Con respecto a la nueva película "REAGAN", admito plenamente un prejuicio muy grande y duradero a favor del ex presidente. Trabajé como escritor en la Casa Blanca del presidente Ronald Reagan desde 1987 hasta el final de su gobierno en enero de 1989.
Más que eso, tuve la bendición de compartir un momento profundamente personal y emotivo con el presidente. Me había invitado al Despacho Oval para elogiarme por algo que había escrito.
Mientras entablábamos una conversación muy cordial, mencioné que mis padres, al igual que su padre, eran alcohólicos disfuncionales. En cuanto lo hice, se acercó más a mí, me puso la mano en el hombro y empezó a hablar de la crueldad de otros niños cuando ven a tu padre o a tus padres en esas condiciones. Mientras me hablaba, su voz se convirtió casi en un susurro cuando me pidió que le hablara de mi madre y mi padre.
Nada más hacerlo, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Al verlo, am no me avergüenza lo más mínimo decir que yo también rompí a llorar. Al darse cuenta de mis lágrimas, el líder del mundo libre intervino y me dio un abrazo.
Nunca había sentido tanta gracia, empatía y amabilidad. Irónicamente, la razón por la que el presidente me invitó fue para agradecerme que le defendiera de las críticas de aquella época.
La excepcional película "REAGAN" del cineasta Sean McNamara, protagonizada por Dennis Quaid, ya está en los cines. Tristemente, pero como era de esperar, está siendo atacada por varios críticos de cine de extrema izquierda. Varios la declaran regodeándose "la peor película del año".
Aunque estos odiadores de extrema izquierda, aparentemente desalmados, pueden estar prácticamente dándose palmadas en la espalda por sus ataques previsiblemente tendenciosos y poco profesionales contra la película y nuestro 40º presidente, están olvidando -o ignorando a propósito- un hecho crítico. A saber: Ronald Reagan era un hombre del pueblo.
Los estadounidenses de todas las clases sociales le querían porque era uno de ellos. Había caminado en sus zapatos y lo sabían. No es de extrañar que, mientras esos críticos insoportables -que a menudo sólo existen para destrozar la sangre, el sudor y las lágrimas de la gente verdaderamente creativa- miran por encima del hombro a "REAGAN", a la gente le encanta.
Los que han visto la película no sólo le han dado un asombroso 98% de puntuación de audiencia "fresca" en "Rotten Tomatoes", sino también críticas muy favorables en las encuestas a pie de urna. Además, está superando las expectativas en taquilla.
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Aunque necesitaríamos un ejército de psicólogos cualificados para explicar por qué estos críticos con derecho odian tanto, hay dos razones que parecen evidentes. La primera es que han sido adoctrinados desde el nacimiento, en algunos casos, para aborrecer cualquier cosa remotamente relacionada con el presidente o sus administraciones increíblemente exitosas. La segunda es el hecho de que la estrella de "REAGAN", Quaid, ha mencionado que apoyará al ex presidente Donald Trump en las próximas elecciones.
Como hemos descubierto, si hay un presidente al que la extrema izquierda odie más irracionalmente que a Reagan, ése es Trump. Un hombre que ha incorporado gran parte de la doctrina Reagan en su pasada administración y que ahora salpica con ella sus discursos de sentido común.
Como saben estos críticos, Reagan también formó parte de Hollywood en su día. Incluso entonces, vio que esa industria daba un duro giro a la izquierda. Era un movimiento de tendencia socialista que le ayudó a acercarse a sus principios conservadores y populistas.
Si Reagan viviera hoy, sospecho que no se escandalizaría lo más mínimo por el odio dirigido contra él y su legado por estos críticos de extrema izquierda. Sin embargo, con su sonrisa y risa características, lo más probable es que hubiera dicho: "Bueno... ya están otra vez".
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Después, ese hombre del pueblo se habría alegrado humildemente de las críticas que la película "REAGAN" está recibiendo no sólo de quienes le querían, sino de quienes desearían haber podido experimentar su liderazgo de primera mano.
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