Un Tribunal Supremo profundamente dividido ha decidido permitir que Nueva York señale al presidente electo Trump como delincuente convicto diez días antes de que entre en la Casa Blanca.
Con el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, y la jueza nombrada por Trump, Amy Coney Barrett, uniéndose a los tres progresistas del Tribunal -las juezas Sonia Sotomayor, Elena Kagan y Ketanji Brown Jackson -, el Tribunal dio luz verde a la determinación del juez del estado de Nueva York Juan Merchan de condenar al presidente electo a las 9.30 de la mañana del viernes. La sentencia se desencadenó a raíz del veredicto de culpabilidad emitido en mayo por un jurado en relación con 34 cargos de falsificación de registros mercantiles presentados por el fiscal de distrito demócrata progresista electo de Manhattan, Alvin Bragg.
Cuatro jueces conservadores -Clarence Thomas, Samuel Alito y los designados por Trump Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh- indicaron que habrían accedido a la petición de Trump de aplazar la sentencia.
En una sentencia de la semana pasada, en la que denegaba las peticiones de Trump posteriores al juicio y fijaba la sentencia para el viernes por la mañana, el juez Merchan indicó que condenaría a Trump a una excarcelación incondicional, lo que significa que no iría a la cárcel, no estaría en libertad condicional, no pagaría multas y no habría ningún tipo de supervisión posterior a la sentencia. Merchan también dictaminó que Trump no tendría que asistir en persona a la sentencia.
El presidente electo ha anunciado que no asistirá al tribunal del bajo Manhattan el viernes. Asistirá a la sentencia a distancia para minimizar la carga que el proceso supondrá para la transición en curso hacia el Día de la Toma de Posesión, el 20 de enero.
La mayoría razonó que Trump no se vería perjudicado significativamente por la sentencia, por dos razones principales. En primer lugar, el Tribunal no se pronunció sobre el fondo de la alegación de Trump de que la inmunidad presidencial frente a procesos penales fue violada por la introducción en el juicio, por parte del fiscal del distrito, de pruebas de sus actos presidenciales oficiales. Es decir, Trump aún podrá plantear en apelación su alegación de inmunidad, junto con varias otras alegaciones de error significativo en el proceso. La apelación no puede proceder hasta que Trump sea sentenciado y se dicte sentencia, por lo que la sentencia despejará el camino para ese proceso.
En segundo lugar, el Tribunal encerró efectivamente a Merchan en su inclinación declarada de dictar contra Trump una sentencia de libertad condicional. En teoría, el hecho de que Merchan manifestara esa intención (en una opinión escrita la semana pasada) no era vinculante: técnicamente, se supone que un juez no debe decidir la sentencia hasta escuchar a las partes en el procedimiento de sentencia, lo que no ocurrirá hasta el viernes por la mañana.
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No obstante, la conclusión de la mayoría del Tribunal Supremo de que la condena supone una carga mínima para la transición presidencial de Trump depende de que Merchan asegurara que se inclinaba por una condena sin prisión ni libertad condicional. Si Merchan cambiara de opinión en ese momento e impusiera una pena de prisión, el Alto Tribunal lo consideraría una traición. En la práctica, pues, Merchan no tiene más remedio que hacer lo que indicó que haría.
La mayoría también se basó en la directiva de Merchan de que no era necesario que Trump asistiera en persona a la sentencia, lo que significaba que el procedimiento debía ser breve y mínimamente intrusivo para el desarrollo de la transición presidencial de Trump.
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No hay opinión discrepante de los cuatro jueces conservadores. Presumiblemente, llegaron a la conclusión de que las mismas consideraciones que indujeron al Tribunal a reconocer la inmunidad presidencial en su dictamen de julio (en Trump contra Estados Unidos) también respaldaban la inmunidad para los presidentes electos: principalmente, el imperativo de que el presidente no se distraiga con la ansiedad y el estigma que conllevan los procesos penales mientras ejecuta sus responsabilidades constitucionales sin parangón. En las transiciones presidenciales, como ha subrayado legislativamente el Congreso, un presidente electo se dedica a prepararse para asumir esas responsabilidades desde las primeras horas de una nueva administración.
Dado que el presidente electo ha agotado sus vías para impedir la sentencia, ésta se celebrará el viernes por la mañana. Al igual que varios analistas, he opinado que existen múltiples motivos para anular las condenas de Trump en apelación. El proceso de apelación no puede comenzar hasta que se imponga la sentencia.