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Creo en el Sueño Americano y siempre lo he hecho. Sin embargo, a veces siento que estoy nadando contra corriente, incluso a la deriva. Paso mis días pastoreando uno de los bloques más notorios del South Side de Chicago, un bloque que recibió su nombre de Odell Perry, un pandillero asesinado: el O-Block. 

Los jóvenes de aquí tienen todos los motivos para creer que seguirán el camino de Perry. Están rodeados de escuelas que fracasan, violencia de todo tipo, drogas, prostitución y políticos que menosprecian sistemáticamente el Sueño Americano mientras aumentan la dependencia de mi pueblo del gobierno.

Por eso intento cada día llevar el Sueño Americano a los rincones más oscuros de mi barrio. Cuando le dices a un niño, incluso al más desfavorecido, que crees en él y en su capacidad de llegar tan alto como desee, se le iluminan los ojos. Es como dar vida, y cuando les cuento las historias de éxito de estadounidenses del pasado que alcanzaron sus sueños, empiezan a sentirse parte de América y de sus posibilidades.

DEI Y UNO DE LOS MAYORES PROBLEMAS A LOS QUE SE ENFRENTAN LOS NEGROS AMERICANOS

Sin embargo, a veces me pregunto si am el tonto aquí, por perseguir la buena fe en un mundo que parece ahogarse en la mala fe. Hace poco leí una serie de encuestas que marcaban profundas disparidades entre la Generación Z (de 18 a 26 años) y los Baby Boomers (de 59 a 77 años). No debería sorprenderme, ya que sabemos desde hace décadas que las generaciones más jóvenes se han ido alejando de los valores que constituyen los cimientos de Estados Unidos.

Sólo el 32 por ciento de la Generación Z se describió a sí misma como patriótica, un profundo descenso respecto al 76 por ciento de los Baby Boomers que lo hacen. El 33% de la Generación Z dijo que Estados Unidos era el mejor lugar para vivir, frente al 66% de los Baby Boomers. En cuanto a tener hijos, un triste 23% de la Generación Z estaba a favor, mientras que el 52% de los Baby Boomers lo estaba. Quizá la estadística más inquietante para mí, sobre todo porque soy pastor, es que sólo el 23% de la Generación Z cree en Dios, frente al 52% de los Baby Boomers.

A veces me pregunto si yo am el tonto aquí, por perseguir la buena fe en un mundo aparentemente ahogado en la mala fe.

Lo que veo en estas encuestas es una falta de creencia en América y en Dios. Pero he aquí la cuestión: no existe la ausencia de creencia. Incluso el nihilismo -el sinsentido de la vida- es una creencia. O como Bob Dylan cantó una vez: "Vas a tener que servir a alguien, Bueno, puede ser al Diablo o puede ser al Señor, Pero vas a tener que servir a alguien".

Lo que me ha quedado claro a lo largo de los años es que estos jóvenes estadounidenses han abrazado cada vez más una creencia peligrosa: la ideología de la DEI. Un artículo reciente de Forbes afirmaba que el 83% de la Generación Z consideraba el compromiso de un empresario con la DEI antes de comprometerse con el trabajo. Eso es un 60 por ciento más que los que creen en Dios.

El problema fundamental de esta ideología de la DEI es que es antiamericana y a menudo se hace en nombre de la ayuda a las propias personas de mi comunidad. Pero, ¿cómo nos ayuda a los que intentamos salir del fondo de la sociedad dividirnos en oprimidos frente a opresores o ridiculizar valores como el mérito o la puntualidad como valores de supremacía blanca? ¿Cómo nos beneficia transformar nuestra sociedad de una basada en la igualdad de oportunidades a otra basada en la equidad de resultados?

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Sabemos que estos jóvenes estadounidenses se pavonean de sus virtudes, pero sería un error considerarlo una locura juvenil. Demasiados de ellos han elegido abrazar un sistema de creencias basado en las características inmutables con las que nacimos. Y para defender los absurdos de sus creencias, deben "otra" América, convertirla en nuestra enemiga. Creen que deben trabajar por la caída de nuestra gran nación y lo han conseguido con creces.

Pero por eso nunca abandonaré la lucha por el Sueño Americano en la zona sur de Chicago. No tengo más remedio que luchar; ceder es acelerar el ya rápido declive de mi pueblo. 

Lucho cada día. Aconsejo a las parejas jóvenes sobre la importancia del matrimonio y de los hijos. Pastoreo en ellos la creencia en Dios, el poder todopoderoso que ha dado al más débil de nosotros una gran fuerza y al más pecador de nosotros un nuevo camino de valía en la vida. 

Insisto a mis jóvenes desde pequeños en la importancia del crédito para que algún día puedan hacer algo que sus padres y abuelos nunca hicieron: comprarse una casa. 

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Les digo que crean en América, a pesar de sus muchos defectos, porque sin esta creencia ¿qué otra cosa hay? ¿Anarquía? ¿El tribalismo? ¿Nihilismo? 

Les digo que cuando crean en América, es cuando verán que las oportunidades empiezan a abrirse ante sus ojos y, cuando eso ocurra, el cielo es el límite. Pero primero deben creer en América y empezar a soñar su propio sueño.

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