Un partido de voleibol del instituto, el 1 de septiembre de 2022, cambió la vida de nuestra familia para siempre. Mi hija, Payton, fue golpeada en la cabeza y el cuello por un remate de un varón del equipo contrario que se identificaba como transexual, lo que le hizo perder el conocimiento y quedar tendida en posición de esgrima en el suelo del gimnasio. Más tarde descubrimos que había sufrido una lesión cerebral traumática, que la dejó parcialmente paralizada del lado derecho del cuerpo y sin poder hablar ni ver con claridad.
En retrospectiva, nunca debí dejarla jugar en aquel partido. Sabíamos que el jugador biológico masculino competiría contra el equipo de Payton y, como la mayoría de los padres, no estábamos de acuerdo con la decisión de las autoridades escolares de dejarle competir contra mujeres jóvenes. Pero lo que no comprendimos en aquel momento fue el gran riesgo que suponía para la seguridad de nuestra hija la presencia del varón en aquella cancha.
Ahora sí.
Las semanas y meses que siguieron a la lesión de Payton son un borrón de emociones. Me convertí en cuidadora a tiempo completo de mi hija, que entonces tenía 17 años y siempre había sido capaz e independiente. De la noche a la mañana, Payton empezó a tener problemas con todo. Sufría un dolor de cabeza y cuello debilitante, no podía conducir y tenía que recibir ayuda en la escuela mientras se esforzaba por volver a aprender los procesos cognitivos básicos.
Cuando tenía momentos de lucidez, el miedo en sus ojos a lo que le estaba ocurriendo a su mente y a su cuerpo era demasiado. Había pasado de destacar en todo lo que hacía a tener dificultades para cepillarse el pelo. Todas sus esperanzas y sueños, todo su duro trabajo en clase y en los equipos deportivos, todos los sacrificios que había hecho para perseguir su sueño de jugar al softball más allá del instituto... todo había desaparecido.
Unos meses después de su lesión, Payton empezó a caer en una profunda depresión. Con el permiso de su médico, la animamos a volver a hacer deporte, lentamente y con mucha precaución. Se reincorporó al equipo de baloncesto de su colegio y, aunque tardó semanas en adaptarse a sus nuevas limitaciones físicas, esa lucha era lo que Payton necesitaba. Se caía mucho, jugaba con mucho dolor físico y a veces estaba visiblemente confusa. Hubo muchas lágrimas y frustración, pero estaba decidida a que no le quitaran nada más.
Payton también pudo volver al softball, su deporte favorito y el que esperaba practicar en la universidad. Su lesión puso fin a cualquier posibilidad de poder jugar a nivel universitario, pero Payton no estaba dispuesta a renunciar a ello por completo.
La temporada empezó lenta. Le temblaba la pierna mientras estaba sentada detrás del plato como receptora del equipo, y yo me sentaba detrás de ella, observando cómo le caían lágrimas por el dolor. Ya no podía robar bases porque la pierna mala se le doblaba, y sólo podía deslizarse con los guantes en las manos para tener algo en lo que concentrarse.
Llegó un momento en que Payton se dio cuenta de que no podía guardar silencio sobre el trauma que había sufrido. Y su padre y yo nos dimos cuenta de que nosotros tampoco podíamos.
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Como madre, lo único que siempre he querido es proteger a mis hijos. El gobierno y el sistema educativo también tienen la responsabilidad de ayudar a proteger a nuestros hijos, por eso apoyamos a Payton cuando defendió la Ley de Equidad en el Deporte Femenino ante la Asamblea General de Carolina . Gracias al testimonio de Payton, los legisladores de Carolina votaron a favor de anular el veto del gobernador demócrata Roy Cooper y prohibir que los jugadores biológicamente masculinos compitieran en equipos deportivos femeninos y contra ellos.
Pero aún queda mucho por hacer. Al menos 24 estados siguen permitiendo que los varones biológicos compitan en equipos deportivos de niñas, a pesar de las abrumadoras ventajas físicas que poseen los varones. Estas políticas ponen en peligro la seguridad y el bienestar de nuestras niñas.
Si estos estados se niegan a dar un paso al frente y proteger a las jóvenes para que no sufran los daños que ha padecido Payton, los padres deben dar un paso al frente en su lugar. A mis compañeros padres y madres: no dejéis que la experiencia de mi familia se convierta en la vuestra. Retirad a vuestro hijo del partido. Hablad con los entrenadores de vuestro hijo. Exige algo mejor a la escuela de tu hijo y a los representantes de tu estado.
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Payton ha progresado mucho, y por ello estoy am agradecida. Los daños en el cuello siguen siendo importantes y, en su última visita médica, el médico descubrió que su hipófisis está fallando. Tendrá complicaciones de por vida a causa de esta lesión evitable.
Pero celebro y apoyo en quién se ha convertido Payton. Es feroz, dura como una roca, ingeniosa y con la lengua un poco más afilada. Si algo bueno ha sacado de su lesión, es que ya nada la asusta. Nuestra joven, antes callada y tímida, ha encontrado su voz.