En otoño de 2018, estuve en la Casa Blanca cuando el presidente Trump respaldó la Ley del Primer Paso, una iniciativa bipartidista bill destinada a reformar las condenas federales y modernizar nuestro anticuado sistema penitenciario. Como demócrata de toda la vida y abogada de derechos humanos, nunca imaginé trabajar con Trump en esta causa. Pero sabía lo que estaba en juego: mi familia, como millones de otras, había sido devastada por las duras leyes de imposición de penas y la falta de oportunidades de rehabilitación de nuestro sistema judicial, políticas que atrapan a innumerables estadounidenses en ciclos de pobreza, delincuencia y desesperación.
Ese mismo año, rodeado de miembros del Congreso, dirigentes de las fuerzas de seguridad y defensores de los derechos, Trump firmó la Ley del Primer Paso, por la que se introducían reformas largamente esperadas que ambos partidos políticos llevaban décadas sin conseguir a nivel federal. Fue un momento histórico, impulsado por un presidente que cumplió su promesa de luchar por los "hombres y mujeres olvidados" de este país.
Los resultados hablan por sí solos. Las personas puestas en libertad en virtud de la Ley del Primer Paso tienen un índice de reincidencia de sólo el 9,7%, apenas una fracción de la media nacional del 50-80%. Ha sido la solución definitiva de mano dura contra la delincuencia: menos víctimas, barrios más seguros e innumerables vidas restauradas.
LA DEPRESIÓN PODRÍA PREVENIRSE CON UN RECUENTO ESPECÍFICO DE PASOS DIARIOS, SEGÚN UN ESTUDIO
Ahora que Trump regresa a la Casa Blanca, tiene la oportunidad histórica de terminar lo que empezó. Dos reformas clave que podría defender -la modernización de la supervisión federal y la ampliación de las segundas oportunidades- ofrecen la posibilidad de cimentar su legado como líder que transformó el enfoque estadounidense de la justicia.
Pensemos en Daniel Lynn Brown, que fue puesto en libertad en virtud de la Ley del Primer Paso tras cumplir 15 años en una prisión federal por delitos de drogas. Cuando Brown volvió a casa en 2020, se le impusieron 10 años de libertad supervisada federal. Desde entonces, ha transformado su vida. Creó su propio negocio y trabaja a tiempo completo como director de proyectos de construcción, es pastor, posee dos casas y mantiene a sus cinco hijos.
Sin embargo, unas normas de supervisión anticuadas le frenan. No puede viajar sin permiso de su agente de libertad condicional, lo que le obliga a rechazar oportunidades profesionales, incluido un trabajo de ensueño ayudando a otros a reintegrarse en la sociedad. A pesar de su historial intachable, Brown debe soportar seis años más de supervisión, con controles constantes, pruebas de drogas aleatorias y continuas barreras que perturban su vida laboral y familiar.
La libertad supervisada federal, concebida originalmente para ayudar a las personas de mayor riesgo a reintegrarse después de la cárcel, se ha convertido en una burocracia hinchada e ineficaz. La libertad supervisada se aplica ahora en casi todos los casos federales, atrapando a decenas de miles de personas que no suponen una amenaza real para la seguridad pública.
Demasiados son devueltos a prisión por infracciones técnicas -como faltar a una reunión o cruzar una frontera del condado-, malgastando el dinero de los contribuyentes y destruyendo vidas. Mientras tanto, la carga de trabajo de los agentes de libertad condicional puede superar los 100 casos por agente -un 50% más de lo recomendado-, mientras se esfuerzan por controlar a personas que realmente suponen una amenaza.
Imagina dedicar recursos a supervisar a personas como Brown, o a abuelas como Alice Marie Johnson, mientras los individuos de mayor riesgo se escabullen entre las grietas, una situación que con demasiada frecuencia ha conducido a la tragedia.
La Ley bipartidista de Supervisión Segura lo arreglaría. Al centrar los recursos en los casos de alto riesgo, modernizar las prácticas de supervisión y reducir los reencarcelamientos innecesarios, esta legislación se basa en los principios basados en pruebas que aportaron beneficios a la seguridad pública en la Ley del Primer Paso y en más de una docena de estados.
HAZ CLIC AQUÍ PARA VER MÁS OPINIONES DE FOX NEWS
Ya cuenta con el apoyo de una coalición diversa de dirigentes de las fuerzas del orden, proveedores de reinserción, empresarios, grupos religiosos y otros que en su día se unieron para aprobar la Ley del Primer Paso y están dispuestos a luchar de nuevo.
Pero la reforma de la supervisión es sólo una pieza del rompecabezas. El empleo es una de las formas más seguras de evitar la reincidencia, pero millones de estadounidenses con antecedentes penales siguen excluidos de la población activa debido a políticas anticuadas y al estigma. Mientras tanto, industrias como la fabricación y la construcción se enfrentan a una grave escasez de mano de obra.
La libertad supervisada federal, concebida originalmente para ayudar a las personas de mayor riesgo a reintegrarse después de la cárcel, se ha convertido en una burocracia hinchada e ineficaz. La libertad supervisada se aplica ahora en casi todos los casos federales, atrapando a decenas de miles de personas que no suponen una amenaza real para la seguridad pública.
Trump reconoció este reto durante su primer mandato, aplicando la Ley de Contratación por Oportunidades Justas, aumentando los programas federales de fianza y relanzando el Consejo Federal Interagencias de Prevención del Delito y Mejora de la Reincorporación. "Cuando decimos 'contrata a estadounidenses', nos referimos a todos los estadounidenses", dijo, prometiendo reducir la tasa de desempleo de las personas con antecedentes penales -que es cinco veces superior a la media nacional- a un solo dígito.
HAZ CLIC AQUÍ PARA OBTENER LA APLICACIÓN FOX NEWS
En su segundo mandato, puede potenciar estos esfuerzos y aprovechar estos éxitos. Puede seguir ampliando los programas federales de contratación de segunda oportunidad, eliminar las barreras normativas o de concesión de licencias innecesarias e incentivar a los empresarios para que contraten a personas que han estado encarceladas, garantizando que, una vez que las personas dejen de estar encerradas, ningún estadounidense quede excluido de nuestra población activa. Estas reformas no sólo reducirían la reincidencia, sino que también ayudarían a hacer frente a la escasez de mano de obra que frena la economía.
En su día, Trump desafió las probabilidades y las expectativas para llevar a cabo reformas que nos hicieron más seguros y más fuertes. Ahora, al iniciar su segundo mandato, tiene la oportunidad de cimentar su legado como líder que no se limitó a hablar de mano dura contra la delincuencia, sino que lo demostró con resultados. Modernizando la supervisión, ampliando la contratación de segunda oportunidad y aprovechando el éxito de la Ley del Primer Paso, puede hacer que Estados Unidos sea más seguro, más fuerte y más justo para todos.