Hace dos años, un globo chino del tamaño de tres autobuses escolares flotaba a 60.000 pies de altura, a la deriva por el territorio continental de EEUU durante siete días. Pasó por encima de zonas sensibles desde el punto de vista de la seguridad, incluida la base aérea de Malmstrom, en Great Falls (Montana), que alberga reservas de misiles e infraestructuras de defensa nuclear. Sólo después de que fuera derribado supimos que esta "aeronave de investigación civil" que, según el presidente Biden , "no suponía una violación grave de la seguridad", se comunicaba con China a través de un proveedor de servicios de Internet estadounidense y estaba equipada con miles de kilos de material, incluida una "enorme carga útil de vigilancia".
Cabría pensar que el Presidente de los Estados Unidos y las fuerzas de seguridad federales de nuestra nación habrían aprendido una lección de esta flagrante violación de la seguridad. Sin embargo, en las últimas semanas se han avistado docenas de misteriosos drones en los cielos de Nueva Jersey y Nueva York, sospechosamente cerca de la base militar de Picatinny Arsenal, del Trump National Golf Club Bedminster y del puente Verrazzano, en mi distrito, que conecta la guarnición del ejército estadounidense de Brooklyn, Fort Hamilton, y la estación de la guardia costera estadounidense de Staten Island, Nueva York, la mayor de su clase en la costa este.
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Por el tamaño de estas aeronaves, sabemos que no se trata de drones comerciales; algunos se han descrito como de 4,5 metros de largo, "inusualmente grandes" o similares al tamaño de un coche. Los drones son tan grandes y frecuentes que se impidió que un helicóptero medicalizado de Nueva Jersey recogiera a una víctima de accidente gravemente herida.
A pesar de solicitar reuniones informativas al Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y a la Oficina Federal de Investigación (FBI) e instar a la Administración Federal de Aviación (FAA) a que imponga restricciones temporales al vuelo de drones hasta que se pueda identificar el origen de estos aparatos, nuestras agencias federales encargadas de mantenernos a salvo no tienen ni idea de dónde proceden estos drones ni de quién puede estar operándolos.
En una audiencia del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes celebrada esta semana, pregunté a funcionarios del FBI si estos drones podrían ser potencialmente nuestros, ya que existen programas federales que prueban sistemas aéreos no tripulados (UAS), como el programa de Evaluación y Validación de Sistemas para Equipos de Respuesta a Emergencias (SAVER), que apoya a los organismos de respuesta a emergencias proporcionando evaluaciones de equipos disponibles en el mercado, incluidos drones, para ayudar en las decisiones de compra. Las recomendaciones de SAVER mejoran la capacidad de las fuerzas de seguridad para hacer frente a amenazas complejas, detectar materiales peligrosos y proteger la seguridad pública.
La respuesta fue: "No sé si es así, y no podría hacer ningún comentario al respecto".
Éste sería el mejor de los casos, porque Nueva Jersey ha asumido un papel activo en el aumento de la visibilidad de la tecnología UAS. El programa SAVER ha estado trabajando para integrar drones en sus aplicaciones de seguridad pública, como búsqueda y rescate, respuesta ante catástrofes y evaluación de daños, y el Instituto de Tecnología de Nueva Jersey también participó en una entrega de drones de barco a costa, la primera de su clase, para demostrar la capacidad de los UAS para prestar ayuda vital a las víctimas de una catástrofe, como un huracán o un fallo en todo el sistema de infraestructuras eléctricas o de comunicaciones. El Laboratorio Nacional de Tecnología de Seguridad Urbana (NUSTL) también ha estado probando plataformas UAS en la ciudad de Nueva York para conocer mejor cómo pueden superar estos dispositivos los retos urbanos, como las estructuras de gran altura, las poblaciones densas y las diversas condiciones ambientales.
Sin embargo, la policía de Nueva York y nuestras bases militares locales tampoco tienen conocimiento de que se estén realizando estas pruebas.
En la audiencia, el FBI dijo que estos aviones no tripulados podrían ser desde "sofisticados agentes/adversarios estatales" que quieren hacernos daño, hasta "asuntos de contraterrorismo", pasando por un simple "avión no tripulado molesto" que podría causar daños, pero que aún "no saben la respuesta" a nuestras preguntas.
Durante la misma audiencia, mi colega, el diputado Chris Smith, de Nueva Jersey, sugirió que dispararan a uno desde el cielo para averiguarlo. En su distrito, un agente de la oficina del sheriff del condado de Ocean fue testigo de la llegada de 50 drones desde el agua.
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La seguridad del pueblo estadounidense debe ser siempre nuestra máxima prioridad, y necesitamos saber si estos dispositivos suponen una amenaza para nuestra patria. Aunque los drones pueden ser una herramienta formidable para nuestras fuerzas del orden, los vuelos no controlados y no identificados cerca de lugares sensibles exigen una actuación inmediata y una estrecha coordinación entre nuestras agencias federales. El hecho de que la administración actual y sus agencias no hayan interceptado estos objetos ni actuado con urgencia es chocante, preocupante e inaceptable.
Todo lo que no sean respuestas reales y un plan de acción nos hace vulnerables a amenazas que no podemos permitirnos ignorar.