El oeste de EEUU se enfrentará a su propio tsunami. ¿Pero cuándo?

Indicador de ruta de evacuación por tsunami a lo largo de la costa de Oregón. (Christina Reed)

Nadie quiere creer que el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011 en Japón puedan repetirse. Pero ocurrirá. En algún lugar.

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Un lugar probable para que se repita es la costa oeste de Norteamérica. La cuestión es cuándo.

Geofísicos de siete instituciones de investigación de todo el país están sondeando esa cuestión como nunca antes, mediante un proyecto de cinco años y 4,6 millones de dólares que acaba de ponerse en marcha. Combinando velocidades de cálculo 1.000 veces superiores con metodologías mejoradas, el equipo está creando la primera simulación unificada de terremotos a lo largo de todo el oeste de Norteamérica.

"Uno de los objetivos del proyecto es mejorar nuestra capacidad de previsión de terremotos a corto y largo plazo", declaró en un comunicado de prensa el director del proyecto, James Dieterich, de la Universidad de California en Riverside. "Una previsión más precisa tiene ventajas prácticas: los seguros contra terremotos, por ejemplo, dependen en gran medida de las previsiones".

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La nueva simulación ayudará a los científicos a determinar la interacción entre los dos sistemas de fallas tan diferentes que existen a lo largo de la costa oeste de EE.UU. Los californianos saben que deben esperar grandes sacudidas a lo largo de la Falla de San Andrés y sus homólogas desde el Gran Terremoto de San Francisco de 1906. Pero los habitantes del noroeste del Pacífico estadounidense se enfrentan a una doble amenaza: Al acecho, hay un tajo de 600 millas de largo en el lecho marino, la Zona de Subducción de Cascadia, propensa a megaterremotos de empuje y tsunamis del orden del temblor de 9,0 grados que generó un tsunami el año pasado en Japón. El último gran terremoto de Cascadia se produjo en 1700, hace mucho tiempo si tenemos en cuenta que este tipo de sucesos ocurren cada 300 a 500 años.

"Las observaciones de terremotos se remontan a sólo unos 100 años, lo que da lugar a un registro relativamente corto", dijo Dieiterich. "Si conseguimos que la física sea correcta, nuestras simulaciones de los sistemas de fallas de los límites de placas -con una resolución de un kilómetro para California- abarcarán más de 10.000 años de movimiento de las placas y constarán de hasta un millón de terremotos discretos, lo que nos proporcionará abundantes datos para analizar".

A partir de todos esos nuevos datos, Dieterich y sus colegas esperan encontrar pistas sobre los procesos a largo plazo que condicionan el fallo de los sistemas de fallas en los grandes terremotos (de magnitud superior a 8). Una condición que el equipo vigilará de cerca es el efecto de los llamados deslizamientos lentos, una clase especial de movimiento sutil de las placas entre los cientos de terremotos que no podemos sentir en la superficie terrestre.

La existencia de fenómenos de deslizamiento lento, que los científicos descubrieron hace poco, está resultando especialmente importante para una previsión precisa. En un evento de deslizamiento lento, el movimiento es lo suficientemente gradual como para no crear un movimiento del terreno detectable, pero la liberación de energía puede ser equivalente a la de un terremoto normal de magnitud 6. La gran pregunta es si estos fenómenos pueden transferir tensión a las partes de una zona de subducción más propensas a sufrir una sacudida violenta, explicó Dieterich en una charla reciente en el campus de la UC Riverside.

Señaló que los científicos que revisaron los registros sísmicos de Japón a principios de 2011 observaron que se había producido un deslizamiento lento entre la sacudida principal del 11 de marzo y su precursora.

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Asimismo, un análisis del terremoto de Chile de 1960 reveló que parecía haber un deslizamiento lento incluso entre éste y su mayor réplica. Y se han detectado docenas de deslizamientos lentos en la Zona de Subducción de Cascadia, en las profundidades de Washington y Oregón.

¿Aumenta eso las probabilidades de que se produzca otro gran terremoto en Cascadia? Eso es exactamente lo que Deiterich y sus colegas de la UCR, la Universidad de Brown, la Universidad de Columbia, la Universidad del Sur de California, la Universidad Estatal de San Diego, la UC San Diego y el Servicio Geológico de EE.UU. esperan discernir.

Sus motivos son sencillos: una fracción cada vez mayor de la población mundial vive en regiones donde se producen grandes terremotos y, como consecuencia, está expuesta a un alto riesgo sísmico. Aunque la preparación es crucial para hacer frente a los terremotos, una mejor previsión de estas catástrofes naturales puede salvar más vidas.

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