Christopher Rufo: Walmart contra la blancura: empleados por horas culpables de "superioridad racial interiorizada

El programa de teoría racial crítica de Walmart ayuda al gigante minorista a echar la culpa a fuerzas que escapan a su control

Nota del editor: Esta columna se publicó por primera vez en Diario de la ciudad.

Walmart Inc. ha puesto en marcha un programa de formación sobre teoría racial crítica que denuncia a Estados Unidos como un "sistema de supremacía blanca" y enseña a los empleados blancos, asalariados por horas, que son culpables de "pensamiento de supremacía blanca" y de "superioridad racial interiorizada".

Según un alijo de documentos internos que he obtenido de un denunciante, Walmart puso en marcha el programa en 2018 en colaboración con el Instituto de Equidad Racial, una empresa consultora de Greensboro, Carolina del Norte, que ha trabajado ampliamente con universidades, organismos gubernamentales y empresas privadas. 

El programa se basa en los principios fundamentales de la teoría crítica de la raza, como la "interseccionalidad", la "opresión racial internalizada", la "inferioridad racial internalizada" y el "desarrollo antirracista blanco". 

Desde el lanzamiento del programa, Walmart ha formado a más de 1.000 empleados y ha hecho que el programa sea obligatorio para los ejecutivos y recomendable para los trabajadores por horas de las tiendas Walmart. Cuando se solicitó un comentario, Walmart confirmó que la empresa "ha contratado a REI para varias sesiones de formación desde 2018" y que "ha considerado que estas sesiones invitan a la reflexión y son constructivas."

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El programa comienza con la afirmación de que Estados Unidos es un "sistema de supremacía blanca", diseñado por europeos blancos "con el fin de asignar y mantener a la piel blanca el acceso al poder y a los privilegios". 

La historia estadounidense se presenta como una larga secuencia de opresiones, desde la "construcción de una "raza blanca"" por los colonos en 1680 hasta la legislación de estímulo del presidente Obama en 2009, "otro acto neutral desde el punto de vista racial que ha beneficiado desproporcionadamente a los blancos".

 En consecuencia, argumenta el programa Walmart, los estadounidenses blancos han sido sometidos a un "condicionamiento racista" que les adoctrina en la "supremacía blanca", o la opinión "de que la gente blanca y las ideas, pensamientos, creencias y acciones de la gente blanca son superiores a la Gente de Color y sus ideas, pensamientos, creencias y acciones". 

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Siguiendo el principio de que "el diagnóstico determina el tratamiento", el programa Walmart pretende crear un perfil psicológico de blancura que luego pueda tratarse mediante el "desarrollo antirracista blanco". 

Los blancos, según los formadores, son inherentemente culpables del "privilegio blanco" y de la "superioridad racial interiorizada", la creencia de que "la comodidad, la riqueza, el privilegio y el éxito de uno se han ganado por méritos y trabajo duro" y no gracias a los beneficios del racismo sistémico. 

El programa de Walmart argumenta que esta opresiva "cultura de supremacía blanca" puede resumirse en una lista de cualidades como "individualismo", "objetividad", "paternalismo", "defensividad", "acaparamiento de poder", "derecho a la comodidad" y "culto a la palabra escrita", todas las cuales "fomentan el pensamiento de supremacía blanca" y "son perjudiciales tanto para la gente de color como para la gente blanca". 

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El programa de formación recomienda que "los debates sobre los condicionamientos racistas" se lleven a cabo en "grupos de afinidad" segregados racialmente, porque "la gente de color y la gente blanca tienen su propio trabajo que hacer para comprender y abordar el racismo." 

Los empleados de Walmart que son minorías raciales, en el marco del programa de formación, sufren "opresión racista construida" e "inferioridad racial interiorizada". Su psicología interna se considera destrozada y rota, dominada por mensajes internos como "creemos que hay algo malo en ser una persona de color", "tenemos la autoestima baja", "tenemos expectativas bajas", "tenemos opciones muy limitadas" y "tenemos una sensación de posibilidad limitada". 

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Así, las minorías empiezan a creer los "mitos promovidos por el sistema racista", desarrollan sentimientos de "odio a sí mismas", "ira", "rabia" y "etnocentrismo", y se ven obligadas a "olvidar", "mentir" y "dejar de sentir" para asegurarse la supervivencia básica. 

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La solución, según el programa de Walmart, es animar a los blancos a participar en el "desarrollo antirracista blanco", un programa de condicionamiento psicológico que reorienta la conciencia blanca hacia el "antirracismo". 

El programa de formación enseña a los empleados blancos que ideas como "yo soy normal", "todos somos iguales" y "yo am no soy el problema" son construcciones racistas, impulsadas por la superioridad racial interiorizada. El programa anima a los blancos a aceptar su "culpa y vergüenza", a adoptar la idea de que "el blanco no tiene razón", a reconocer su complicidad en el racismo y, por último, a avanzar hacia una "acción colectiva" por la que "el blanco pueda hacer lo correcto". El objetivo es que los blancos suban la "escalera del empoderamiento de los blancos" y se recreen con una nueva "identidad antirracista".

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El programa de formación de Walmart parece un estudio de oportunismo. Durante años, los activistas han atacado las prácticas empresariales de la empresa; el programa de teoría racial crítica ayuda al gigante minorista a echar la culpa a fuerzas que escapan a su control. Mientras la empresa denuncia la "cultura de la supremacía blanca" -con componentes como la "objetividad", el "individualismo" y el "acaparamiento"-, toda su cúpula ejecutiva de nueve miembros, excepto el jefe de tecnología Suresh Kumar, es blanca, y sus seis principales dirigentes cobraron un salario combinado de 112 millones de dólares en 2019. 

El consejero delegado Doug McMillon, a quien el denunciante describió como un "verdadero creyente" en la equidad racial, espera exportar la ideología a todas las empresas de la lista Fortune 100 a través de su cargo de presidente de la Mesa Redonda Empresarial.

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La fórmula está clara: los ejecutivos estadounidenses, entre las personas con más éxito del planeta, pueden acumular elogios y estatus social promoviendo las ideologías izquierdistas de moda. 

Mientras tanto, a sus trabajadores por hora, que ganan entre 25.000 y 30.000 dólares anuales, se les pide que se sometan a rituales deshonestos y humillantes para enfrentarse a su "privilegio blanco" y a su "pensamiento de supremacía blanca". McMillon se lleva el mérito de la justicia social; sus trabajadores pagan el precio.

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