En mi ciudad de Chicago, muchos están deseando que fracase. A sus ojos estoy cometiendo este crimen
Revelaciones en la azotea: Vivimos tiempos profundamente ideológicos en los que a veces todo parece estar patas arriba
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Vivo en una ciudad donde demasiados burócratas del gobierno y ciudadanos quieren verme fracasar. Cuando me mudépor primera vez a Chicago hace más de 25 años, nunca pensé que expresaría tal sentimiento.
El propósito de mi vida ha sido ministrar a quienes buscan a Jesús en sus vidas y ayudar a los jóvenes a escapar de una vida de delincuencia y pobreza. Podría pensarse que son objetivos racionales y de sentido común que todo el mundo puede apoyar. Pero vivimos en tiempos profundamente ideológicos en los que a veces todo parece estar patas arriba.
Los que quieren que fracase se llaman a sí mismos aliados de los negros, pero sus acciones siempre resultan en la misma canción y baile: mantener a los negros abajo y victimizados.
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El jefe del sindicato de profesoresChicago culpa a la supremacía blanca del fracaso de demasiados niños negros a la hora de leer y hacer matemáticas a nivel de grado.
Nuestro alcalde pretende cerrar algunas de las escuelas con mejores resultados a las que escaparon muchos jóvenes negros en busca de una educación mejor, porque no sería justo para los negros de las escuelas con peores resultados.
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Los abogados de nuestra ciudad dejan sin resolver demasiados crímenes, permitiendo que los asesinos vuelvan a asesinar, y sin embargo hacen todo lo posible para que el gran explotador del dolor negro en beneficio propio, Jussie Smollett, haga borrón y cuenta nueva.
Y esta gente quiere verme fracasar porque no me trago todas sus tonterías raciales y porque me niego a dar poder a la raza.
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Mi delito aquí es que creo que todo el que se cruza en mi camino es un individuo con todos los derechos inalienables inherentes y es estadounidense. Así es como trato a cada uno. No me importa tu pigmentación, no veo virtud ni delito en tu piel, pero sí me importa tu alma, tu carácter.
Sin embargo, la corrupción -de cualquier tipo- es una de las historias humanas más antiguas. Y la respuesta a la corrupción es una de las más antiguas que conoce el hombre: la fe. La fe es creer en Dios. La fe es un salto. La fe es confianza en algo más grande que tú mismo. La fe es confianza en el prójimo. La fe es el Bien en la esencia más pura de esa palabra.
Los que quieren verme fracasar creen en la raza. Yo creo en la fe.
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Creo que las personas a las que atiendo son almas buenas. Creo que los jóvenes que se enfrentan a tentaciones en las calles cada día son almas buenas que necesitan oportunidades. Creo que am ese puente entre mi gente y el mundo mejor que buscan, terrenal y celestial.
Por eso no temo a los que quieren verme fracasar. La fe es luz. La fe es esperanza. La fe es fuerza para resistir. La fe crea oportunidades.
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Por eso nunca me he creído al falso Dios de la raza. Dios me ha mostrado el poder de la fe una y otra vez, y yo am más decidida que nunca a dar poder a esta fe mientras Él me deje caminar por esta tierra.
No hay mayor pecado que traicionar esta fe.
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