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¿Y si sueño y me decepciono? ¿Y si mi esperanza sólo me lleva a la angustia? ¿Y si me esfuerzo al máximo y fracaso? ¿Y si persigo una conexión profunda y me rechazan? Éstas son sólo algunas de las preguntas del tipo "y si..." que pueden atormentar nuestra mente cuando nos encontramos en el precipicio de un nuevo año o una nueva estación.

Parte de nuestra aprensión, cuando miramos fijamente hacia la expansiva incógnita del futuro, consiste en preguntarnos si se nos dará o no un motivo para sentir alegría o si las circunstancias nos concederán o no permiso para celebrar en el año venidero.

Tendemos a asociar las celebraciones con los finales, viendo la celebración como una reacción a las buenas noticias o una recompensa por un logro. Creemos que necesitamos un motivo para celebrar. Como resultado, vemos nuestra alegría al otro lado de un sueño realizado, un objetivo alcanzado o algún tipo de cambio en las circunstancias. Y a menudo, esta supuesta línea de meta no es más que un espejismo. Cuando llegamos a este lugar de llegada, descubrimos que nuestra alegría se ha trasladado al otro lado de otra meta o de un sueño diferente.

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A veces, la celebración parece una reacción a una buena noticia o una recompensa por un trabajo bien hecho. Pero en el mejor de los casos, la celebración no se limita a ser una reacción o una recompensa, sino que se practica como un ritmo que nos ayuda a experimentar más alegría en las vidas que ya tenemos. La celebración es una práctica que está a nuestra disposición ahora mismo.

¿Qué aspecto tiene esto? He aquí tres prácticas que puedes empezar a incorporar a tu vida hoy mismo, independientemente del aspecto que tenga tu vida en este momento o del dolor y la alegría que te esperen en el futuro.

1. Saborea

Saborear celebra lo ordinario, ampliando nuestra conciencia de lo que es bueno y profundizando nuestra conexión con la alegría presente. Extrae alegría de los momentos que nuestro cerebro estaría tentado de pasar por alto o descartar. Nuestro cerebro es eficiente y descartará fácilmente los recuerdos que considere insignificantes -incluidos los momentos cotidianos de alegría- a menos que los saboreemos. No necesitas más que 30 segundos de tu tiempo. 

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Para empezar, elige un momento de tu día... puede ser el momento presente o seleccionar una imagen de alegría que hayas experimentado anteriormente en el día. Puede ser la expresión de la cara de un amigo cuando le hiciste un cumplido, una escena encantadora en la naturaleza, el sonido de la risa de tu hijo mientras jugaba en el patio. Imagina que haces una fotografía de ese momento con tu cerebro. 

En lugar de adentrarte en una nueva estación sintiéndote ansiosa, preguntándote si tendrás un motivo para sentir alegría o preocupándote por si las circunstancias te darán o no permiso para celebrar tu vida, adopta la celebración como una práctica que puedes empezar aquí y ahora. 

A continuación, pregunta a tus cinco sentidos tradicionales qué van a recordar de este momento. ¿Qué ven? ¿Qué hueles? ¿Qué oyes? ¿Qué saboreas? ¿Qué sientes? Al saborear los momentos ordinarios, celebras tu vida y experimentas más alegría en la vida que ya estás viviendo.

2. Acción de Gracias

A menudo hablamos del impacto de la gratitud en la alegría. Y la investigación deja claro que la práctica de la gratitud aumenta efectivamente nuestra alegría, ya que nos ayuda a notar y nombrar lo que es bueno, dando forma a nuestra perspectiva y poniendo lenguaje a lo que sentimos. Pero de lo que no hablamos a menudo es de que la práctica del agradecimiento -expresar en voz alta a otras personas o a Dios en nuestras oraciones la gratitud que sentimos- duplica la alegría que habríamos experimentado si simplemente nos hubiéramos sentido agradecidos de corazón. 

At its best, celebration is not limited to a reaction or a reward, but practiced as a rhythm that helps us experience more joy in the lives we <i>already</i> have.

En el mejor de los casos, la celebración no se limita a una reacción o una recompensa, sino que se practica como un ritmo que nos ayuda a experimentar más alegría en las vidas que ya tenemos. (iStock)

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Acción de Gracias es la vía que se nos ha dado para celebrar el regalo con quien lo da. La alegría se multiplica cuando se comparte. Lo mismo ocurre con nuestras oraciones. Mediante la acción de gracias, podemos celebrar nuestros dones con Dios y duplicar nuestra alegría.

3. Juega a

La diversión no es frívola, sino un regalo casero de Dios y una de nuestras mejores defensas contra el agotamiento. A menudo, consideramos que la celebración es superflua y no esencial para nuestras vidas. A veces dudamos en celebrar de este modo porque tememos que sea simplemente adormecer el dolor, una reacción malsana ante las dificultades de la vida.

La celebración nos ayuda a procesar nuestra experiencia y nuestras emociones, mientras que la evasión pone pausa a nuestras emociones. La celebración no es un medio de escapar de la realidad de que nuestros corazones están brutalmente magullados, sino que nos mantiene anclados en la verdad de que tanto nuestro dolor como nuestra esperanza son verdaderos y nos ofrece un medio de procesar ambos.

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En lugar de adentrarte en una nueva estación sintiéndote ansiosa, preguntándote si tendrás un motivo para sentir alegría o preocupándote por si las circunstancias te darán o no permiso para celebrar tu vida, adopta la celebración como una práctica que puedes empezar aquí y ahora. 

Tenemos mucho más poder sobre nuestra alegría de lo que tendemos a creer. No esperes para celebrarlo.

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