro energético.
Más recientemente, su administración redobló la apuesta restringiendo el arrendamiento energético en la Sección 1002 del Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico (ANWR) de Alaska. Esta zona es una de las reservadas específicamente dentro del ANWR para equilibrar la doble exigencia de la preservación de la energía y la conservación del medio ambiente, y la decisión de Bidenperjudicará directamente a los habitantes de Alaska, al tiempo que aumentará los costes para las familias de todo el país.
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Como hijo de Scranton, Pensilvania, ha sido descorazonador ver cómo Biden daba la espalda a la industria energética que construyó nuestra ciudad natal común. Scranton prosperó una vez gracias a la fuerza de sus trabajadores del carbón y la energía, pero Biden ha trabajado incansablemente para desmantelar las mismas industrias que impulsaron nuestras comunidades y alimentaron el ascenso de Estados Unidos. Las políticas energéticas que defendió contribuyeron sin duda al rotundo rechazo de su administración en las urnas este noviembre.
BidenLos burócratas de la UE han sido implacables, construyendo un laberinto de trámites burocráticos para ahogar la producción nacional de energía. Desde desalentar la inversión en infraestructuras críticas hasta detener la exploración, sus acciones han estrangulado nuestro suministro de petróleo y gas. Peor aún, Biden nos arrastró de nuevo al Acuerdo de París sobre el Clima, un acuerdo unilateral que libra de responsabilidades a contaminadores masivos como China e India, mientras ata de pies y manos a Estados Unidos. Esto, a pesar de que nuestra nación ya ha demostrado que podemos reducir las emisiones sin sacrificar el crecimiento económico ni la soberanía.
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Aquí en Alaska, hemos visto de primera mano cómo estas políticas equivocadas perjudican a las familias. El aumento del precio de la gasolina, el incremento de los costes de calefacción y la restricción de las oportunidades de empleo son los amargos frutos de la agenda energética de Biden. Pero el daño no acaba ahí. La independencia energética es algo más que gasolina, electricidad y calefacción asequibles; es una piedra angular de la seguridad nacional.
La energía es la savia del mundo moderno, lo alimenta todo, desde nuestros hogares hasta nuestras fuerzas armadas. Sin un combustible fiable, nuestras fuerzas armadas son vulnerables. Necesitamos petróleo, gas y energía nuclear para mantener nuestros aviones en el aire, nuestros barcos en el mar y nuestras bases operativas. La tecnología de los vehículos eléctricos puede ser prometedora para el futuro, pero no está preparada para sustituir a los tanques diésel o a los vehículos de gasolina en el campo de batalla.
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Depender de adversarios extranjeros para obtener energía debilita a nuestra nación. Lo hemos visto en Europa, donde la dependencia del petróleo ruso creó vulnerabilidades que quedaron brutalmente expuestas durante la guerra de Ucrania. Estados Unidos nunca debe permitirse estar a merced de rivales geopolíticos para obtener recursos críticos. Sin embargo, llevamos casi cuatro años coqueteando con esa peligrosa posibilidad.
En cambio, durante el primer mandato del presidente Trump, Estados Unidos se convirtió en exportador neto de petróleo por primera vez en décadas. Ese logro no sólo fortaleció nuestra economía, sino que reconfiguró la dinámica mundial. Al suministrar energía a los aliados, redujimos su dependencia de regímenes autoritarios y cortamos las fuentes de ingresos a malos actores como Irán y Venezuela. Y sin esa dependencia, los malos pierden su influencia. Así pues, la independencia energética no sólo nos protege a nosotros, sino que alimenta la libertad en todo el mundo.
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Estados Unidos ha sido bendecido con abundantes recursos energéticos. Desde reservas de petróleo y gas hasta tecnologías nucleares avanzadas y energías renovables innovadoras, tenemos todo lo que necesitamos para liderar el mundo. Para conseguirlo, debemos adoptar un planteamiento global: maximizar las fuentes de energía tradicionales y seguir innovando en las renovables.
Si queremos que Estados Unidos vuelva a ser asequible, seguro y fuerte, debemos liberar todo el potencial de la energía estadounidense. Al hacerlo, podremos reconstruir nuestra economía, proteger nuestra nación e impulsar un futuro más brillante para todos los estadounidenses.