RIP, Kepler: el revolucionario telescopio cazador de planetas de la NASA se queda sin combustible

Esta ilustración facilitada por la NASA muestra el telescopio espacial Kepler. En octubre de 2018, la nave espacial cazadora de planetas llevaba casi una década en el espacio. (NASA vía AP)

La máquina de cazar planetas más prolífica de la historia se ha retirado.

El telescopio espacial Kepler de la NASA, que ha descubierto el 70 por ciento de los 3.800 mundos alienígenas confirmados hasta la fecha, se ha quedado sin combustible, según han anunciado hoy (30 de octubre) funcionarios de la agencia. Kepler ya no puede reorientarse para estudiar objetos cósmicos ni enviar sus datos a la Tierra, por lo que el legendario instrumento ha terminado su trabajo en el espacio después de casi una década.

Y ese trabajo ha sido transformador.[Los 7 mayores descubrimientos de exoplanetas de Kepler]

"Kepler nos ha enseñado que los planetas son ubicuos e increíblemente diversos", dijo a Space.com la científica del proyecto Kepler Jessie Dotson, que trabaja en el Centro de Investigación Ames de la NASA en Moffett Field, California. "Ha cambiado nuestra forma de mirar el cielo nocturno".

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El anuncio de hoy no era inesperado. Kepler lleva meses quedándose sin combustible, y los gestores de la misión pusieron la nave en reposo varias veces recientemente para prolongar su vida operativa todo lo posible. Pero el final no pudo evitarse para siempre; el depósito de Kepler finalmente se secó hace dos semanas, según dijeron hoy los miembros del equipo de la misión durante una teleconferencia con periodistas.

"Esto marca el final de las operaciones de la nave espacial para Kepler, y el final de la recogida de datos científicos", dijo Paul Hertz, jefe de la División de Astrofísica de la NASA, durante la teleconferencia.

Liderando la revolución de los exoplanetas

Kepler buscó mundos extraterrestres mediante el"método del tránsito", que consiste en encontrar las caídas de brillo que se producen cuando un planeta cruza la cara de su estrella desde la perspectiva de la nave espacial.

Esas caídas son minúsculas, tan minúsculas que los responsables de la NASA dudaban en un principio de que una nave espacial pudiera realizar tales mediciones. El impulsor del Kepler, Bill Borucki, de Ames, vio rechazadas cuatro propuestas de misión en la década de 1990, antes de abrirse paso en el año 2000, después de que él y su equipo demostraran la sensibilidad del instrumento en un banco de pruebas en la Tierra. (Borucki se jubiló en 2015).

Aún así, Kepler tardó un tiempo en despegar. La nave espacial se lanzó en marzo de 2009, en una misión de 600 millones de dólares para evaluar la frecuencia de planetas similares a la Tierra en la Vía Láctea.

Al principio, Kepler miraba continuamente a una única pequeña porción de cielo, estudiando unas 150.000 estrellas simultáneamente. Ese trabajo fue increíblemente productivo, con 2.327 descubrimientos de exoplanetas confirmados hasta la fecha.

Sin embargo, en mayo de 2013 falló la segunda de las cuatro "ruedas de reacción" de Kepler para mantener la orientación. La nave espacial no pudo mantenerse lo suficientemente estable como para realizar sus mediciones ultraprecisas del tránsito, y la caza de planetas original de Kepler llegó a su fin.

Pero la nave espacial no estaba acabada. Los manipuladores de Kepler pronto descubrieron una forma de estabilizarla utilizando la presión de la luz solar y, en 2014, la NASA aprobó una nueva misión llamada K2. (El envío de astronautas para dar servicio a Kepler está descartado; la nave orbita alrededor del Sol, no de la Tierra, y está a millones de kilómetros de nuestro planeta).

Durante la K2, Kepler estudió diversos objetos y fenómenos cósmicos, desde cometas y asteroides de nuestro propio sistema solar hasta lejanas explosiones de supernovas, en el transcurso de diferentes "campañas" de 80 días. La caza de planetas siguió siendo una actividad importante; el botín de mundos alienígenas de K2 asciende a 354 en la actualidad.

Las observaciones de Kepler a lo largo de sus dos misiones sugieren que los planetas superan en número a las estrellas de la Vía Láctea y que los mundos potencialmente similares a la Tierra son comunes. De hecho, alrededor del 20% de las estrellas similares al Sol de nuestra galaxia parecen albergar planetas rocosos en la zona habitable, el intervalo de distancias en el que podría existir agua líquida en la superficie de un mundo.

"El legado de exoplanetas de Kepler es absolutamente taquillero", declaró Dotson a Space.com.

Pero el legado de la misión se extiende también a otros campos, subrayó. Por ejemplo, las mediciones precisas del brillo de Kepler -que el telescopio ha completado para más de 500.000 estrellas- están ayudando a los astrónomos a comprender mejor el funcionamiento interno de las estrellas. Y las observaciones de supernovas del instrumento podrían arrojar una luz considerable sobre algunos de los acontecimientos más dramáticos del universo.

"Hemos visto explosiones nada más producirse, al principio", dijo Dotson. "Y eso es muy emocionante si quieres averiguar por qué las cosas hacen "¡Boom!"".

Aún no está hecho

Aunque Kepler haya cerrado los ojos, los descubrimientos de la misión seguirán llegando durante años. Aún deben examinarse unos 2.900 exoplanetas "candidatos" detectados por la nave espacial, y la mayoría de ellos deberían acabar siendo reales, según han declarado los miembros del equipo Kepler.

También hay que analizar muchos otros datos, subrayó Dotson.

Y Kepler seguirá viviendo en la revolución de los exoplanetas que ayudó a desencadenar. Por ejemplo, en abril, la NASA lanzó una nueva nave espacial llamada Satélite de Exploración de Exoplanetas en Tránsito (TESS), que busca mundos alienígenas que giren alrededor de estrellas relativamente cercanas al Sol (utilizando el método de tránsito, igual que Kepler).

Algunos de los hallazgos más prometedores de TESS serán analizados por el telescopio espacial James Webb de la NASA, con un coste de 8.900 millones de dólares, cuyo lanzamiento está previsto para 2021. Webb podrá escanear las atmósferas de mundos alienígenas cercanos, buscando metano, oxígeno y otros gases que puedan ser signos de vida.

La muerte de Kepler "no es el final de una era", dijo a Space.com el ingeniero del sistema Kepler Charlie Sobeck, también de la NASA Ames. "Es una ocasión para marcarlo, pero no es el final".

Publicado originalmente en Space.com.