Diputado Roger Marshall La OMS necesita desesperadamente una reforma: así es como se puede proteger la salud mundial ahora

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Durante los últimos 70 años, Estados Unidos y países de todo el mundo han depositado su confianza en la Organización Mundial de la Salud (OMS) para alertar a la comunidad mundial de los brotes de enfermedades y proporcionar conocimientos técnicos en salud pública. A cambio, la OMS ha demostrado -una y otra vez- sus problemas organizativos sistémicos y su falta de responsabilidad.

La pandemia de COVID-19 es sólo un ejemplo más de la voluntad de la OMS de dejar que la política gobierne por encima de su responsabilidad fundamental como guardián de la salud pública mundial.

Como médico, me preocupa especialmente la incapacidad de la OMS para responder adecuadamente a estos brotes. Casi 100.000 estadounidenses han muerto a causa del COVID-19, y esta organización sanitaria internacional debe someterse a estrictas normas médicas y de intercambio de información en el futuro.

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Las decisiones de la OMS orientan y repercuten en la capacidad de los profesionales médicos para orientar y atender adecuadamente a sus pacientes.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom, cometió varios errores desastrosos en la mitigación y prevención del brote de COVID-19. El 14 de enero, el gobierno chino negó que se estuviera produciendo la transmisión del virus de persona a persona, y la OMS se apresuró a respaldar su mensaje. Resulta chocante que la OMS no hiciera ningún intento de verificar de forma independiente las afirmaciones de un gobierno antidemocrático ampliamente conocido por su férreo bozal a los medios de comunicación, el "Gran Cortafuegos" de controles de Internet y un historial sin paliativos de ocultación de la verdad.

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Por otra parte, esta fácil solidaridad con China no es ninguna sorpresa si se tiene en cuenta que Tedros fue respaldado en gran medida por China cuando aspiraba al máximo cargo de la OMS. Más concretamente, su país de origen es uno de los principales socios africanos de la "Iniciativa de la Franja y la Ruta" de China, y China sigue siendo su mayor fuente de inversión extranjera.

La política, por desgracia, tuvo mucho que ver con la decisión de Tedros de afirmar que la respuesta china al brote era "transparente" y contaba con su plena confianza. Mientras Tedros ayudaba al gobierno chino, los hospitales de todo Wuhan se vieron desbordados por los pacientes enfermos, mientras los funcionarios chinos silenciaban a la comunidad médica con una mano y hacían acopio de equipos de protección personal con la otra.

Sin embargo, gracias a la inquebrantable presión internacional, Tedros declaró el brote emergencia de salud pública y cambió de rumbo.

Es hora de reevaluar la estructura organizativa de la OMS para garantizar que las futuras respuestas se basen en la ciencia, no en la propaganda.

Es dudoso que la OMS hubiera reaccionado de forma diferente sin Tedros atendiendo a China. No es el primer fracaso de la organización a la hora de responder a un brote de enfermedad. El brote de ébola de 2014 en África Occidental y la pandemia de gripe H1N1 de 2009 suscitaron duras críticas por la deficiente actuación de la OMS y dieron lugar a numerosas investigaciones externas e internas en las que se pedía una reforma. Aunque se han adoptado algunas medidas de reforma, la OMS sigue careciendo de responsabilidad y, sin ella, los conocimientos médicos y la salud pública siempre quedarán en segundo plano frente a la política y la propaganda.

Sin duda se redactarán investigaciones independientes sobre el brote de COVID-19 y se esbozarán recomendaciones de reforma. Se adoptarán los cambios técnicos menores y se ignorarán los que amenacen el favor político. Para garantizar que realmente se realizan cambios significativos, los países deben abandonar la zanahoria y agarrar el palo.

Estados Unidos es el mayor contribuyente voluntario a la OMS y, con estos problemas persistentes, la administración Trump decidió, con razón, suspender la financiación a la espera de una investigación sobre su gestión del brote de COVID-19.

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Mientras la administración Trump sigue husmeando en las motivaciones políticas que impulsan a la OMS, más de 60 países, entre ellos Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón, así como la Unión Europea, han firmado una resolución que respalda la investigación. Dicha resolución se adoptó recientemente por unanimidad durante una reunión virtual de la Asamblea Mundial de la Salud, a pesar de las reiteradas quejas de China.

Es hora de reevaluar la estructura organizativa de la OMS para garantizar que las futuras respuestas se basen en la ciencia, no en la propaganda.

Los países participantes deberían considerar la posibilidad de crear un pequeño órgano selecto de expertos médicos con derecho a voto, similar a la estructura del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el fin de defender la cooperación para resolver los problemas sanitarios mundiales. Este órgano podría supervisar cuestiones políticas importantes como los brotes epidémicos, los grandes gastos de capital y evaluar las medidas adoptadas por otros países durante las emergencias de salud pública.

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La rendición de cuentas conlleva el poder de tomar decisiones que los Estados miembros están obligados a aplicar. Esto se complementaría con la presión internacional.

Estados Unidos -el mayor proveedor individual de ayuda humanitaria, el mayor contribuyente a la OMS y vigilante mundial- debe liderar esta lucha para garantizar que la OMS cumple su papel en la salud mundial y en la respuesta a las pandemias.

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