- Bolivia se ha tambaleado después de que tropas dirigidas por el general Juan José Zúñiga tomaran brevemente el palacio presidencial de La Paz durante un intento de golpe de Estado.
- Las fuerzas militares tomaron el control de La Paz utilizando vehículos blindados y gases lacrimógenos contra los manifestantes.
- Las autoridades detuvieron a Zúñiga mientras sus soldados se retiraban del centro de La Paz.
La calma volvió a la capital de Bolivia el jueves, después de que tropas dirigidas por un general de alto rango asaltaran el palacio presidencial y luego se retiraran rápidamente, en tumultuosas escenas que amenazaban con sumir en el caos a la democracia sudamericana, aquejada de problemas desde hace mucho tiempo.
La nación de 12 millones de habitantes contempló el miércoles, conmocionada y desconcertada, cómo las fuerzas militares bolivianas parecían volverse contra el gobierno del presidente Luis Arce, tomando el control de la plaza principal de la capital con vehículos blindados de transporte de tropas, estrellando un tanque contra el palacio y lanzando gases lacrimógenos contra los manifestantes que inundaban las calles.
El jefe del ejército del país, el general Juan José Zúñiga, se dirigió a un grupo de periodistas de televisión desde el palacio, prometiendo "restaurar la democracia", sustituir al gabinete y liberar a los presos políticos.
Pero cuando los líderes de la oposición condenaron la aparente intentona golpista, quedó claro que el golpe no tenía ningún apoyo político significativo. Arce se negó a ceder y nombró a un nuevo comandante del ejército, que ordenó inmediatamente a las tropas que se retiraran, poniendo fin a la rebelión tras sólo tres horas caóticas y de vértigo. Cientos de partidarios de Arce acudieron a la plaza del palacio, ondeando banderas bolivianas, cantando el himno nacional y vitoreando.
"Aquí estamos, firmes, en el palacio presidencial, para enfrentar cualquier intento golpista", dijo Arce tras enfrentarse al general Zúñiga, llamando a los bolivianos a movilizarse en defensa de la democracia.
Las autoridades detuvieron rápidamente a Zúñiga mientras sus soldados se retiraban del centro de La Paz, aplastando el aparente intento de golpe de Estado y desactivando la última crisis en un país sacudido por una enconada rivalidad política y una crisis económica.
"Su objetivo era derrocar a la autoridad elegida democráticamente", declaró a los periodistas el ministro de Gobernación, Eduardo del Castillo, al anunciar la detención de Zúñiga y de un presunto cómplice, el ex vicealmirante de la Armada Juan Arnez Salvador.
La efímera rebelión se produjo tras meses de crecientes tensiones entre Arce y su antiguo aliado, el ex presidente Evo Morales. Morales, primer presidente indígena de Bolivia, sigue siendo un icono de la izquierda mundial y una figura destacada de la política nacional años después de las protestas masivas que le llevaron a dimitir y huir en 2019, una destitución que sus partidarios consideran un golpe de Estado.
Desde que regresó del exilio, Morales ha protagonizado una espectacular reaparición política. Amenazando con desafiar a Arce en las primarias de 2025, Morales ha provocado una ruptura sin precedentes en su partido socialista gobernante. La disputa ha paralizado los esfuerzos por resolver una crisis económica en espiral, con la disminución de las reservas de divisas del país, la caída en picado de sus exportaciones de gas natural y el colapso de la paridad de su moneda.
Mientras la policía antidisturbios establecía bloqueos ante el palacio presidencial, los bolivianos -aunque no son ajenos a los conflictos políticos en un país que ha sido testigo de unos 190 golpes de Estado según un recuento- se agolpaban en los cajeros automáticos, formaban largas colas ante las gasolineras y vaciaban las estanterías de las tiendas de comestibles y las farmacias.
Flanqueado por los jefes militares recién nombrados a última hora del miércoles, el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, intentó tranquilizar a la agitada opinión pública y esclarecer lo ocurrido.
La agitación comenzó a principios de esta semana, según Novillo, cuando Arce destituyó a Zúñiga en una reunión privada celebrada el martes por las amenazas del jefe del ejército de detener a Morales si seguía adelante con su candidatura presidencial en 2025. En su reunión, Novillo dijo que Zúñiga no dio a los oficiales ninguna indicación de que se estuviera preparando para tomar el poder.
"Admitió que había cometido algunos excesos", dijo Novillo sobre Zúñiga. "Nos despedimos de la manera más amistosa, con abrazos. Zúñiga dijo que siempre estaría al lado del presidente".
La frenética toma de palacio comenzó horas después. Perseguido por vehículos blindados y partidarios, Zúñiga irrumpió en la sede del gobierno y declaró que estaba harto de las luchas políticas internas. "Las fuerzas armadas pretenden restaurar la democracia", dijo.
Miembros de la fragmentada oposición del país, a la que Zúñiga dijo apoyar, rechazaron el golpe antes de que estuviera claro que había fracasado. La ex presidenta interina Jeanine Áñez, detenida por su papel en la destitución de Morales en 2019, afirmó que los soldados pretendían "destruir el orden constitucional", pero hizo un llamamiento tanto a Arce como a Morales para que no se presentaran a las elecciones de 2025.
El motín de un militar de toda la vida con un perfil político bajo suscitó confusión. Justo antes de su detención, Zúñiga afirmó que el propio presidente Arce había pedido al general que asaltara el palacio en una estratagema para aumentar la popularidad del asediado dirigente.
"El presidente me dijo: 'La situación está muy jodida, muy crítica. Hay que preparar algo para levantar mi popularidad'", citó Zúñiga al líder boliviano.
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El ministro de Justicia, Iván Lima, negó las afirmaciones de Zúñiga, insistiendo en que el general mentía para justificar sus acciones. Los fiscales solicitarán la pena máxima de 15 a 20 años de prisión para Zúñiga por cargos de "atentado contra la Constitución", dijo.
Los analistas afirmaron que, más que nada, los acontecimientos del miércoles pusieron de manifiesto la debilidad de las instituciones democráticas de Bolivia.
"Esto otorga el control a los militares y erosiona la democracia, y es una señal importante de que no se han abordado los problemas del golpe de Estado de 2019", afirmó Kathryn Ledebur, directora de la Red Andina de Información, un grupo de investigación con sede en Bolivia. "La democracia de Bolivia sigue siendo muy frágil, y definitivamente mucho más frágil hoy de lo que era ayer".