Como médico y madre de tres hijos, he observado de primera mano el creciente debate en torno a que los niños tengan teléfonos móviles en la escuela. Yo misma he luchado con la decisión de enviar o no teléfonos al colegio con mis hijos. El tema es polifacético, con argumentos válidos en ambos lados que tocan cuestiones de seguridad, educación, desarrollo social y bienestar general.
Como madre, mi principal preocupación es la seguridad de mis hijos. En una época en la que los tiroteos y las emergencias escolares parecen cada vez más frecuentes, la posibilidad de que un niño se ponga inmediatamente en contacto con uno de sus padres tiene un valor incalculable. Los teléfonos móviles proporcionan una línea directa de comunicación y acceso a la ubicación, ofreciendo tranquilidad a los padres y una sensación de seguridad a los niños. Me he dado cuenta de que esto es más importante a medida que el niño crece, sobre todo cuando ya conduce.
Como médico, comprendo el impacto de las distracciones en las funciones cognitivas que puede producirse cuando los niños tienen acceso abierto a su teléfono en la escuela. Los teléfonos móviles, con sus constantes notificaciones y acceso a las redes sociales, pueden distraer significativamente a los alumnos de sus estudios. La tentación de consultar los mensajes o jugar durante la clase puede distraer del aprendizaje y disminuir el rendimiento académico.
LOS LEGISLADORES ESTATALES PRESIONAN PARA QUE SE PROHÍBAN LOS TELÉFONOS EN LAS ESCUELAS
Vivimos en una era digital en la que el dominio tecnológico es primordial, por lo que una prohibición total de la tecnología sería perjudicial para su desarrollo. Por tanto, los niños deben tener una comprensión fundamental de sus beneficios, riesgos y uso. Sin embargo, esto debe ser dirigido por el profesor en un entorno académico y limitado a fines educativos, sin acceso a contenidos no educativos que puedan afectarles negativamente durante la clase.
También hemos presenciado cada vez más, con el uso de la tecnología, que las generaciones más jóvenes tienen dificultades con las habilidades sociales y las interacciones humanas. Desde un punto de vista psicológico, el uso excesivo del móvil puede obstaculizar el desarrollo de las habilidades sociales cara a cara, influir en las inseguridades y conducir al ciberacoso. La escuela es un entorno crucial para que los niños desarrollen habilidades interpersonales y construyan relaciones significativas, al tiempo que se sienten a salvo de la discriminación. Permitir el acceso a los teléfonos móviles durante la jornada escolar puede impedir estas oportunidades, dando lugar a una generación menos experta en interacciones personales.
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Aunque no es específico del debate escolar, el uso excesivo de teléfonos móviles también se ha relacionado con diversos problemas de salud, como fatiga visual, problemas posturales, trastornos del sueño y problemas de salud mental, como ansiedad y depresión. Los datos sobre los perjuicios del uso de pantallas en los niños son tan abrumadores que el Cirujano General ha pedido al Congreso que coloque una etiqueta de advertencia en las aplicaciones de las redes sociales, similar a la del alcohol y los cigarrillos.
Equilibrar los pros y los contras del uso del móvil en las escuelas es matizable, pero no imposible de hacer. Mis sugerencias para las políticas escolares son sencillas:
Elimina la tentación
Las escuelas deberían disponer de tecnología para restringir el uso de las redes sociales en el campus.
Tres huelgas
No se permite sacar los teléfonos de la mochila durante las clases. Si un alumno habla por teléfono durante la clase por cualquier motivo, después de una advertencia verbal y luego escrita, se le quitará y los padres tendrán que venir físicamente a la escuela a recoger el teléfono.
Permitir el acceso
Los teléfonos pueden utilizarse durante los periodos no lectivos (entre clases, comida).
Disciplina
Los alumnos que acosan cibernéticamente mientras están matriculados en la escuela (durante el horario escolar o fuera de él) tienen las máximas consecuencias, incluida la suspensión, la expulsión y la terapia conductual.
Unas directrices y políticas estrictas pueden ayudar a aprovechar los beneficios y minimizar los inconvenientes, pero deben ser respetadas por profesores, administradores, alumnos y niños. Todos deben estar de acuerdo con lo anterior al principio del curso escolar, en un esfuerzo por garantizar la responsabilidad conjunta. El uso de teléfonos móviles es un privilegio, no un derecho. Y ese privilegio conlleva responsabilidad.
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Como médico y madre, conozco las ventajas de los teléfonos móviles cuando se utilizan adecuadamente. Sin embargo, es esencial aplicar medidas que establezcan salvaguardias para nuestros hijos contra sus probados efectos negativos.
Con unas directrices cuidadosas y un cumplimiento obligatorio, podemos asegurarnos de que nuestros hijos cosechan los beneficios de la tecnología sin comprometer su rendimiento académico, su desarrollo social o su salud.